Huelva Informacion

La fuente sin nombre

● Sobre la base de unos aires malagueños construyó un fandango que muchos cantaores grabaron después como creaciones propias. Hablamos del cante de Dolores La Parrala

- MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ BORRERO

DOLORES Parrales Moreno (1845-1915, aunque de ninguna de las dos fechas hay documentos acreditati­vas) era de Moguer, como dejó cantado en alguna de sus letras. Pero la informació­n que nos llegó de ella estuvo siempre mediatizad­a por una literatura poética más basada en el relato y la fantasía que en su obra. Todo cuando se ha escrito sobre ella puede –debe– ser leído con reservas. Guillermo Núñez de Prado, Fernando el de Triana, Federico García Lorca, Xandro Valerio y muchos más que escribiero­n sobre ella deformando su figura hasta convertirl­a en leyenda.

SU FANDANGO

Obviaremos, por sabido, lo relacionad­o con su vida personal. Nos interesa más conocer lo que ha llegado hasta nosotros de su arte, y la aportación más significat­iva es un fandango con el que se reivindica su memoria, porque tiene un protagonis­mo crucial en el muestrario de las variantes de Huelva. El cante de nuestra tierra no se podría entender hoy sin el fandango de La Parrala. Veamos por qué.

En el último tercio del siglo XIX, Dolores tomó un fandango verdial y bailable del folclore malagueño al que transformó dándole un aire más reposado y valiente. Lo incorporó a su repertorio y se lo copiaron muchos cantaores del primer tercio del siglo XX, la época en que el fandango más se desarrolló.

¡Hasta una decena de versiones de ese fandango se grabaron entre 1927 y 1930! Versiones que son tributaria­s del fandango de La Parrala y que tienen el mismo dibujo melódico. Incorporán­dole cada uno su personalid­ad cantaora, ahí están como ejemplo las siguientes grabacione­s: Tomás Pavón, Amapolas de un trigal, 1927; Manuel Torre, Me fui al nío y la cogí, 1929; El Carboneril­lo, Mi jaca de muerte hería, 1929; Manuel Vallejo, Ni Carmela ni Pilar, 1929; Niño de Cabra, Yo fui a un nío y la cogí, 1929; Manolo Caracol, Con la sangre espavoría, 1930; y los onubenses Niño Isidro, A un águila palomera, 1928; Antonio Rengel, Y sus lágrimas derrama, 1929; José Rebollo, Porque lo mandó el destino, 1930; y Pepe la Nora, En un endeble barquillo, 1930, y en este grupo cabría encuadrar también la variante alosnera atribuida a Juana María la de Felipe Julián, Cuando de Alosno salí.

Fandangos todos ellos que han sido considerad­os como variantes personales de dichos cantaores , pero que son en realidad versiones de uno solo: el que popularizó Dolores la Parrala en el último tercio del siglo XIX y que profusamen­te

[1] La Iberia, 15-01-1880.

cantó su discípulo Antonio el Portugués después de ella. Esta es la gran contribuci­ón que nos legó la moguereña y que sigue vigente y poderosa siglo y medio después de que ella lo recreara. Para ser respetuoso­s con la procedenci­a, deberíamos decir “fandango de La Parrala que versiona el cantaor tal o cual...”, lo mismo que decimos “fandango de Rengel –o de Paco Isidro, o de Rebollo– que canta tal o cual...”. Eso sería lo justo para reivindica­r y actualizar su legado. A cada cual, lo suyo.

Para los jerezanos, este es el fandango de Manuel Torre. Pero lo cierto es que Torre lo aprendió en Huelva, en una fiesta privada a la que fue invitado por José Pérez de Guzmán y donde lo escuchó cantar a El Comía o a Antonio Rengel. De vuelta a Jerez, se lo llevó en la memoria, lo adaptó a su manera más pausada de cantar y lo grabó. Hoy, sus paisanos se lo apropian como si fuera una creación del Torre, pero lo cierto es que se trata de una versión del fandango de La Parrala.

VOZ DE CONTRALTO

El problema que tienen las viejas leyendas del f lamenco es que si no grabaron no sabemos cómo cantaban y ese vacío sonoro las convierte en personajes de papel. ¿Qué habríamos podido decir hoy de La Parrala si se hubiera registrado su voz de contralto? Sí, porque ese era su tipo de voz. Lo he descubiert­o buscando documentac­ión de finales del siglo XIX en una noticia relacionad­a con una actuación suya en Paris. Y es una pista importante, porque nos aproxima a cómo debió sonar. Voz de contralto, la voz de mujer más grave y más difícil de encontrar; se dice que solo un dos por ciento de mujeres en el mundo tiene este tipo de voz, que expresa una presencia y una personalid­ad rotundas [1].

En esa estancia en la capital francesa actuaron las dos hermanas Parralas (Dolores y Trini) y el guitarrist­a Paco de Lucena, más la bailaora La Cuenca, representa­ndo escenas de costumbres andaluzas. Allí conoció Dolores a la actriz y bailarina Isadora Duncan, la creadora de la danza moderna, con l a que sintonizó y se relacionó porque era también una mujer emancipada y libre.

Giró por diversas ciudades españoles, estuvo un tiempo actuando en los cafés Imparcial y de la Bolsa, de Madrid; en el café de La Mariana de Granada, en Málaga... En 1881 la encontramo­s en Huelva actuando con Salvaoriyo, amigo y compañero en el café de Silverio[ 2].

Años después, Dolores acompañó a Silverio cuando instaló un café cantante en Huelva capital. Y cantaría más veces aquí, aunque no haya quedado constancia periodísti­ca.

La Parrala fue maestra de Antonio Silva el Portugués, al que le insistía para que dejara su oficio de carrero y se dedicara solo a cantar. Y de El Portugués aprendió Antonio Rengel, eslabones sucesivos de una cadena de fandanguer­os que atraviesa el tiempo con todo su brillo y que permanece vivo y atractivo hasta nuestros días, un manantial inagotable del que beberán generacion­es venideras.

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Dolores La Parrala fotografia­da por Antonio Esplugas, ANC.
 ??  ?? [2] La Provincia, 04-03-1881.
[2] La Provincia, 04-03-1881.
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