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Una etapa sin el Barcelona

El sprint por la Liga deja un hueco vacante esta vez por la ausencia por la final copera El Atlético recibe al Eibar y el Madrid se mide al Getafe

- Efe MADRID

El sprint final en LaLiga Santander encara una trigésima tercera jornada en la que el Atlético de Madrid se afana en resistir la presión de sus rivales en la lucha por el título, cuya misión es persistir en el acoso.

Con un programa concentrad­o en el domingo y con dos partidos aplazados por la disputa de la final de la Copa del Rey entre el Athletic y el Barcelona, el Atlético defiende la iniciativa en la carrera hacia la corona en la que están inmersos el conjunto azulgrana y el Real Madrid y, a la que se ha sumado, a mayor distancia, el Sevilla.

Recibirá el conjunto de Diego Pablo Simeone al colista, el Eibar.

La necesidad del cuadro vasco de los puntos en su angustiosa pelea por la permanenci­a convierte lo que podría ser un partido fácil para el Atlético en un encuentro que exige la máxima atención.

La dubitativa marcha en las últimas jornadas del líder lo obliga a recomponer­se para defender el punto que tiene sobre el Real Madrid, los dos sobre el Barcelona y los seis sobre el Sevilla. Además, lo hará sin el goleador Luis Suárez y Joao Félix, lesionados.

Correa, Yannick Carrasco y Marcos Llorente se perfilan como la línea atacante y Koke llevará la manija. Simeone tiene las dudas de Trippier y el zurdo Lemar.

El Eibar, que no gana partido alguno desde el 3 de enero y que nunca ha vencido a domicilio al Atlético, también tiene la notable baja de su principal factor de desequilib­rio por banda, el joven internacio­nal Bryan Gil, así como el centrocamp­ista Pape Diop.

José Luis Mendilibar tratará de reforzar la medular y de que su equipo demuestre su habitual valentía que esta campaña no se está viendo reflejada en ataque. De hecho es el equipo menos goleador –junto al Getafe–. Prueba, por lo tanto, más que exigente ante un líder que es el equipo que presenta la mejor defensa del torneo.

Es precisamen­te el cuadro getafense el que pondrá a prueba al Real Madrid en el Coliseum Alfonso Pérez, donde el equipo del francés Zinedine Zidane acude a por su quinta victoria liguera seguida para mantener intactas sus opciones de revalidar el título.

Se presenta pletórico de moral después de certificar en Anfield su pase a las semifinale­s de la Liga de Campeones, pero físicament­e al límite. Carvajal se reincorpor­aba ayer a los entrenamie­ntos, aunque no entraba en la lista y Mendy también se caía por una sobrecarga. Kroos es duda también por problemas físicos. Además, al desgaste acumulado y a las numerosas e importante­s bajas se han sumado por sanción Nacho y Casemiro. Zidane está obligado a buscar soluciones.

Para el conjunto de José Bordalás el encuentro no es menos importante. Se ha metido en un lío. Ha ganado solamente un partido de los últimos doce disputados y tiene la zona roja a seis puntos. Tradiciona­lmente, no se le da bien el Real Madrid, al que no gana desde agosto de 2012 y al que no le ha marcado en los últimos cinco partidos.

Y mientras el Barcelona se centraba en la final, el Sevilla tiene otro partido de enjundia en el Reale Arena ante la Real Sociedad. Las cuatro victorias y un empate en los últimos cinco encuentros han permitido al equipo de Lopetegui amarrar casi la Champions a la par que lo mantienen a la expectativ­a de luchar por lo máximo. Tres años lleva la Real sin vencer al Sevilla y tiene las bajas de Mikel Merino, Silva e Illarramen­di.

El Sevilla, el cuarto en discordia en la lucha por la Liga, visita a la Real Sociedad

Leo Messi volvió a parecerse en el Estadio de la Cartuja al Leo Messi que se convirtió en el dios del fútbol mundial y le dio al Barcelona su título número 31 de la Copa del Rey. El argentino se afeitó y con ese look recordó a aquel jovencito que maravilló a todos los aficionado­s al fútbol en su irrupción como azulgrana para ocupar, sin discusión posible, el trono del balompié en el universo durante tantos años. No hubo discusión posible, paredes, irrupcione­s desde atrás, visión del juego siempre, mando y encima dos goles de una factura impecable, con pases a la red que firmarían los más grandes de la historia. Messi no tiene nada que envidiarle a ninguno de ellos, le podrán afear no haber ganado jamás el título con Argentina, pero no hay dios más grande en este deporte y lo ha demostrado un montón de veces con este Barcelona, al menos en la Copa del Rey, porque, sin duda, no es normal que no haya ganado más Champions con semejante nivel futbolísti­co.

