No hay medicamentos sin efectos adversos
● La EMA insiste en que el beneficio de Astrazeneca es mayor que el riesgo
El lío está servido. Que la campaña de vacunación, más que la síntesis de una vacuna eficaz, iba a ser una carrera llena de obstáculos era conocido desde hace un año. La fabricación de miles de millones de fármacos en un corto periodo de tiempo es una empresa que no desmerece la dificultad de su distribución y, naturalmente, la organización de un plan para administrarla en el menor tiempo posible, que sea más una prueba de 60 metros que un maratón. El esprint se compite con vallas.
La vacuna de Astrazeneca es en sí mismo una valla del tamaño de una tribuna del Maracaná. La trayectoria del fármaco anglosueco está maldita, parece que lo hubiera mirado un tuerto, pero la Agencias Europea del Medicamento (EMA) volvió a darle un espaldarazo en su segundo examen. El resumen, después de los 22 casos de tromboembólicos entre unos 3 millones de personas vacunadas, repite su último eslogan: el beneficio es mayor que el riesgo.
Hay investigaciones preliminares que respaldan la continuación del proceso de vacunación con Astrazeneca a pesar de las limitaciones que sobre su administración han aplicado varios países. Canadá y Alemania han sido los más recientes. Un reciente estudio del Hospital Universitario de Aarhus (Dinamarca) concluya para The Lancet que Astrazeneca “no parece incrementar los tromboembo
lismos”, aunque avisa, como volvió a hacer ayer la EMA, de que es necesaria una evidencia científica más consolidada.
Aunque es cierto que, en un lentísimo goteo, se registran más trombos –no sólo mujeres ni menores de 50 años–, los expertos en vacunología recuerdan que no existen fármacos sin riesgo, que no hay medicamentos sin efectos adversos, y preguntan retóricamente: “¿Te imaginas cuántas hospitalizaciones habría si los 45 millones de españoles se tomaran una aspirina?”. Esta cuestión ganará o perderá pronto sentido. La evidencia dará un veredicto.