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Íntimo adiós a Felipe de Edimburgo

● El funeral del consorte de Isabel II estuvo marcado por la sobriedad y exento de discursos de familiares o allegados ● La reina se sentó apartada, sola, vestida de negro riguroso

- Patricia Rodríguez (Efe) LONDRES

El funeral por el duque de Edimburgo se celebró ayer con una solemne ceremonia en la capilla de San Jorge, en Windsor, para conmemorar la vida y el legado del consorte de Isabel II, con apenas 30 invitados y un pequeño coro que interpretó temas selecciona­dos por él mismo.

Fue un acto sobrio, de escala reducida a causa de la pandemia, sin sermón ni discursos de familiares o allegados –pues solo hablaron el deán de Windsor y el arzobispo de Canterbury– y con curiosos detalles cuidadosam­ente diseñados en vida por el propio príncipe Felipe.

Entre algunos toques personaliz­ados de este evento histórico, precedido por un cortejo fúnebre con fuerte presencia de las Fuerzas Armadas británicas, figuró un altar de nueve cojines decorado con insignias muy significat­ivas para el difunto.

Entre ellas, medallas y condecorac­iones asignadas por el Reino Unido y países de la Mancomunid­ad Británica de Naciones (Commonweal­th), junto con la insignia alada de la Real Fuerza Aérea o las insignias de Dinamarca y Grecia -Orden del Elefante y Orden del Redentor respectiva­mente-, en un guiño a su infancia como príncipe de Grecia y Dinamarca.

La simplicida­d marcó una ceremonia en la que la Reina se sentó apartada, sola, de negro riguroso, con sombrero a juego y la consabida mascarilla por la pandemia.

El resto de invitados vistieron de civil, rompiendo con la tradición que normalment­e obliga a llevar uniforme militar en funerales reales. Un medida adoptada por la Monarca para evitar, al parecer, que su nieto Enrique quedara excluido de esa etiqueta protocolar­ia.

El hijo menor de Carlos de Inglaterra y la malograda Lady Di perdió sus títulos militares cuando en 2020 se apartó de sus funciones como miembro de la realeza para llevar una vida independie­nte, fuera del Reino Unido, junto con su esposa, Meghan, duquesa de Sussex.

Los varones llevaron abrigo negro, con medallas e insignias mientras que las mujeres vistieron atuendos de día.

En la ceremonia, basada en lecturas bíblicas y cantos religiosos, el duque fue descrito como un hombre “amable, con sentido del humor y humano”, por el deán de Windsor, David Conner, el único que tomó la palabra junto al arzobispo de Canterbury, Justin Welby.

“Nos ha inspirado su lealtad inquebrant­able a nuestra reina, su servicio a la nación y a la Commonweal­th, su coraje, fortaleza y fe. Nuestras vidas se han enriquecid­o a través de los desafíos que nos presentó, el coraje que nos dio, su amabilidad, humor y humanidad”, dijo Conner en casi la única referencia personal en el funeral al difunto, por expreso deseo suyo.

También el cortejo fúnebre que precedió al servicio religioso llevó la firma inconfundi­ble del duque. Su fuerte vinculació­n con todo lo militar quedó manifiesta desde el comienzo de la procesión.

De hecho, antes de que el cortejo comenzara a moverse, guardias de la Caballería y Guardias a pie

Los varones llevaron abrigo negro, con medallas y las mujeres vistieron atuendos de día

ocuparon sus posiciones en el parterre del castillo de Windsor, y fue la Banda de la Guardia Granadera, de la que el príncipe fue coronel durante 42 años, la encargada de liderar la procesión, seguida de altos mandos del Ejército.

El duque gozó de una distinguid­a carrera en la Marina británica y pese a que dejó el servicio activo en 1951, siempre continuó muy conectado a la vida militar durante su vida pública.

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DAVE HENKINS / EFE El féretro del duque de Edimburgo, en el Land Rover, seguido por miembros de la familia real británica y flanqueado por portadores de Pall.
 ?? D. JENKINS / EFE ?? El ataúd del duque de Edimburgo en las escaleras de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor.
D. JENKINS / EFE El ataúd del duque de Edimburgo en las escaleras de la Capilla de San Jorge en el Castillo de Windsor.

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