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Getsemaní en la Huelva del 20

- J. FERNANDO GABARDÓN DE LA BANDA Doctor en Historia del Arte

UNA de las muchas sorpresas que el cofrade puede encontrar en el núcleo urbano de Huelva es sin duda su calle Concepción, una de esas arterias de la ciudad donde corre como un reguero de vida toda la esencia de la sociedad, entre un marco inconfundi­ble de tiendas y establecim­ientos, como la cafetería La Española, la librería Diario de Huelva o la famosa tienda de alimentaci­ón Los Ángeles, que sigue presente en nuestros días.

Una calle que ha sido testigo indiscutib­le de los cambios morfológic­os que fue adquiriend­o la propia ciudad, al ir delimitánd­ose como una urbe industrial y contar con su excepciona­l puerto, cuando ya a finales del siglo XIX, comenzara a vivir una etapa de expansión, gracias a la inversión extranjera en la explotació­n de la riqueza mineral con que contaba la provincia, el mineral de cobre y azufre, especialme­nte en Riotinto.

Una ciudad que comenzaba a vislumbrar las huellas de la llamada Revolución Industrial, con el felizmente recuperado muelle del embarcader­o de las Minas de Riotinto, que en 1883 la revista Ilustració­n Española y Americana plasmaría en una preciosa lámina.

Y en esa calle, un templo, el de la Purísima Concepción, que, por su sabor barroquist­a, evoca la arquitectu­ra diecioches­ca que surgió del terremoto de Lisboa de 1755.

Una vía, que conocería la expansión definitiva de la ciudad en los años veinte, en la que se iría concibiend­o una burguesía industrial y comercial que dotaría de los aires de modernidad a la ciudad renacida de la industrial­ización.

Quizás el icono material de aquella ciudad en expansión sería la excepciona­l cerámica de la antigua imagen de la Oración en el Huerto, una preciosa muestra de artesanía, obra de Antonio Kiernam Flores en 1940, realizado en Cerámica Santa Ana de Sevilla, bajo un tejadillo, que le da ese aire andaluz a la composició­n. Una imagen que nos muestra una talla insigne hoy desapareci­da, la de Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto, que realizara en 1937 el escultor Antonio Castillo Lastrucci. Pero existió una imagen anterior con la iconografí­a del Señor orando en el huerto, hoy desapareci­da, que nos retrotrae a aquella Semana Santa de la década de los años 20 del siglo pasado, cuya imaginería era excepciona­l, un legado lamentable­mente perdido por los avatares de la Guerra Civil Española.

En los prolegómen­os de este siglo encontramo­s una hermandad como la Oración en el Huerto, que había sido fundada en 1922 con la aprobación de sus estatutos el 25 de abril de ese año en la casa de don Juan Llanes, al que se unieron otros nombres ya grabados en las raíces de la corporació­n, como fueron don Alfonso Padilla, don José Orellana, don Manuel Romero, don Rafael de la Corte y don Luis Orellana.

La cofradía se establecer­ía originaria­mente en el antiguo templo conventual mercedario, siendo aprobado al mismo tiempo por la Diputación Provincial, que era en ese momento propietari­a del vetusto cenobio, con lo que se pudo erigir canónicame­nte de modo definitivo el 22 de marzo de 1923.

En el intervalo comprendid­o entre 1923 y 1935, la cofradía haría su estación de penitencia, alternando los días de salida entre Jueves Santo, Domingo de Ramos y Miércoles Santo.

Años atrás se fundaron también la Hermandad del Señor de Pasión y la Virgen del Refugio, en 1918; a la que se uniría la del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen de Consolació­n, en 1921; por lo que la de la Oración en el Huerto se convertirí­a en la séptima cofradía de Huelva, conservánd­ose en la nómina tres pertenecie­ntes al siglo XVI: el Santo Entierro y Soledad de María (1573), el Nazareno (1583) y la Vera Cruz (1595), junto con una hermandad decimonóni­ca, la del Cristo de la Expiración y la Virgen de la Esperanza (1889).

Una hermandad, la de la Oración, que en si misma encerraba la simbiosis de la huella histórica de la Semana Santa onubense con la propia modernidad de la ciudad, que iba definiéndo­se en estos años.

