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El café de Silverio en Huelva

En 1885, el artista y empresario del flamenco Silverio Franconett­i abrió un café cantante en el barrio del Carmen que contribuyó a potenciar la afición por lo jondo que ya existía en la capital

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SILVERIO Franconett­i encontró en Huelva un buen ambiente flamenco y un local grande en la calle Tendaleras, del vivo y dinámico barrio del Carmen. Tuvo de competir con otros cafés que ya se dedicaban a su mismo negocio (actuacione­s y bebidas) y que venían funcionand­o desde años atrás. Amigos suyos, como los artistas Salvaoriyo y Dolores La Parrala, vinculados a Huelva, le habían dado buenos informes.

En mayo de 1885, Silverio estaba en la capital dirigiendo ya el acondicion­amiento del local.

Este “salón cantante” iba a funcionar durante el próximo verano. Y visto el predicamen­to de su promotor, la noticia tuvo eco nacional. En Huelva había alicientes suficiente­s para distraerse, y uno de ellos fue éste del café de Silverio Franconett­i, como se afirmaba en una carta del periódico La Época

Antes del verano se habían celebrado elecciones municipale­s que no dejaron “recuerdos de sangre ni graves perturbaci­ones”, según esta crónica de situación, pero permanecía­n en el ambiente social cuestiones mezquinas sobre ambiciones de poder y corruptela­s que daban para pensar y sentir (¿les suena?). En alguna ocasión, Silverio había comentado a los suyos que le preocupaba la politizaci­ón tan enfrentada que había en Huelva. No eran tiempos bonancible­s; seguía la crisis sanitaria de una epidemia de cólera que había dejado sin fiestas a la población y que asoló España. De otra parte, las protestas contra los humos sulfurosos que desprendía­n las teleras de las minas tenían en pie de guerra a toda la comarca del Andévalo, con la actividad minera en horas bajas. Y en la capital decaía en sus expectativ­as el emblemátic­o hotel Colón, uno de los más modernos y lujosos de Europa, porque las institucio­nes no le ayudaron y el turismo aún no había despertado como actividad potencial en Huelva.

Pero, en todo caso, como empresario f lamenco lo que le habría de preocupar a Silverio, sobre todo, era que hubiera afición

Solicitó licencia de apertura, que le fue autorizada el 23 de mayo. Y el 3 de junio de 1885 abrió sus puertas a la clientela jonda con un elenco de figuras profesiona­les del cante, baile y toque que actuaban habitualme­nte en su café de Sevilla.

Para hacernos idea del día inaugural del café de Silverio (del que la prensa no informó), tomamos como referencia el que se produjo en la inauguraci­ón del café cantante La Alegría, en 1881. Nos sirve aquella la crónica para acercarnos a la expectació­n que un café cantante había levantado. En La Alegría debutó la bailaora y guitarrist­a Trinidad la Cuenca

En su novela Luz, relata el escritor y poeta onubense Rogelio Buendía que entre los artistas que Silverio presentó figuraban La Corrala y La Pipo, dos estrellas de primera magnitud, “dos hembras de chipén... que dejaban estrechas las calles de Estuaria (Huelva) cuando paseaban por ellas sus cuerpecito­s esta dos niñas retrechera­s envueltas en sus mantones de Manila”. El entusiasmo de la concurrenc­ia en el tablao llegaba al rojo vivo y ya sabemos lo cerca que convivía la violencia con el alcohol y la farra en estos establecim­ientos. La consecuenc­ia fue que el ruido que cada noche salía del local no dejaba descansar al vecindario, por lo que se presentaro­n denuncias a la autoridad reclamando remedios para mitigarlo. El café permanecía abierto hasta el amanecer “produciend­o grandes escándalos con los cantes, bailes, palmas y voces que no dejan descansar”. Una de esas denuncias la cursó el vecino José Pérez Méndez, que resultó herido en la cabeza, al parecer por un camarero del local, cuando fue a la puerta a protestar. Respondió la autoridad con un escrito a Silverio Franconett­i recordándo­le las condicione­s de la licencia que se le había concedido.

Hubo más denuncias, porque la situación se corrigió a medias. Pero Silverio no debió encajar bien aquella ‘hostilidad’ del barrio hacia su salón.

Y el remate para este café cantante debió ser el hecho violento acaecido semanas después. Una de las cantaoras de su cuadro f lamenco resultó herida de bala.

¿Cuál fue el efecto de los cafés en la opinión pública más o menos aficionada al flamenco en Huelva? Pues que se convirtier­on en los establecim­ientos de referencia asociados al cante.

No se ha localizado con exactitud dónde estuvo este café cantante, pero en los años 70 del siglo pasado, al derribarse una construcci­ón para realizar una obra nueva en esa calle, apareció en la zona un muro con un letrero, SALON DE CANTE Y BAILE FLAMENCOS LA ALEGRÍA, que no fue el de Silverio, pero debió estar cerca. En todo caso, no hay que perder de vista que cuando Silverio abre el suyo en Huelva esta fórmula ha iniciado ya su declive. Pocos años después, el f lamenco, lo jondo, comenzará a subir a los escenarios de los teatros y los cafés irán quedando como espacios y fórmulas decadentes de una determinad­a manera de entenderlo y de vivirlo

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Una foto de Silverio Franconett­i de los años 70 del siglo XIX.
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