No olvidemos lo ocurrido
Con la llegada de la bendita vacuna, quiero mirar atrás y recapacitar. Por intentar “salvar la Navidad” hemos llegado hasta los más de 70.000 fallecidos (un accidente de un gran avión por día), sin contar las secuelas. En esto han tenido su mérito muchos irresponsables. Si hubiera un infierno quisiera arrojar en él a los difusores de bulos (mentiras) que han infectado con miedo y caos este país en momentos muy delicados; a los “conspiranoicos negacionistas, medievales antivacunas y trumpistas” en general; a esos programas televisivos donde se fabulaban teorías sin fundamento científico, como que el virus surgió de un laboratorio chino; a esos egoístas que enarbolan banderas liberales para seguir contagiando; a esos bocachanclas a los que se les ha dado voz sin saber, como un conocido cirujano plástico que cuestionó estas vacunas sin ser virólogo y despreciando a los verdaderos expertos; y, por último, a esos alcaldes, obispos e hijas de un defraudador que se saltaron su turno de vacunación. Pero también quisiera elevar al cielo a todos los profesionales que han luchado para salvarnos, dando incluso sus vidas. No necesitan nuestros aplausos, sino dignidad profesional, nuestra cívica colaboración y que con nuestros impuestos mantengamos el sistema público. Quiero dar las gracias a esa población responsable, que cumple con las normas. Espero que no volvamos a la antigua normalidad, que no olvidemos lo ocurrido y que aprendamos para no tropezar con la misma piedra. Como decía Carl Sagan, esta bolita azul pálido es nuestro único hogar, cuidémosla. Jorge de Abajo