Usted no sabe con quién está hablando
Raro producto bien facturado que gustará a quienes gustan de la violencia extrema trufada de ironía y cierto sentido de un humor negrísimo. Dos líneas narrativas se entrecruzan en ella. La del tipo tranquilo, incluso de respuesta timorata y cobardona frente a una agresión que pone en peligro a su familia, pero que llevado al límite se convierte en un brutal agresor (las líneas, por ejemplo, de las series del Charles Bronson convertido de arquitecto en justiciero de la noche en su versión popular, de Liam Neeson haciendo lo mismo con una estética menos cutre o de Perros de paja en su versión de culto). Y la del tipo sólo aparentemente tranquilo y timorato que esconde un pasado oscuro de violencia despertado al ser agredido. Todo se entiende mejor si se sabe que uno de los productores de esta película es David Leitch, un especialista en luchas que dobló a Brad Pitt y Van Damme para después meterse a productor y director pariendo obras tan representativas de sus intereses estéticos y temáticos como John Wick (historia de venganza disparatada donde las haya) o tebeofilms como Atómica y Dead Pool 2.
Letitch tira de Ilya Naishuller, un autor ruso de videoclips y alguna película de acción brutal ( Hardcore Henr y, también una historia de venganza con cyborg de por medio), idóneo para su estilo de cine. Frente al asalto a su casa el protagonista se muestra tan contemporizador y blandiblú que se gana el desprecio de su familia. Y ello despertará al monstruo que dormía en su interior. Un pretexto para la exhibición de una violencia extrema resuelta coreográficamente, efectos espectaculares técnicamente perfectos, imágenes potentes puestas al servicio de una brutalidad que se auto absuelve por medio de la ironía. Todo es un juego de apariencia suciohiper-realista pero de contenido tan disparatado que es imposible tomárselo en serio. Afortunadamente. Lo mejor, la interpretación de Bob Odenkirk, excelente secundario de larga carrera –baste, por citar un título reciente, su gran interpretación del periodista Ben Bagdikian en la tan apreciable Los papeles del Pentágono– que logró la popularidad gracias a la serie Better Call Saul y aquí logra hacer casi creíble el proceso de desquiciamiento del protagonista.