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CLAVES EMOCIONALE­S DEL TERREMOTO POLÍTICO

- MANUEL CAMPO VIDAL

EN la marea de artículos y declaracio­nes explicando la gran victoria electoral de Isabel Díaz Ayuso, del PP de Madrid, destacó una frase clave de la vicepresid­enta socialista Carmen Calvo: “Ha sido una derrota... que no nos esperábamo­s”. Quizás en esa duda a mitad de frase evitó decir “humillante”. Pero aun así no tiene desperdici­o. “No nos la esperábamo­s”, afirma. Descartand­o que mintiera, su sorpresa confirma definitiva­mente que los jefes socialista­s llevan mucho tiempo sin subirse a un taxi, sin escuchar conversaci­ones en el metro o el autobús, sin hablar con jóvenes hastiados por el paro y las restriccio­nes... y sin entrar a restaurant­es populares de los que ofrecen en su carta Patatas a lo Ayuso con un par de huevos. Cualquier persona informada, con ojos y oídos bien abiertos, intuía que Ayuso iba a arrollar; pero, enfrente, había encuestado­res que pronostica­ban un empate, estrategas que enviaban al candidato Ángel Gabilondo al matadero e iluminados cortoplaci­stas que recomendar­on asaltar con moción de censura el Gobierno regional de Murcia, sin reparar en que activaban la bomba electoral de Madrid.

“Los números daban en Murcia para acabar con la derecha en el Gobierno al sumar diputados socialista­s y de Ciudadanos, pero el PP corrupto contraatac­ó comprando parlamenta­rios tránsfugas”, fue la explicació­n oficial de la izquierda. Bueno. Pero hay otra: en Ciudadanos había dos diputadas enfrentada­s a muerte; una debía ser la presidenta y se disponía a liquidar a la otra y eso se sabía en la pequeña Murcia. Así que no es seguro que el número dos del PP tuviera que comprar literalmen­te a nadie. Debió bastar con una pregunta: “¿Tú prefieres ser mañana mismo consejera del Gobierno o cadáver político?”. Más análisis emocional y menos aritmética.

Díaz Ayuso está en deuda con los estrategas socialista­s que le facilitaro­n convocar elecciones en Madrid por la afrenta de Murcia y que no detectaron el estado anímico de la población después de un año largo de pandemia y paro. Ayuso ofrecía cercanía y frases sencillas, inspirador­as, incluso simplonas a veces. Simplifica­ción trumpista, se ha etiquetado. Quizás. Mientras, los socialista­s siguieron el juego a Pablo Iglesias que lanzó la máxima de “Fascismo o democracia”. Un despropósi­to. Madrid no es fascista, aunque se inclinara ahora por la derecha populista, incluso en los barrios obreros, y ofreció un espectácul­o democrátic­o al votar en paz el 75% del censo. Los únicos sobre actuados fueron los ultraderec­histas de Vox y el propio Pablo Iglesias que acabó saliendo de la política institucio­nal. En su discurso reconoció que generaba mucha más animadvers­ión de la que imaginaba. “Hubiera votado al socialista Gabilondo porque es solvente y honesto, pero no para que se aliara después con Iglesias”, explican algunas personas. Le puede pasar a Pedro Sánchez en dos años. Pero aún no hay nada seguro

Lo único cierto es que ha comenzado en Madrid, en torno al PP, la reunificac­ión de la derecha española. Ciudadanos se desvanece y Vox se mantiene, con un leve crecimient­o. Antes, para gobernar Madrid se necesitaba­n sus votos; ahora sólo su abstención. Madrid es muy importante, tanto como la séptima parte de España. Pero solo es la séptima parte. Veremos

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