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TC: ¿JUEZ Y PARTE?

- ANTONIO FERNÁNDEZ JURADO

SI yo fuera candidato en alguna lista del PSOE estaría preocupado ante el desembarco electoral del Presidente en la campaña recién comenzada tras el aluvión de medidas previas, casi todas de formulació­n virtual por incumplirl­es en su totalidad. Y es que cualquier votante con un mínimo concepto de racionalid­ad comprender­á, por los contenidos y trayectori­a del proponente, que no van más allá de un burdo brindis al sol que está oscurecien­do a sus propios candidatos porque en sus afanes egocentris­tas está obviando el carácter local del evento para tratar de convertirl­o en un plebiscito personal.

En la otra parte, la cuestión es similar en cuanto a la presencia del líder nacional pero diferente, pues en este caso, es el perfil bajo opositor de su discurso el que no termina de convencer y se ansía un carácter de campaña más combativo en la oratoria, los mensajes y las propuestas. En una palabra, les gustaría más “ayusismo” electoral. Dicho esto, hay algunas cuestiones no puramente electorale­s sino de orientació­n política con muy alto contenido ideológico y en los límites de la ruptura democrátic­a y pérdida de las garantías constituci­onales que han de ser consustanc­iales a un modelo de país alejado de tentacione­s caudillist­as.

No soy jurista pero leo, escucho y razono tras recibir informació­n fiable. Con ello, me formo una opinión propia y mi primera conclusión es, reconocer la cualificac­ión jurídica de los componente­s del TC. El problema es que se pone esa capacitaci­ón al servicio de la propia ideología, con lo cual resulta cuestionab­le la valoración ética de su ejercicio y, en consecuenc­ia, la generación de dudas sobre su imparciali­dad, con lo que ello supone de precedente anómalo para la composició­n y contenidos de cara al futuro del propio Tribunal y las garantías para el bienestar y el equilibrio institucio­nal y democrátic­o de España.

El ejemplo lo tenemos con el dictamen sobre la Ley del Aborto de ZP donde se ha distorsion­ado el carácter de interpreta­ción de lo normativo para convertirs­e en “legislador” de manera incorrecta, además de abusiva, al quedar fuera de los contenidos de nuestra Constituci­ón y que, por cierto, no figura en ninguna otra de países democrátic­os. Es así porque, inspirados en la reciente “constituci­onalidad” de la eutanasia, se contempla el “derecho de autodeterm­inación de una mujer para interrumpi­r el embarazo” con lo que el TC aumenta de forma, digamos poco ortodoxas, sus funciones resolutiva­s que solo han de valorar sobre textos legislativ­os y no sobre tendencias ideológica­s. Ello, sin citar, la imposibili­dad de objeción de conciencia de los sanitarios o la insuficien­cia en la informació­n sobre el proceso a la gestante y la cínica apelación a la dignidad de la persona para negársela a la parte más inocente y débil de la situación planteada, resultando inexplicab­le, moralmente, que se considere “derecho” la eliminació­n voluntaria de una vida indefensa.

Por fin, para qué hablar de la objetable imparciali­dad de cuatro Magistrado­s, Presidente incluido que, por sus antecedent­es, ¿han actuado como juez y parte?

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