Granito de sal, chispita...
● Pilarín Tavira llevó los sonidos de la copla andaluza y del fandango a las Américas en la época en que todo lo flamenco triunfaba en Nueva York
EN aquella época en que la música flamenca era la que más éxito tenía en Nueva York, Pilarín puso nuestros fandangos en el potente altavoz norteamericano y grabó un disco titulado Flamenquerías, acompañada por el guitarrista Juan Martínez, una grabación en la que incluyó fiesta por bulerías, fandangos de Huelva, milonga con tanguillo y sevillanas. A ella se la consideraba por aquellos pagos como una cantaora flamenca.
GIRAS POR SUDAMÉRICA
Periódicamente, Pilarín Tavira tenía que salir de Estados Unidos, porque su permiso de residencia era temporal, pero cuando la prensa conoció esto y lo publicó, el Departamento de Inmigración le concedió un permiso de estancia indefinido.
En México permaneció año y medio, trabajando con Agustín Lara, Libertad Lamarque, Pedro Vargas, Jorge Negrete, Lola Beltrán, Ricardo Montalbán... Allí conoció a celebridades del cine como Ava Gardner, John Wayne y Jean Gabin; y a María Luisa de Prusia, abuela de nuestra reina Sofía. Se encontró con muchos españoles exiliados por la Guerra Civil, entre otros al socialista Indalecio Prieto y al ex ministro republicano general Miaja; su madre le explicó quiénes eran aquellas personalidades, porque ella era demasiado joven para conocer su historia.
En 1950 actuó en La Habana, en un espectáculo de variedades de ambiente español, y allí bailó flamenco, cantó aires regionales españoles (jotas, zorcico, goyescas) y fandangos de su tierra. La misma sensación de familiaridad que experimentó en México la tuvo en Cuba, disfrutando de la cercanía humana y cultural de los cubanos. Hizo amistad eterna con Carmen Amaya e intervino en 30 programas de televisión, algo bastante inusual.
En 1951 grabó un disco titulado Sevilla en los labios, en Medellín (Colombia), con ocho canciones populares (Pena penita, Manuela la de Jerez, Chiquita y bonita, El relicario, No te camelo, Ni me debes ni te debo, Malena y Soledad Montero). En la carátula del disco figura el poema que le dedicó el poeta Pedro Garfias:
“Un granito de sal, una chispita,
pero tan concentrá, tan morenita,
que no hay sed que la aguante
ni Dios que la resista.
Cuando quieran volverme
de la muerte a la vida,
que me den un sorbito
de Pilarín Tavira”.
REGRESO A HUELVA
Llevaba siete u ocho años ausente de España. En 1956 llegó a Huelva procedente de Caracas,
La artista onubense conoció en México a John Wayne, Ava Gardner y Jean Gabin
“Tenía necesidad de sentirme metida en España”, declaró a su regreso a Huelva
donde había pasado diecinueve meses consecutivos actuando sin parar en el parque de atracciones Coney Island. Como muestra del afecto que recibía en aquel país, mostró orgullosa a los periodistas de Odiel un valioso reloj que le había regalado el presidente venezolano. Allí recibió afecto popular y algo más, porque tuvo un novio muy rico, Elías Borges Winkelmann, gerente de la Dodge y muy aficionado al flamenco y a los toros, con el que luego rompería.
NUEVA ETAPA
Al cabo de sus éxitos en Nueva York, Cuba, Colombia, Venezuela… la Pilarín Tavira que volvió era una artista consolidada como figura internacional del género andaluz. El suyo era un arte sencillo, tradicional, muy bien ejecutado. Pilarín interpretaba muy bien. Había cantado el fandango de Huelva en América tal como es, respetando su compás y su aire, cargado de la emoción con la que se canta cuando se está lejos. Y, al pisar tierra española, sintió la emoción del emigrante que regresa a casa, la del reencuentro. Cuando arribó al puerto de Cádiz y luego en el camino hacia Huelva…
“No sé explicarlo. Se me puso el vello de punta. Esto es como un sueño. Ahora me parece que no he salido nunca de aquí… Mire, muchas veces en otros países, sobre todo en La Habana, me ha parecido encontrarme entre españoles” –comentó en una entrevista para el diario Odiel–. “Pero ¡la emoción que yo he sentido cuando desde el coche, viniendo de Cádiz, vi un burrillo pastando en un prado! Allí no hay estas cosas, no es lo mismo, y yo tenía necesidad de sentirme metida en España”.
DE VUELTA A AMÉRICA
No le faltó trabajo a su regreso, pues tenía proposiciones para hacer tournés por Hungría, Italia, Suiza y Alemania. Pero volvió a Venezuela, luego a Colombia y de nuevo a Venezuela, consolidando su relación afectiva con el empresario Julio Caballero, que le montó un exitoso restaurante tablao flamenco, al que llamaron Triana, donde actuaron artistas españolas como Gracia de Triana y la fadista portuguesa Amalia Rodrigues. Todo les iba bien, pero un golpe de estado derrocó al Gobierno, generando un ambiente de inseguridad que les invitó a cerrar el negocio y a marcharse del país. Regresó a España, embarazada de su único hijo, Julio, que nació en Madrid.
De mayor, se instaló en Granada, ciudad en la que vive su hijo. Y en Granada falleció, en noviembre de 2022. Fue una estrella onubense que paseó por el mundo la música española. Su voz sembró por las Américas, entre otras, las melodías de nuestros fandangos.
(Agradezco a su hijo Julio su información).