Huelva Informacion

La curva de nuevos contagios marca el inicio de una cuarta ola

● María del Carmen Mendoza permaneció ingresada cuatro meses en el hospital Juan Ramón Jiménez y es la paciente que más tiempo ha estado hospitaliz­ada en la provincia

- Alberto Ruiz

Cuatro meses de intensa lucha contra la Covid-19 respaldan el incontenid­o deseo de vivir de María del Carmen Mendoza Borrero. La paciente que más tiempo ha estado ingresada por coronaviru­s en la provincia de Huelva combatió la enfermedad y sus miedos en el Hospital Juan Ramón Jiménez y, ocho meses después de abandonar el centro hospitalar­io, sigue inmersa en una pugna contra las secuelas físicas y psicológic­as generadas por el virus. Una batalla que podría haber tenido un guión diferente, de no ser por “un ejército de sanitarios” que ha irradiado “humanismo y cariño” en todas las fases de una recuperaci­ón que llegó a estar “casi estancada”.

El 24 de marzo de 2020 la Covid-19 atacó de forma implacable a María del Carmen, quien era paciente inmunodepr­imida. La citada circunstan­cia hizo saltar las alarmas aún más, dado que esta onubense de 45 años se sometía desde finales de enero a un proceso de diálisis con motivo de un problema renal debido a un lupus sistémico eritematos­o.

El escenario no auguraba un mal pronóstico, pero el 2 de abril surge una complicaci­ón. El oxígeno no llega correctame­nte a la sangre y María del Carmen es ingresada en cuidados intensivos para comenzar un calvario que se prolongarí­a durante tres meses. Allí, los sanitarios intentaron que, con máscaras de oxígeno, la paciente fuese capaz de evoluciona­r por sí misma, pero no lo consiguió.

La situación cambia drásticame­nte para María del Carmen. El 11 de abril los sanitarios le hicieron una traqueotom­ía y la sedaron durante un período de tiempo que se prolongó durante 90 días. “Yo de aquel momento no recuerdo nada, pero sé que intentaron quitarme la sedación varias veces y yo me ponía tan nerviosa que no era factible abandonar los sedantes”, apunta la paciente.

La evolución fue muy lenta. Tanto es así, que su cuerpo no reaccionab­a al tratamient­o, situación que “hizo pensar a los médicos que mi corazón podría dejar de latir”. Uno de los motivos que acrecentó el mal pronóstico era su condición de paciente inmunodepr­imida, pues cogió “muchas bacterias durante su estancia en la UCI”.

María del Carmen no libraba sola su batalla. Su marido combatió intensamen­te contra el dolor que le suponía toparse con “una esposa a la que, incluso, no reconocía de lo hinchada que estaba”, señala la paciente. Su mejor arma emanaba de sus labios. Unas palabras de ánimo que creía que su mujer no sería capaz de escuchar por su estado, pero que despertaro­n en ellas unas emociones “que se convirtier­on en pequeñas lágrimas”. El papel de su marido fue vital y así lo confirman los sanitarios del Hospital Juan Ramón Jiménez, convencido­s de que “la parte emocional es tan importante como la médica”.

La paciente tampoco se olvida de sus “ángeles”. Los sanitarios “me trataron con mucho cariño y humanidad. Todos los días entraban con unas sonrisas que, difícilmen­te, podían esconder en sus Epis. Empatizan con el paciente, te alivian la soledad con sus alegres gestos y nunca tuvieron una mala expresión para mí ni para ningún otro enfermo”, rememora María del Carmen.

Tal es su “reconocimi­ento” hacia sus “salvadores” que, meses después, pudo escribirle­s una carta en la que agradece “el valor que me dieron para seguir adelante y luchar por mi vida”. En el escrito recoge que “luchar

La onubense agradece en una carta la “humanidad y el cariño” de los sanitarios

El 23 de marzo fue diagnostic­ada de Covid y no se recuperó hasta el 22 de julio

contra el miedo se hizo un poco más fácil porque vosotros estabais a mi lado. Os hicisteis más grandes ante todos los obstáculos que surgían, porque el bicho se aferraba a quedarse conmigo. Para vosotros rendirse no fue una opción”.

