“La ansiedad es mayor en los jóvenes por la sobreinformación en las redes”
La psicóloga explica las claves sobre cómo se encuentra la salud mental de los ciudadanos tras un año en pandemia médica, anímica, social y económica
La pandemia ha empeorado la salud mental de toda la población. Los efectos del aislamiento social, la crisis económica y el miedo a la enfermedad han disparado la depresión y la ansiedad en los adultos y han generado cambios de humor o en la manera de ser de los más jóvenes. La profesora de Psicología y directora del servicio de Atención Psicológica de la Universidad Loyola Andalucía, Mencía Ruiz, explica en esta entrevista qué está pasando en la cabeza de los ciudadanos tras un año de pandemia médica, anímica, económica y social.
–¿Cuál es el principal impacto mental de la pandemia en la población general?
–En términos generales, podemos hablar de un empeoramiento de la salud mental en la población, pero con distintas etapas en cuanto a la sintomatología. En un primer momento fue más predominante la respuesta de ansiedad por el desconocimiento de la situación y la potencial amenaza percibida. Mientras que, una vez que las perspectivas de normalidad disminuyen y se prolonga la situación de encierro, se ha evolucionado a una fase más depresiva, que permanece a día de hoy, marcada por las limitaciones, el cansancio emocional o las pérdidas personales y económicas. Eso ha provocado un malestar subjetivo que bien merece mayor atención por parte de los planificadores de la salud mental. –La última encuesta sobre salud mental publicada por el CIS señala que uno de cada tres ciudadanos ha llorado debido a la pandemia, más del 20% dice haber sentido mucho o bastante miedo a fallecer y un altísimo 41,9% ha tenido problemas de sueño, ¿qué indican estos resultados?
–En el ámbito clínico nos encontramos que las personas lloran en el contexto de una emoción de tristeza, ansiedad, miedo o frustración, y es expresión de la sintomatología de cuadros depresivos y ansiógenos que concuerdan con lo que hemos vivido durante la pandemia. Además, el llanto puede tener una función social más compleja para obtener el apoyo de otras personas. Por otro lado, el miedo al contagio, al fallecimiento o pérdida surge como consecuencia del desconocimiento y/o de la sobreexposición mediática a noticias negativas
–Llama la atención que, según el mismo sondeo, las personas de mayor edad son las que menos miedo tienen a morir por Covid, ¿qué explicación puede tener? –Las personas mayores están menos expuestas a los medios y las redes sociales, están menos intoxicadas de información y eso las hace menos vulnerables psicológicamente. Los datos de ansiedad más altos asociados a la enfermedad se han encontrado en jóvenes de entre 18 y 30 años y eso puede explicarse por un mayor uso de redes sociales y mayor exposición a noticias negativas que intensifican los síntomas de ansiedad y depresión.
–¿Qué impacto tiene en la población esa sobreinformación?
–La sobreinformación es, al final, un elemento tóxico que hace que las personas no nos distraigamos de aquello que, en principio, es una circunstancia negativa. Eso genera una serie de respuestas a nivel fisiológico, tales como el aumento de la activación, la intranquilidad, o la afectación en la regulación del sueño, pero también emocionales, que se traducirá, en un primer momento, en una mayor ansiedad, por estar en un estado de hipervigilancia, y, posteriormente, una vez se relaje esa situación, aparecerá esa sintomatología más depresiva.
–En cuanto a sexos, la encuesta del CIS evidencia que el miedo a enfermar y morir por Covid-19 es mayor entre las mujeres (28,3%) que entre los hombres (18,4%)... –Esto se explica en el hecho de que las mujeres asumen el rol de cuidadoras en el sector formal e informal en un porcentaje más alto que los hombres. También con más frecuencia actúan como los principales cuidadores dentro de un hogar, lo que puede acentuar aún más su ansiedad y estrés en una situación de pandemia
–¿Qué están oyendo los psicólogos en consulta?
–Además del aumento en la sintomatología depresiva, también se ha producido un incremento en el miedo asociado a la enfermedad, hipocondría con obsesiones y conductas de limpieza exacerbadas. En profesionales sanitarios el Síndrome de Burnout o de estar quemado ya era frecuente antes de la pandemia y, ahora, se ha producido un agravamiento con la aparición de episodios depresivos completos. En población más joven aparece la fatiga emocional, la apatía. También se percibe un aumento en el consumo de alcohol o drogas, problemas de insomnio como consecuencia del duelo, del aislamiento o de la pérdida de trabajo.
–¿Cómo afecta esta situación al comportamiento de los niños y adolescentes?
–La respuesta psicológica de niños y adolescentes a la pandemia se atribuye en gran medida a cómo sus padres o cuidadores han comunicado la información y el acceso que han tenido a noticias negativas. Por otro lado, la ausencia de colegio, posibilidades de socialización y la alteración de sus rutinas ha impactado en la aparición de síntomas de ansiedad, irritabilidad o tristeza. También se ha visto afectado el incremento de casos de estrés postraumático en la medida que la pandemia puede ser interpretada como un tipo de desastre natural que tiene el potencial para provocar este tipo de reacciones. Además, informan los gestores de las agencias públicas de salud mental que se han triplicado los trastornos de conducta alimentaria.
–Según se desprende del sondeo, desde que comenzó la pandemia un 6,4% de los españoles ha acudido al psicólogo o al psiquiatra... –Los colegios oficiales de Psicología, hablo desde mi ámbito, reflejan un incremento en la demanda privada de atención psicológica, sin embargo, en el sector público, según informan agentes de salud mental de diferentes comunidades autónomas, lo que se ha observado es un descenso en la utilización de servicios ambulatorios especializados (psiquiatría, psicología) y en las urgencias psiquiátricas. Esto puede venir motivado por dos aspectos: por un lado, el miedo al contagio ha prevalecido sobre la necesidad de atención y estas personas han optado por teleconsultas o atención privada; por otro lado, se ha producido un aumento en la asistencia en Atención Primaria donde se ha producido un cuello de botella.
–¿Por qué los centenares de muertos diarios impactan ahora menos que hace un año?
–Los estudios sociológicos indican que las personas no somos capaces de entender el sufrimiento a una escala tan grande. Somos capaces de asumir la muerte de una sola persona como una tragedia y empatizar con su entorno porque nos sentimos más identificados, pero cuando los números son masivos se convierten en meras estadísticas. Por otro lado, el impacto inicial que tuvieron las cifras de muertes dejan de producirse por un proceso de desensi0bilización, es decir, la exposición prolongada o repetida a un estímulo o circunstancia que la persona interpreta como amenazante, sea esta real o no, provoca una especie de anestesia emocional. Esto también implica que relajemos nuestras medidas de prevención porque la percepción de amenaza se diluye.
Además de insomnio, ansiedad y depresión, en las consultas se percibe un aumento del consumo de alcohol y drogas”