El ‘Aplauso’ de Hugo Stuven
El fallecido realizador de programas musicales de TVE marcó estilo a finales de los años 70 con este programa que dirigía José Luis Uribarri
F. A. Gallardo
El mismo creador de Estudio Abierto, el primer talk show en directo de TVE, Solly Wollodarksy, una figura poco conocida sobre los formatos en Prado del Rey, fue el que convenció a José Luis Uribarri para que en el verano del 78 probara con un formato musical para los domingos. El realizador Hugo Stuven, fallecido hace una semana , propuso retomar la idea de una revista pop visual, Musiqueando, que tenía en mente. Uribarri cambió el nombre por Aplauso, que es el título de uno de los espacios de entretenimiento más recordados en la historia de la pública. Estuvo entre 1978 y 1983 (su relevo fue Tocata), una proeza por entonces.
El eurovisivo Uribarri era por entonces director de relaciones públicas de TVE y de ahí que sólo apareciera en los primeros programas. Aplauso era un relleno dominical que fue un éxito en aquel aburrido verano televisivo por lo que pasó a la tarde de los sábados, ocupando la franja de El circo de T VE, que pasó a los jueves. Tesoros de la tele, en La 2, dedicó la entrega de este jueves a Stuven con un recopilatorio de actuaciones estelares que pasaron por Aplauso y por espacios anteriores en la carrera del realizador como Voces a 45 o 300 Millones y posteriores como Caliente y Pero ¿esto qué es?.
Pero el nombre de Aplauso es el que destaca en la experimentación de este realización de origen chileno que plasmó las primeras actuaciones de la casa a cámara lenta, mediante el videodisco. De los formatos estadounidenses tomó la idea del concurso de baile y quiso llamarlo Disco Dance, pero Uribarri, que desconfiaba de la sección discotequera, optó por el viejuno La juventud baila. Es el segmento más recordado de esta revista que estaba abierta a todos los géneros musicales e intérpretes.
Aplauso llegó a concebirse icomo una lista tipo Los 40, siguiendo además el Top of the Pop de la BBC, contenido maestro para tantos espacios similares. Finalmente se prefirió ese Musiqueando cambiado de nombre, con guion del radiofónico José Ramón Pardo.
Uribarri se apropió de la parcela pero por incompatibilidades con su cargo directivo la presentación la tuvo que dejar a otros. De ahí la oportunidad que tuvieron Silvia Tortosa, José Luis Fradejas o Nacho Dogan (“qué fuerrte, hermanos marchoosos”, animaba a los figurantes en el plató), con su cara blanca.Fue también salida para rostros de continuidad como Mercedes Rodríguez o Isabel Borondo (las llamaban despectivamente “bustos parlantes”).
Sus útimas conductoras son conocidas actrices de nuestras series: Amparo Larrañaga, María Casal y Adriana Ozores.
NO hay serie de hoy que pudiera trazar un personaje de comedia tan poliédrico y auténtico como él. Fuera del contexto intimista y de claroscuros de los programas de Jesús Quintero los relatos de Juan Joya siguen intactos en su sinceridad e ingenuidad. Son confesiones de buscavidas, del Lazarillo del Tamarguillo que sobrevivía con el ingenio de pasarlo lo mejor posible con las lumbares cuidadas como reliquias de familia. Cuidaba mucho de su “columna vertegral”. El Risitas suena a vecino del barrio, a las calles nuestras, a gente que exprime la vida y su forma de vivir.
El mosaico de producción propia de los vagamundos y los ratones coloraos no era una galería para reírse de los frikis sino que era un espejo, algo deformado, de nuestra barriada. Con humor, ternura y unas gotas de desencanto. Andalucía de la casapuerta y de la mesa de dominó. Quintero siempre elaboró una televisión pública de vino de sacristía. Falta talento y riesgo para reeditar ese espíritu porque tal vez pertenece a otro momento.
El Risitas ha vivido realmente como siempre quiso aunque la imprevista popularidad le sacó de quicio todos los excesos. Lo de los memes por todo el mundo, con subtítulos en los países más recónditos, son un reconocimiento a su carcajada pegajosa, hiperbólica, casi hipnotizante. Como una película de Bergman, en versión original gana y a El Risitas hay que oírle con ojos de hoy. Recuperar los vídeos de sus entrevistas al cabo de los lustros nos presentan a un tipo encantador, de agridulce naturalidad, y que era más cómico con sus relatos de la vida real que con sus chistes.
Como sucedía con el gran Chiquito de la Calzada, hizo reír a todos y todos les remedaron. Forman parte de los recuerdos colectivos y cualquier español en un momento de tensión sería capaz de relajar el ánimo si le dicen un “tedacuén” o un “cuñaoo”. Sevilla y Málaga no están tan lejos.
El Risitas y Chiquito dicen que se han ido pero siguen la mar de presentes.