Con el fandango por bandera
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COMO actividad mercantil, ya hemos visto que los empresarios consiguieron que la Hacienda Pública accediera a una sustancial rebaja tributaria para sus espectáculos. Pero lo verdaderamente trascendente para el arte fue que la ópera flamenca implantó un modelo de flamenco más liviano, al gusto de las masas y en detrimento del cante jondo, por cuya recuperación habían abogado el Concurso de Granada de 1922 y el de Huelva de 1923.
En todo caso, conviene advertir que, como afirma Antonio Barberán en su blog Callejón del duende, la ópera flamenca ya existía cuando Vedrines puso en marcha esta marca comercial. En cambio, José Manuel Gamboa afirma que su nacimiento tuvo lugar en el Price, en Madrid, en enero de 1924, tesis que Barberán y el blog Flamencos de Papel refutan.
Desde ese año, encontramos anuncios de espectáculos de Vedrines
en la prensa, pero todavía no identificados como de “ópera flamenca”. El primero con esta denominación concreta es de enero de 1927 [1].
Año más o menos, el hecho es que, como Barberán aclara, “el operismo no significó el abandono de los antiguos cantes gitanos (caña, polos, seguiriyas, etc.) por un nuevo repertorio, porque esto ya había ocurrido antes con muchos de los nuevos cantes creados a finales del XIX y principios del XX. Ni tan siquiera una diferenciación entre artistas considerados como jondos por otros que no lo fueron, pero flamencos a fin de cuentas: esto se ve en el exitoso festival de 1928 [que ya tratamos aquí en capítulos anteriores, al hablar de la figura de Vedrines].
Lo más trascendente fue que la ópera flamenca implantó un modelo de flamenco más liviano
Fue el público el que se decantó por un bando en detrimento del otro”.
DETRACTORES Y DEFENSORES
La polémica entre defensores y detractores que este modelo provocó nunca llegó a cerrarse; éstos acusaron a la ópera flamenca como culpable de la degeneración, chabacanería y banalización del flamenco, y aquéllos la defendieron por haberlo recuperado atrayendo a nuevos públicos y ampliando su afición, entre otros argumentos.
Tomemos un par de ejemplos, dos miradas distintas expresadas al cabo de una veintena de años de haberse acabado el modelo: las valoraciones de Félix Grande y Enrique Morente.