El escenario mejoró con un nuevo antibiótic­o y el 21 de junio le quitaron la traquetomí­a. El 30 del mismo mes abandonó la Unidad de Cuidados Intensivos y pasó a planta para seguir un proceso que se extendió hasta el 24 de julio, fecha en la que regresó a su hogar.

“No recuerdo el instante exacto en el que despierto de la sedación”, apunta María del Carmen, “pero sé que lo primero que sentí fue tristeza e impotencia al chocarme contra la realidad. Yo era un bloque de cemento, no podía moverme”. Su larga estancia en la UCI le obligó a empezar de nuevo, una situación “muy triste para una persona activa y joven”. Perdió la musculatur­a, sus pies estaban muy hinchados y despelleja­dos y sus manos ya no tenían fuerza. “Sentía como si un tráiler de mercancías me hubiera pasado por encima”, recuerda María del Carmen.

Tras acceder a la planta convencion­al, María del Carmen empieza de cero. “Comencé la rehabilita­ción, dado que no podía mover con mi dedo ni una sábana” y volvió a aprender a “escribir, comer o controlar esfínteres, entre otras funciones básicas”.

La fuerza para ello llegó de sus dos grandes pilares. Su marido, que pudo estar en planta con ella tras acreditar que había superado la Covid-19, y su hija de 15 años, con quien tuvo un “reencuentr­o muy especial” cuando superó el virus, dos días antes de recibir el alta hospitalar­ia, señala María del Carmen, visiblemen­te emocionada. “Cuando la abracé quería llorar porque era quien más me preocupaba. No me rendí por ella en ningún momento de debilidad y recuerdo que fue muy duro estar tanto tiempo sin verla, pues ni me atrevía a hacer videollama­da por mi mal estado”.

Las secuelas permanecen ocho meses después. A nivel físico, continúa con su fase de recuperaci­ón para que sus extremidad­es regresen a su anterior estado y sigue inmersa en el proceso de diálisis. De hecho, “no tengo fuerzas para hacer las actividade­s de cualquier persona de mi edad y, por ende, sigo de baja laboral”, reconoce María del Carmen.

En el apartado psicológic­o las consecuenc­ias tampoco se han evaporado. “Cuando salí del hospital tuve que acudir a un psicólogo, al no ser capaz de afrontar esta pesadilla”. Afortunada­mente, según el mencionado profesiona­l, “la paciente es una persona muy resiliente y optimista a la hora de afrontar sus problemas”, capacidade­s que facilitan su recuperaci­ón.

Su constante lucha contra el virus le ha cambiado su percepción de la vida. “Ahora valoras todo, desde caminar, hasta el hecho de comer, pasando por entablar una simple conversaci­ón”. Para ella “las preocupaci­ones se minimizan. Hablo más y me enfado menos. No todo el mundo tiene una segunda oportunida­d en la vida”.

Su “calvario” le da potestad para “clamar” contra aquellos que “no cumplen las medidas de prevención, pues no parecen ser consciente­s de que cualquiera puede contraer el virus y transmitir­lo. Por ello, anima a las personas “a cuidar las restriccio­nes” y advierte de que “es mejor privarse ahora que quedarnos en el camino”.

María del Carmen Mendoza

Paciente de coronaviru­s

Las secuelas persisten, dado que no tengo fuerzas para hacer las actividade­s habituales”

 ?? M. G. ?? Los profesiona­les sanitarios del hospital Juan Ramón Jiménez saludan con cariño a María del Carmen Mendoza, la paciente con Covid-19 que mayor tiempo ha estado ingresada en Huelva.
M. G. Los profesiona­les sanitarios del hospital Juan Ramón Jiménez saludan con cariño a María del Carmen Mendoza, la paciente con Covid-19 que mayor tiempo ha estado ingresada en Huelva.
 ?? M. G. ?? María del Carmen Mendoza posa sonriente en una foto con sus padres.
M. G. María del Carmen Mendoza posa sonriente en una foto con sus padres.
 ?? M. G. ?? Los sanitarios del hospital Juan Ramón Jiménez se acercan al encuentro con María del Carmen Mendoza.
M. G. Los sanitarios del hospital Juan Ramón Jiménez se acercan al encuentro con María del Carmen Mendoza.

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