Huelva Informacion

LA LETRA CON SANGRE ENTRA

● Aunque España ha capeado mejor el temporal, el aumento del SMI y la vuelta a las Letras son rasgos de malos tiempos

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sus ventajas de “isla” en un entorno energético “perro”.

La gente siente bocados en el bolsillo y desconfian­za a la hora de invertir. Quien pueda hacerlo, claro, porque tenga moneda o se la presten. La parte positiva de la vida –a la que cantaban como antídoto de su triste suerte los crucificad­os en La vida de Brian– también sufre: los ricos también lloran. El más pudiente por herencia y renta pasiva o por rentas corrientes de su trabajo va viendo cómo el primo hermano financiero de la inflación, los tipos de interés suben de la mano de ella. (Dependiend­o de la edad de usted, recordará tipos de interés y tasas de inf lación por encima del diez por ciento. También, en esa tesitura macroeconó­mica, sabrá usted por sí mismo o sus familiares mayores que se produjeron ajustes galopantes y al alza de los niveles salariales... si no, la revolución, ¿no?) Ahora, como decimos, aparte de si subir o no el SMI –que va a ser que sí– el problema de quien tiene patrimonio es que éste no mengüe, hablemos de pisos con los que se obtienen

La inflación asusta a los pequeños ahorradore­s, que hacen cola ante el Tesoro Público

ingresos pingües, pero a un altísimo riesgo de impago, vandalismo o estafa; de acciones en bolsa volátiles como el humo en Tarifa, de saldos en cuenta corriente caninos de ganancia o de depósitos a plazo. Y de pronto, la deuda pública, y más la a corto plazo, resulta ser un refugio, porque se paga mejor que los bonos u otros valores a largo. Lo que te van a dar por una Letra del Tesoro no compensa la inflación, pero al menos no se te devalúan tanto tus ahorros, tu capital. Tanto ha cambiado la cosa, que la gente hace cola de madrugada ante el Banco de España. No son estos que van en fila india galeotes financiero­s ni tiburones; ni siquiera tienen firma o certificad­o electrónic­o: eso les evitaría la peonada. Son ahorradore­s pequeños. Que ven cómo se empequeñec­en sus ahorros, y no se fían de sus bancos privados, y mucho menos de los brokers ganadores que lo petaban otrora. Las cosas en las crisis, de cualquier tipo, se hacen más sensatas. El miedo es lo que tiene.

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