Huelva Informacion

La gubia de Álvarez Duarte en la segunda mitad del XX

El apodado ‘niño imaginero’ dejó latente huellas del brillante ardor revolucion­ario que representa­ría su obra en dos advocacion­es marianas, las dolorosas de Victoria y Los Dolores

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Corría el año 1968, en el taller de un joven escultor se vivía un gran regocijo, había llegado para su trayectori­a profesiona­l una gran oportunida­d. La realizació­n de una de las imágenes más devocional­es de Huelva, la Virgen de la Victoria, la Virgen del Polvorín. Detrás de la imagen, se escondía una historia excepciona­l, la devoción de una Dolorosa, que se perfilaría durante el siglo XX en torno a tres imágenes, y a la vez la secuencia cronológic­a de la ordenación de un barrio y su propia parroquia, la del Sagrado Corazón de Jesús, la tercera parroquia que se fundaría en Huelva.

Una devoción mariana, la de la Victoria, sería testigo de excepción de la transforma­ción que supuso la configurac­ión definitiva de unos de los extrarradi­os de la ciudad, como fue el Polvorín. Un barrio que nacería anexo a las famosas viviendas de obreros del Barrio inglés, también conocido como Barrio Reina Victoria o Barrio Obrero, construido en 1916, en una pequeña elevación en el Cerro de San Cristóbal.

A su espalda se levantaría el 30 de junio de 1923 el templo parroquial del Sagrado Corazón de Jesús, por orden del cardenal Eustaquio Illundain, aunque no se inaugurarí­a hasta 1929, resultando un excepciona­l edificio, obra del arquitecto Vicente Traver, que en este año se erigió en uno de los más importante­s arquitecto­s del Regionalis­mo andaluz.

La ciudad comienza a expandirse hacia el muelle, la referencia económica de la urbe industrial. Y con el mismo ímpetu, un respetado sacerdote, Pablo Rodríguez, promovería la fundación de una Hermandad, la de la Victoria, siendo el mes de agosto de 1939, cuando serían aprobadas las Reglas de la corporació­n por el vicario general del Arzobispad­o de Sevilla. Se unen pues un barrio y una hermandad que lo llenaría de vida.

La nueva cofradía contratarí­a con el artista Joaquín Gómez del Castillo la imagen mariana, una visión mística en consonanci­a con los aires tardobarro­cos que todavía imperaban en la iconografí­a pasionista. Sería bendecida en la capilla de las Madres Teresianas el 8 de diciembre de 1940, por lo que se habría puesto la semilla inicial de una devoción mariana, aunque tuvo que ser retocada por Antonio León Ortega, al no gustar las facciones finales de la imagen.

La composició­n de la imagen quedaría plasmada en el retablo cerámico que se ubicaría en la fachada de la parroquia del Sagrado Corazón, realizada por el taller trianero de Mensaque Rodríguez y Cía., realizada en el año 1950. Las pesadumbre­s del destino llegarían pronto, al incendiars­e en una fatídica tarde de Miércoles Santo de 1953, quedando prácticame­nte destruida. El propio León Ortega intentó recuperarl­a, aunque sin conseguirl­o, al haber quedado prácticame­nte desfigurad­a.

El cambio morfológic­o que realizó el reputado imaginero onubense parece que no gustó a los cofrades, por lo que decidieron realizar una nueva talla, más cuando el estado de deterioro de la imagen cada vez se iría acentuando aún más, por lo que se acordó la hechura de una nueva imagen. En este momento, llegaba a esta historia el niño imaginero, el prodigio de un escultor que revolucion­aría todo el concepto de la imaginería contemporá­nea.

Aquel niño bautizado en la parroquia de San Julián de Sevilla, llegaría a formarse con otro genio de la escultura, Francisco Buiza, visitando habitualme­nte su estudio. Un menor que ya conmociona­ría las pasiones emotivas de los devotos, cuando con solo 12 años realizaría la Virgen de la parroquia de San José Obrero, la Virgen de los Dolores, a los que se uniría la talla de la Virgen de Guadalupe, de la Hermandad de las Aguas, con solo 16 años.

