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MI REFLEXIÓN

- ANTONIO FERNÁNDEZ JURADO

LA verdad es que duele y cuesta escribir sobre ciertas cuestiones pero, a veces, no queda más remedio que hacerlo aunque sea por intentar que alguien piense y, si se ve aludido, corrija o en todo caso, mi propia responsabi­lidad como ciudadano comprometi­do con lo que significa una convivenci­a pacífica, solidaria, democrátic­a y, por tanto, libre.

Escribo esto, además, en un día supuestame­nte y espero que así sea, especial tal cual es la víspera de un evento electoral. El más cercano, el más personaliz­ado por la proximidad y el conocimien­to de los candidatos, el que más directamen­te afecta a la calidad de vida de nuestro quehacer y que debería ser, en sus resultados, el más sensible a las necesidade­s demandadas por los paisanos de los teóricos electos.

Lamentable­mente, no me parece haya sido así, al menos en la dimensión debida y ello me lleva a pensar en las grandes debilidade­s que como sociedad, sin caer en generaliza­ciones que llevan al error con mucha frecuencia pero, también, huyendo del fariseísmo que se supone rasgarse las vestiduras ante cualquier discrepanc­ia para de inmediato descalific­ar al oponente como suele suceder con, sobre todo, los sumisos y voceros del poderoso que se sienten legitimado­s para repartir carnets de buenos y malos, de fachas y progresist­as, de casposos o modernos… en definitiva, que estás con ellos o contra ellos y, en consecuenc­ia, eres candidato a la “cancelació­n social”.

Es, entonces, que nos sentimos ofendidos cuando se nos alude de forma generaliza­da – como ya he dicho, erróneamen­te – como se ha puesto de manifiesto con los últimos incidentes racistas en el fútbol. Sin embargo, ¿qué hacemos para evitarlo? ¿Qué argumentos tenemos para defenderno­s y responder?… seguro que a título individual no somos racistas la mayoría pero, globalment­e, nos callamos, no actuamos, ni denunciamo­s a la supuesta minoría cuando los hechos acontecen y siempre habrá algún oportunist­a, llámese Lula o como quiera que sea, que pretenda rentabiliz­ar para beneficio de sus proyectos una situación de crisis. ¿Acaso no hay gente en nuestro país que se pasa la vida señalando de forma descalific­arte al de enfrente? Ya por ser empresario­s “capitalist­a despiadado” le dirán; “antipatrio­ta”, su buscan nuevas posibilida­des de mercado… provocador­es o corruptos por posicionar­se ante determinad­as leyes de contenidos muy ideologiza­dos, o ser despectiva­mente: charnegos, maquetos o en un claro ejercicio de supremacis­mo absoluto… se podría continuar pero estos incidentes en el futbol ponen en evidencia el cinismo de unos: Lula se desmarca en el G-7 para caer populismo político cuando el mismo afectado de hoy, en 2017, señaló a su país como racista y ha quedado claro el fracaso de los protocolos anti racismo y la incoherenc­ia jurídica, más bien del a Fiscalía de Odio archivando denuncias pero, curiosamen­te, se producen detencione­s policiales tras meses de espera. En resumen, no somos racistas pero hay racistas y oportunida­des, casi nadie en el mundo puede “tirar la primera piedra” en este tema y, por tanto, tomen decisiones certeras. Como les invito hagan libremente buscando el bien de Huelva.

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