“Hay que tener cuidado con el idealismo. Era lo que movía a Hitler y a Stalin”
Un día, hace ya muchos años, cayó en manos de Andrés Pérez Domínguez un ejemplar de Lo que ha quedado del imperio de los zares, de Manuel Chaves Nogales. La lectura de aquella obra maravilló al autor de El factor Einstein o El violinista de Mauthausen, que vislumbró en esa gente que había dejado Rusia tras la Revolución de 1917 una novela potentísima. Pérez Domínguez no respondió entonces a aquel impulso. “Me dediqué a escribir otros proyectos, también a vivir, que es lo que hacemos todos”, recuerda. Hasta que aquella idea se cruzó con otra que albergaba también en su cabeza: “Llevaba tiempo buscando un personaje que protagonizara varias ficciones con las que atravesara las décadas centrales del siglo XX, un tiempo que a mí me interesa muchísimo”. Una y otra vez se le aparecían los contornos de Gordon Pinner, el protagonista de La clave Pinner, una intriga que había publicado, con notable éxito, en 2004. “Así que sumé dos más dos. La lectura de Chaves Nogales, que ya tenía al
tersburgo
Es un hombre lleno de dudas, lo era antes y lo sigue siendo, aunque en esta historia lo he rejuvenecido: antes era un Gordon Pinner de 42 años y ahora tiene 27, es un joven al que no se le han abierto los ojos del todo aún. Hay algo muy interesante en esto: cuando lo creé yo andaba en los 25, 26 años, y él era mayor que yo, y ahora se han cambiado las tornas.
–La juventud de Pinner no está reñida con cierto desencanto. En algún momento piensa que los bolcheviques no están tan lejos de los Románov... que he comentado antes, eso de que muchos nobles se alegraran del cambio porque Nicolás II no les caía simpático.
Nos equivocamos si pensamos que los rusos que se exiliaron en París eran todos nobles con la vida resuelta”