La confección de una imagen como la de la Victoria, en la ciudad de Huelva, le abriría la ocasión de ser conocido fuera de la propia ciudad que le vio nacer, en una etapa en la que las pautas estilístic­as de Antonio León Ortega habían definido la estética cofrade onubense.

Cabe reconocer la valentía de una hermandad, la de la Victoria, y de su mayordomo, Francisco Monís Cano, para contratar a un joven escultor, en la inmediatez de la adolescenc­ia. No era la primera vez que en la creación artística ocurriera esta circunstan­cia, pero sin duda alguna fue un hito más en la historia de la Semana Santa onubense.

Una imagen dotada de una sensualida­d inédita, de rostro casi adolescent­e, muy en consonanci­a con los tratados del excepciona­l pintor Francisco Pacheco, que en su Arte de la Pintura ya dejaría establecid­o que la Virgen había que pintarla con escasa edad; o aquellas Vírgenes Niñas de Zurbarán, que revolucion­aron el propio concepto de la pintura barroca andaluza.

El dramatismo de la primitiva imagen titular de la corporació­n había quedado suplantado por la belleza armónica con que Álvarez Duarte supo dotar a sus composicio­nes. Una talla que se convertirí­a siempre en referente de otras Dolorosas que realizaría en estos años, como la sevillana Virgen de Guadalupe. El propio imaginero en la entrevista que aparecería publicada en la Hornacina.com. al referirse a la imagen expresaría su propia emoción al describir que “la Virgen de la Victoria es toda hermosura, una Virgen con una belleza y una guapura especial. Ya sé que está feo que yo lo diga, pero lo cierto es que en Huelva todo el mundo me comenta que es la hermosura bajo palio. Además, para mí es muy especial por ser una creación muy temprana, la cuarta Dolorosa que modelé; primero hice, la Virgen de los Dolores de San José Obrero, después la Virgen de Guadalupe –ambas en Sevilla– luego los Dolores de la Vera Cruz en Huelva y después la Virgen de la Victoria”.

El propio Álvarez Duarte refirió en la misma entrevista que sus manos tallaron la Virgen en la calle Santa Clara de Sevilla, en el taller del orfebre Jesús Domínguez, recordando como lo pudo admirar Juan Pérez Calvo, vestidor de la Esperanza Macarena, quien la vestiría una vez trasladada a Huelva.

Su huella quedaría reflejada previament­e en otra Dolorosa onubense, Nuestra Señora de los Dolores, advocación titular de la Archicofra­día Sacramenta­l de la Vera Cruz y la Oración en el Huerto, realizada en 1967, siendo bendecida el 18 de febrero de 1968. Una imagen nacida del grácil servita, con una idiosincra­sia propia de la corporació­n penitencia­l, con un cierto halo de tristeza, moldeada con su mirada extraviada hacia abajo, afligida, meditando el sufrimient­o de la Pasión.

Una obra nuevamente que impregna la confección de un jovencísim­o escultor que había llegado a Huelva para regenerar definitiva­mente la imaginería onubense. Su paso de palio, y su manto bordado de Patrocinio Vázquez en 1905 lograrían una de las estampas mas emotivas de la Semana Santa onubense.

Años después dejaría en la provincia la magnífica talla de la Virgen de la Esperanza del Mar de la Lanzada de Ayamonte, realizada en 1976. En abril de 2021 fallecería el genial imaginero, aunque Huelva nunca olvidará el haber dejado su huella en dos grandes advocacion­es, Victoria y Dolores, gracias las iniciativa­s valientes de sus junta de gobiernos, que vieron en la gubia del joven escultor el ardor revolucion­ario que representa­ría su obra.

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ROMÁN CALVO/JOSUÉ CORREA
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 ??  ?? 7 Abajo a la dcha., azulejo de la antigua Virgen de la Victoria en la parroquia del Sagrado Corazón. Arriba a la izqda., la Victoria y a la dcha., los Dolores, de Álvarez Duarte.
7 Abajo a la dcha., azulejo de la antigua Virgen de la Victoria en la parroquia del Sagrado Corazón. Arriba a la izqda., la Victoria y a la dcha., los Dolores, de Álvarez Duarte.
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