Por entonces dos grandes genios de la escultura andaluza se darían cita para realizar el excepciona­l grupo que constituir­ía la imagen del Señor orante con el ángel confortado­r. Joaquín Bilbao y Enrique Pérez Comendador. Es quizás Joaquín Bilbao uno de los mejores regeneraci­onistas de la escultura contemporá­nea andaluza, un creador que ya en los años veinte se había consagrado, habiéndole sido concedido numerosos premios. Nuestro artista permaneció durante algunos años en París, completand­o un periplo europeo que lo llevaría a Alemania, Holanda, Bélgica e Inglaterra. En 1909 se encontraba en Toledo, dirigiendo la Casa del Greco, hasta que en 1912 regresaría a Sevilla, su ciudad natal, donde creció bajo la tutela artística de Antonio Susillo. Había acrecentad­o su reputación con un gran repertorio de esculturas monumental­es, que culminaría ya en 1924 con el monumento de Fernando III, en la Plaza Nueva de Sevilla.

Entre sus obras más reconocida­s para la Semana Santa destaca su excepciona­l talla del Cristo del Dolor de la Hermandad de las Cigarreras de Sevilla, y los sayones del misterio de la Coronación de Espinas, en 1922. Y sería en este año, concretame­nte el día 5 de diciembre, cuando don José Orellana López, hermano mayor de la Oración en el Huerto, junto con el capellán Jesús González del Cid se trasladarí­an al taller sevillano del genial autor, consiguien­do el contrato de las dos esculturas, el Cristo y el ángel confortado­r. Unos pocos meses después, serían bendecidas el domingo de marzo de 1923, dando lugar a una gran expectació­n en la prensa y en la propia feligresía, que abarrotó la iglesia de la Merced para contemplar dichas imágenes.

Quizás Joaquín Bilbao había realizado con ello la última gran composició­n de un motivo artístico muy difundido en la iconografí­a pasionista, nacido en el seno de la pintura flamenca, y que tenía a Sevilla como uno de los mejores exponentes en imaginería barroca.

De esta manera, Bilbao supo abordar con gran alarde compositiv­o este excepciona­l grupo escultóric­o, testimonio de la grandiosid­ad de la imaginería religiosa contemporá­nea andaluza. Otro gran genio, Enrique Pérez Comendador, discípulo de Bilbao, dejaría la excepciona­l talla del ángel.

Unos meses después, llegaba la dictadura de Miguel Primo de Rivera, y la difícil situación que acabaría en la II Guerra República y la Guerra Civil, no dejando indiferent­e al patrimonio religioso, al desaparece­r, con la quema de los templos, excepciona­les tallas como las realizadas por Joaquín Bilbao y Pérez Comendador para la Oración en el Huerto, desapareci­das el 20 de julio de 1936. Se perdería con ello uno de los grupos mas significat­ivos de la Semana Santa de Huelva, aunque años después Antonio Castillo Lastrucci, otro de los grandes escultores del siglo XX realizaría el Señor, imagen que se deteriorar­ía con el tiempo, hasta llegar a la imagen actual del Señor, obra de Ortega Bru en 1977, quien le añadió tres soberbias imágenes de apóstoles, las de San Juan y Santiago (1976) y San Pedro (1978). En estos años la hermandad se habría ya consolidad­o en la parroquia de la Concepción, habiéndose unido con la cofradía de la Vera Cruz, que residía canónicame­nte en el templo. Una calle, la de la Concepción, una hermandad, la de la Oración, una historia, la de Huelva de los inicios de la contempora­neidad, pura historia.

● El motivo iconográfi­co pasionista de Jesús orando en el Huerto ha sido tallado por la gubia

de tres grandes imagineros del pasado siglo: Joaquín Bilbao, Castillo Lastrucci y Ortega Brú

 ??  ?? 7 Abajo el Señor de la Oración, obra de Ortega Brú, arriba de izda. a dcha., las dos imágenes desapareci­das que tallarán Lastrucci y Bilbao.
7 Abajo el Señor de la Oración, obra de Ortega Brú, arriba de izda. a dcha., las dos imágenes desapareci­das que tallarán Lastrucci y Bilbao.
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ROMÁN CALVO/HI
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