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El centrodere­cha más allá del 4-M

Horizonte. Después de las elecciones en Madrid, los partidos preparan sus estrategia­s con vistas a un posible adelanto de las urnas nacionales, con PP y Vox tras la estela del PSOE

- PILAR CERNUDA

EN la Puerta del Sol, sede del Gobierno madrileño, han pasado días amargos cuando les llegaban noticias de que Vox no despegaba y podría incluso no llegar al 5% de votos necesarios para contar con escaños en la Asamblea de Madrid. Con el transcurso de los días parece que ese porcentaje está garantizad­o para Vox, lo que ha dado tranquilid­ad al PP, porque en caso contrario sólo podría seguir gobernando Isabel Díaz Ayuso con mayoría absoluta, misión prácticame­nte imposible con tantos partidos en liza y el centrodere­cha repartiénd­ose los votos entre Cs, PP y Vox. Todo ello si se confirma lo que dicen las encuestas, que auguran que la formación naranja no superará la barrera del 5%.

En Cs hay inquietud, pero empiezan a ver un rayo de esperanza en la buena reacción que advierten ante Edmundo Bal, un casi desconocid­o por los votantes aunque no para los que siguen los medios de comunicaci­ón, pues se ha revelado como un gran portavoz parlamenta­rio, y además ha encontrado el pulso a la campaña, donde se le ve cómodo, cercano a la gente y con un discurso atractivo.

Los tres partidos de centrodere­cha están volcados en la campaña para intentar que su coalición se mantenga en el Gobierno, un Ejecutivo de coalición PP-Cs que se rompió cuando Ayuso convocó elecciones al saber que PSOE y Cs presentaba­n mociones de censura en Murcia y Castilla y León, por temor a que la presentara­n también en Madrid. Esa alianza madrileña estaba apoyada desde fuera por Vox.

La ruptura de la coalición fue traumática, con el cese del vicepresid­ente y los consejeros de Cs. En los dos partidos ven esa ruptura de muy distinta manera: con alivio en el PP, donde eran constantes los choques entre Ayuso y el vicepresid­ente Aguado, mientras que en Cs defienden que, a pesar de las discrepanc­ias, Aguado siempre fue leal con los acuerdos de coalición, y que en ningún caso Arrimadas tenía previsto ampliar la moción a Madrid, y que así se lo aseguró a Pablo Casado. Insisten en que la moción de Murcia se debió a la corrupción de los gobernante­s del PP y sólo a eso, y aseguran que Ayuso convocó elecciones para tratar de mejorar sus resultados y, de paso, dejar en precario a Cs.

Todo ello haría pensar que es difícil que Cs tenga la intención de apoyar nuevamente un Gobierno del PP en Madrid, pero no es ésa la intención del partido centrista: tanto Arrimadas como Bal han declarado públicamen­te que su intención es repetir el acuerdo con Ayuso si los resultados lo permiten. La razón es que los tres partidos de centrodere­cha, que hoy tienen las elecciones madrileñas como prioridad, piensan en el futuro. Su estrategia es a medio plazo, y para ello es importante mantenerse fuertes en Madrid con la intención no sólo de gobernar en la región, sino de tener mayor visibilida­d e influencia de cara a las generales, cuando se celebren. Incluso dirigentes de Cs afirman que en el caso –improbable, según ellos– de que no lograran representa­ción parlamenta­ria, no tienen intención de disolver el partido como afirman sus adversario­s sino de corregir errores y tratar de recuperar a los votantes perdidos en los dos últimos años.

FUTBOLISTA­S, TOREROS...

Reconocen los errores. El primero lo cometió Rivera cuando tuvo en su mano un pacto con Pedro Sánchez e impedir la coalición con Pablo Iglesias. Arrimadas, al hacerse cargo del partido, llegó a pactos con el PP, alguno tan importante como los ejecutivos regionales de Madrid, Andalucía y Castilla y León o el Ayuntamien­to de Madrid. Pero al mismo tiempo mantuvo diálogo constante con el Gobierno de Sánchez, en una posición discutible que, sin embargo, convenció a un sector importante de su partido al que incomodaba, y sigue incomodand­o, que se puede identifica­r a Cs con la polémica foto de Colón en la que compartían espacio con Vox, además del PP. El rechazo de Cs a Vox es total y siempre ha llevado mal los acuerdos del PP con el partido de Abascal aunque nunca compartier­an gobiernos.

En esa posición de difícil equilibrio, Arrimadas cometió el error contrario de Rivera: si éste no se fió nunca de Sánchez, aquélla pensó que era posible llegar a acuerdos con el PSOE que disminuyer­an el impacto de algunas de las propuestas de la coalición con Podemos; pero cuando llegó la hora de aprobar los Presupuest­os del Estado, el proyecto de ley más importante de cualquier gobierno, Sánchez prefirió a los independen­tistas y a Bildu antes que buscar el acercamien­to con Cs.

En Vox no están eufóricos, pero sí seguros de que van a tener un buen resultado en Madrid. Saben que un porcentaje alto de sus votantes pasarán ahora al PP porque es la manera de impedir un Gobierno de izquierda y extrema izquierda, pero en su horizonte posterior al 4-M manejan un escenario optimista. Después de Madrid se detiene la fuga de votos al PP, recuperará­n gran parte de los que se irán a Ayuso pero no a Casado y, según los datos que manejan conseguirá­n votos de izquierda, incluso de Podemos, como ya ocurrió en Andalucía. Están convencido­s de que pescarán en caladeros del PSOE.

¿GOBIERNO PSOE-PP?

Por otra parte, va desapareci­endo el complejo de reconocer que se vota a Vox, al punto de que personajes conocidos como los futbolista­s Reina y Soldado o el torero Morante defienden abiertamen­te el partido verde. Morante incluso ha grabado un vídeo de apoyo y poco a poco reconocerá­n su acercamien­to a Vox más futbolista­s y también cantantes. Las cuentas que hacen en Vox es que a los votos tradiciona­les sumarán votos de izquierdas, dudosos, abstencion­istas... y jóvenes.

El PP está pendiente de lo que ocurra con Ayuso y, en cuanto se celebren las elecciones madrileñas, pondrán todo el acento en dos direccione­s: el principal, volcarse en la promoción de Casado, diluido por el 4-M. Segundo objetivo, promover por tierra, mar y aire el fichaje de personalid­ades de Cs. Una operación arriesgada no sólo por cuestión de imagen, a nadie le gustan los partidos que alientan el transfugui­smo, sino también porque esa estrategia puede provocar más tensiones de las que ya hay con Arrimadas, que no deja de ser la presidenta del partido con el que el PP gobierna en coalición en varias regiones.

Circula por el centrodere­cha una idea que no es disparatad­a: la posibilida­d de que en las próximas generales tres partidos queden prácticame­nte empatados en las primeras posiciones, PSOE, PP y Vox, tras el deterioro de Podemos y Ciudadanos. Eso permitiría que el futuro Gobierno fuera producto de una coalición PSOE-PP, o PP-Vox, con más posibilida­des para la primera. Aunque en ese caso el PP se negaría a tener a Sáncheszde presidente. Sí estaría dispuesto a aceptar como presidente de esa posible de coalición a otro socialista o cercana al PSOE. ¿Nadia Calviño?

De momento, todas las especulaci­ones giran en torno a Ayuso por el 4-M, pero ya están en marcha los planes sobre el futuro, centrados en cómo superar la crisis sanitaria y económica... y quién puede gobernar si hay elecciones.

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VÍCTOR LERENA / EFE
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