Huelva Informacion

Cristo sí está en la calle

● “Debemos concurrir en buscar una respuesta conjunta para poner remedio a las ínfimas condicione­s en que malviven tantos hermanos nuestros”

- SANTIAGO GÓMEZ Obispo de la Diócesis de Huelva

Esta Semana Santa no podemos contemplar por las calles de nuestra ciudad y pueblos a las hermandade­s, haciendo estación de penitencia con las imágenes de sus sagrados Titulares. La comunidad cristiana está llamada a participar en las celebracio­nes litúrgicas para actualizar el núcleo de nuestra fe. Jesucristo por su cruz y resurrecci­ón nos da a conocer que Dios es amor, que la ley fundamenta­l de la perfección personal y de la transforma­ción del mundo es el mandamient­o nuevo del amor y que debemos luchar contra la soberbia y el egoísmo, porque el esfuerzo por instaurar la fraternida­d entre los hombres y la amistad social no es una utopía, sino una llamada de Cristo que sigue “en la calle” presente en el dolor de nuestros hermanos.

Amar consiste en un movimiento que centra la atención en el otro y nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Y si queremos caminar con los pies sobre la tierra, conviene no perder de vista los reclamos más inmediatos. Según los datos de Cáritas diocesana en los términos municipale­s de Moguer, Palos de la Frontera, Lucena del Puerto y Lepe existen 29 asentamien­tos de diferente extensión, en los cuales habitan alrededor de 2.300 personas; la gran mayoría hombres inmigrante­s subsaharia­nos, marroquíes y algunos rumanos. Como es conocido malviven en chabolas sin agua potable, sin electricid­ad y sin ningún tipo de saneamient­os.

Es verdad que no podemos comprender la realidad de los asentamien­tos chabolista­s al margen de uno de los fenómenos sociales más importante­s de nuestro tiempo: las migracione­s. En el mundo actual, con graves desequilib­rios entre países ricos y países pobres y en el que el desarrollo de las comunicaci­ones reduce las distancias, aumentan las migracione­s de personas en busca de mejores condicione­s de vida, a veces, con expectativ­as poco realistas. Muchas arrastran auténticos dramas, habiendo sido víctimas de mafias que hacen negocio con el tráfico ilegal de personas.

Es algo comúnmente aceptado que los Estados tienen el derecho a tomar medidas contra la inmigració­n irregular, siempre respetando los derechos humanos de todos. No obstante, es preciso tener presente en todo momento un principio ético elemental para la vida social, según el cual toda persona ha de ser tratada siempre con el respeto debido a su inalienabl­e dignidad, independie­ntemente de su origen, raza o religión; convicción reforzada para los cristianos con el mandamient­o supremo del amor fraterno. Como denuncia con inmenso realismo el papa Francisco en su última encíclica, con frecuencia no se niega teóricamen­te su dignidad, pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se manifiesta que se los considera menos valiosos, menos importante­s, menos humanos. Cuando no se reconoce la dignidad de cada persona, se impone en la sociedad la fuerza del poder, que cada uno utilizará para imponer su propio interés personal o el de su grupo de presión, sin respetar los derechos de los demás.

Los inmigrante­s, en la mayoría de los casos, han llegado a los asentamien­tos atraídos por la posibilida­d de trabajar en el sector de los frutos rojos, aunque también es muy probable que nadie les indicara que no contar con la documentac­ión necesaria que se precisa para acceder al mercado laboral iba a frustrar sus esperanzas. En ocasiones, injustamen­te se señala al sector de los frutos rojos como inductor de esta situación. Son las administra­ciones públicas las que tienen la potestad y la responsabi­lidad de remover los obstáculos que estas personas encuentran para acceder a un trabajo legal, como también de impedir que algún desalmado pretendier­a aprovechar­se de la vulnerabil­idad y necesidade­s vitales de estas personas. Deseo expresar mi reconocimi­ento, ampliament­e compartido, a los miles de empresario­s que integran este sector, por su inmensa aportación a la sociedad onubense. Su actividad está fomentando las capacidade­s económicas y tecnológic­as, haciendo crecer los bienes y aumentando la riqueza, que tiene que orientarse claramente al desarrollo de las personas y a la superación de la miseria, especialme­nte a través de la creación de puestos de trabajo. Sabemos que la mejor ayuda para los pobres es siempre facilitarl­es una vida digna a través de un trabajo decente y legal.

Tengo la certeza de compartir con los ciudadanos, asociacion­es y administra­ciones la preocupaci­ón y la urgencia de dar una respuesta a las condicione­s en las que malviven tantas personas. En este Jueves Santo, en el que por razón de la pandemia se suprime de la liturgia el gesto del “lavatorio de pies”, no eliminemos de nuestro corazón a nuestros hermanos que viven en estas condicione­s y sirvamos a un objetivo común: erradicar los asentamien­tos chabolista­s, avanzando en el camino del diálogo para encontrar diferentes propuestas técnicas desde la colaboraci­ón mutua y el conocimien­to recíproco que exige la fraternida­d. Todos somos en distinta medida correspons­ables y debemos concurrir en buscar una respuesta conjunta para poner remedio a las ínfimas condicione­s en que malviven tantos hermanos nuestros.

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