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“El inglés ha ganado la partida en la UE”

MARTA DOMÍNGUEZ Analista

- Carlos Rocha

– Decís que el francés ya casi sólo sirve en Bruselas para pedir una cerveza.

–Hay una red política, de lobbies y de consultora­s alrededor del barrio europeo que es todo en inglés. Es la segunda ciudad del mundo con más extranjero­s después de Dubái. El francés sirve para pedir una cerveza, pero a veces ni eso. Los camareros, por costumbre o porque no son de aquí, prefieren el inglés. Profesiona­lmente creo que no he utilizado el francés ni una sola vez.

– El inglés, después del Brexit, se está convirtien­do en la lingua franca de la UE. ¿No es una paradoja?

–El Brexit es una tragedia, pero al inglés de Bruselas le ha

La identidad europea se consolida de otras maneras. En España hay rotondas desde que televisan el Tour”

servido como empuje. Al no ser el idioma de nadie es un poco más de todos, así que es probable que se siga extendiend­o.

– ¿Ha tenido alguna influencia en los debates recientes el papel del inglés como idioma de todos y de nadie? –Los franceses han intentado promociona­r su idioma, pero la tendencia es la contraria y su propuesta casi se tomó a broma. En Bruselas cada vez se habla un inglés más propio. No es un dialecto, estamos lejos de eso, pero hay expresione­s que decimos todos y que tienen su origen en otro idioma. Desde que se fueron los británicos, no hay nadie para corregirte esas expresione­s un poco incorrecta­s, la profesora ha salido de clase. – ¿Han llegado a ese inglés de Bruselas los tacos?

–No, todavía no, pero llegaremos a eso.

– ¿Hay ya alguna expresión tomada del español?

–Yo la que siempre digo es in principle, en principio, que en inglés suena rarísimo, aunque no es del todo incorrecto. Tengo una amiga irlandesa que, cuando la oye, le llevan los demonios. – ¿Cómo llevan los franceses o los alemanes que su idioma no sea el principal? –A los alemanes no es que les de igual, pero ven la batalla perdida. Hay tres lenguas de trabajo en la Comisión, inglés, francés y alemán. Eso es, en parte, porque los alemanes lo han querido así. El francés era el idioma diplomátic­o y, en el Tratado de Roma, cuando se constituyó la Unión, se utilizaba como lingua franca. Eran tres países francoparl­antes y otros tres donde hablaban bien el francés. Desde entonces han ido perdiendo pie. Primero, la Unión empezó a tratar asuntos relevantes a nivel regulatori­o. El idioma de los negocios ya era el inglés. Luego, las expansione­s del 95 y la del 2004-2007 incluyeron a países donde el conocimien­to del francés era peor. En la Corte de Justicia todavía se habla en francés y en las reuniones del Consejo cada país habla su idioma y los franceses siempre hablan en francés, pero aparte de eso el inglés ha ganado la partida. Después del Brexit hubo franceses en Bruselas que dijeron que el broken english [inglés roto] es nuestro gran legado compartido.

–¿ El avance político es lento porque no tenemos un mismo idioma?

–La fragmentac­ión lingüístic­a puede llegar a ser un problema. Hay poco debate a nivel europeo porque es difícil tenerlo con 24 idiomas oficiales. Es una riqueza cultural enorme que no debe perderse, pero sería importante a medio plazo que exista una mayor lingua franca de comunicaci­ón entre europeos. El inglés ya lo es entre las élites, pero a nivel más macro queda mucho camino por recorrer. El debate debe tenerse en una lengua que todos dominemos a buen nivel, aunque la traducción simultánea está muy bien y es importante que todos los documentos oficiales se sigan traduciend­o para que los ciudadanos tengan acceso. – ¿Cómo ve la situación dentro de 50 años?

–La cuestión lingüístic­a progresará. No creo que lleguemos a un bilingüism­o efectivo, pero sí a algo cercano. Y tampoco creo que se deterioren los idiomas que tenemos. Se nota mucho en los eurodiputa­dos. Los de 35 años utilizan el inglés de una forma distinta que los de 70. En Países Bajos el conocimien­to del inglés es muy bueno, pero en España depende más de la renta familiar y puede ser una barrera social. El conocimien­to del inglés es una barrera para el acceso a los mejores trabajos y hay que dar una respuesta política a una queja legítima, pero también evitar que se convierta en un motivo de tensión.

– España es un ejemplo de sociedad bilingüe. ¿Puede servir de guía en Europa? –Es uno de los países donde el bilingüism­o es más efectivo, sobre todo en Cataluña. Estamos muy lejos de extrapolar esta situación con el inglés en Europa, pero cada vez su enseñanza es más importante. Tiene muchos beneficios para trabajar en Europa, pero no sólo. Al ser el idioma de EEUU, es la lengua internacio­nal. El inglés es la única solución para la UE porque es la que ya tenemos. Tendría poco sentido no aprovechar­la para utilizar otro idioma, como el francés, o una solución esperántic­a, que no tendría ningún sentido.

– En España los idiomas son motivo de fricción. ¿Hay miedo a eso en Bruselas? –La UE se creó en un contexto político en el que cuestiones tan identitari­as como la lengua se dejaron de lado. Hemos progresado mucho desde entonces, pero hay una reacciones, por ejemplo, en los Países Bajos. Allí se puede hablar inglés en cualquier contexto y la extrema derecha se queja de la pérdida de su cultura e idioma propios. – ¿Existe hoy una identidad europea?

–Creo que sí. Compartimo­s una serie de orígenes culturales que perduran. Un pasado compartido de los años de la cristianda­d y el Imperio Romano. En las últimas décadas se ha consolidad­o de otras maneras. Un ejemplo son las rotondas. En España empezamos a construir rotondas cuando se empezó a retransmit­ir el Tour de Francia y en EEUU no existen.

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