De la mano de este gran Messi, y por qué no decirlo también de Griezmann y de De Jong, la superiorid­ad del Barcelona sobre el Athletic llegó a ser insultante. Los hombres que vestían ayer de amarillo fueron infinitame­nte mejores desde la primera campana hasta la última y lo extraño es que tuvieran que esperar hasta la segunda mitad para plasmar en el marcador tan tremenda distancia entre los dos equipos que competían por conquistar esta Copa del Rey. Los barcelonis­tas circularon por una galaxia completame­nte diferente desde el pitido inicial y la distancia entre uno y otro equipo fue sencillame­nte sideral, como si se dedicaran a la práctica de dos deportes diferentes o, también, como si se enfrentara­n un equipo de juveniles con otro que juega todos los días en la mejor competició­n que se pueda organizar.

Había sido sencillame­nte milagroso que el Athletic saliera ileso en el arranque del juego, que la final no hubiera quedado finiquitad­a en los diez primeros minutos. El Barcelona partía con la intención de no dejar ni una sola opción a la duda y movía la pelota con velocidad en las cercanías de Unai Simón para que se produjeran tres ocasiones de gol, una de ellas clarísima, en esos diez primeros minutos.

Pero el fútbol no entiende de merecimien­tos y sí de meter la

pelotita entre los tres palos, algo que no llegó a hacer De Jong de una forma realmente increíble. Corría el minuto 5, cuando Messi se metía solo en el área vasca y dejó el pase atrás para el centrocamp­ista holandés. El primer gol parecía ya un hecho, pero el disparo se estrelló en el poste para alivio de todo el Athletic Club.

Después llegaron las otras dos opciones para Dest, en un disparo que debió ser fácil para él, y para Messi, después de una combinació­n de carambolas de billar con Griezmann y la devolución del francés. Pero no llegaba ese cero a uno que plasmara en el marcador las diferencia­s entre uno y otro equipo y eso conducía a que el cuadro azulgrana fuera subiendo el pie del acelerador, que no siguiera con su acoso.

A pesar de que el Athletic Club jamás llegó a sentirse cómodo y estuvo excesivame­nte dominado, es cierto que Íñigo Martínez pudo anotar el primero en ese arreón inicial en el remate de una falta muy mal defendida por los hombres de Ronald Koeman.

Todo se atemperó después del arranque, sin embargo, y a pesar del dominio del Barcelona ya no eran tantas las aproximaci­ones hasta Unai Simón, más allá de una pared entre Messi y Mingueza. El Athletic había salvado la primera embestida y era cuestión de tratar de mejorar las cosas tras el intermedio.

Marcelino García Toral lo iba a intentar con la entrada de Lekue por un Muniain demasiado renqueante por sus problemas físicos, pero tampoco le iba a servir de mucho, el Barcelona estaba en un nivel al que el Athletic no podía llegar ni en sueños.

Seguía siendo algo prácticame­nte esotérico que el Barcelona no se pusiera por encima en el arranque del segundo acto. Primero, Unai Simón metía un pie increíble en un remate con todo a favor de Griezmann, después el guardameta internacio­nal volvía a lucirse en una pelota rebotada que le cayó a Busquets en el área pequeña para abrir el marcador. Nueva intervenci­ón magistral del portero vasco, que también se lució en un disparo de Pedri.

Por medio, Iñaki Williams tuvo la opción de adelantar a los suyos, pero era un verdadero espejismo, el Barcelona estaba a años luz y sobre la hora ya se abrió la espita para que se marcaran claramente las diferencia­s entre unos y otros. De Jong le puso el balón por delante a Griezmann y el francés justificó la apuesta de Koeman por él. El Barcelona, esta vez sí, caminaba por delante y con todo merecimien­to.

Tanto, que en una secuencia rapidísima se colocó con un 0-4 en apenas 12 minutos. De Jong, en cabezazo en plancha, antes de los dos pases a la red de un Messi sublime. El título, pese al dolor de un Athletic que ha perdido dos finales en el breve espacio de dos semanas, se iba para un Barcelona sencillame­nte superior. Cuando Messi se afeita y juega con el afán de aquel jovenzuelo, sólo queda rendirle pleitesía, no hay más.

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KIKO HUESCA / EFE Diego Pablo Simeone, abrigado, sigue el entrenamie­nto de ayer del Atlético de Madrid.
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FOTOS: ANTONIO PIZARRO Leo Messi levanta el trofeo como campeón de la Copa del Rey tras entregárse­lo Felipe VI en el Estadio de la Cartuja.
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Los futbolista­s del Barcelona celebran su conquista en el césped.

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