Unos y otros
Pienso que cada día es mayor el número de ciudadanos que culpa de la grave situación que sufre el país a la inoperante actitud de los políticos en general, y a la de aquellos que componen el Gobierno en particular. De un tiempo acá el nivel cultural de gran parte de cuantos constituyen el Ejecutivo u ocupan cargos de mayor o menor significación en comunidades autónomas o diputaciones es, en mi modesta opinión, ciertamente escaso. Pues bien, si a esta evidente falta de conocimientos se le añade la gravísima situación sanitaria, económica y social que estamos atravesando, el resultado no puede ser otro que el completo desbarajuste en el que nos encontramos inmersos. Y es que, sin duda, la instrucción de no pocos individuos que aspiran a hacer carrera en política deja bastante que desear; animosas pegadas de carteles en campaña, posterior incorporación a las juventudes de tal o cual partido y la obstinada tenacidad en servir a la causa, no deberían ser suficiente bagaje para merecer la recompensa. Bastantes de cuantos la consigan se habrán labrado un futuro tranquilizador partiendo de un escaso patrimonio cultural además de una, quizás nula, experiencia profesional. A día de hoy el panorama no puede ser más desalentador; inconcebible derroche del actual y anteriores Gobiernos que hace acariciar una escandalosa ruina económica, elevadísima deuda que se incrementa a diario o cuantiosos gastos, prescindibles la mayor parte, en instituciones y empresas públicas. Todo ello sin menoscabo de una falta absoluta de consenso motivada por la disparidad de criterios entre dirigentes a la hora de gestionar la terrible pandemia que nos asola. Graves y muy recientes enfrentamientos entre responsables, ¿responsables?, políticos tras el todos contra todos a raíz de la moción de censura presentada en la región de Murcia. Elecciones a la vista, huidas y deserciones.
No obstante lo dicho existe una segunda razón, si bien de menor relevancia, que asimismo condiciona nuestro estado sanitario, económico y social. Me refiero a ese determinado sector de la ciudadanía, violento, irrespetuoso e insolidario siempre a contracorriente del orden y el sentido común. Para nada consciente del drama y el dolor que generan decenas de miles de fallecidos. Vándalos que agreden, destrozan y saquean al grito de libertad. Irresponsables que ponen en peligro su propia vida y la de los demás. A todos aquellos les pido, quiéralo Dios, recobrar pronto la sensatez. Ojalá reflexionen a tiempo políticos y ciudadanos, unos y otros. Rafael Aguirre Grijalvo