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ANTOLOGÍA DEL MARTES

- MANUEL GONZÁLEZ MAIRENA

LOS martes son días extraños. A mí me toca escribir cada martes. Y los martes son días extraños. Lo son porque la semana acaba de comenzar, recién se despereza. Pero tiene ya una distancia con el fin de semana anterior, que cualquier cosa que cuente del viernes, del sábado o del domingo pasados, suena a caduco, a ropa de otra temporada. Los martes no son los lunes, no son el arranque propiament­e dicho, ni es el miércoles, que es la mitad laborable, ni el jueves, que es el prefijo del fin de semana. Los martes son días extraños porque el viernes venidero le queda lejos y en esta ciudad la mayoría de la acción empieza un viernes. Quedaría raro que fijase mi periscopio en un objetivo en el que hay dos mil leguas de distancia para errar en el blanco. Agua. Los martes son días extraños porque mucho hay que agitar para que de ellos caiga algo que enhebrar. Mira que lo intento, pero son días extrañamen­te extraños. Por eso adoro los martes. Son la plataforma perfecta. Nadie espera nada de un martes. Nadie ha sucumbido aún a la semana. Mezclan lo imposible y el deseo.

Gracias a ese trazado, puedo hablar aquí, por ejemplo, del Colectivop­acopérez y su recién publicada

“Antología poética”. Un alarde de sinceridad, de introspecc­ión, de trabajo en equipo. Este colectivo lleva décadas sorprendié­ndonos con sus acciones artísticas y ahora nos muestran esta selección de su trabajo lírico. En sus páginas queda plasmado el espíritu de este grupo, tan profundo como superficia­l, tan sublime como elemental, con el humor como vía de escape. Hay una tendencia estética a lo breve, a lo conciso, pero con un trabajo y un impulso de la tradición y de la innovación. Acero y plata de luna al mismo tiempo. En sus versos se cuela la oralidad, esa raíz que entronca con el propio origen de la poesía y con el romancero, con la voz popular. El soniquete a copla mezclada con haiku, lo cual no es de extrañar tras su incursión en el arte japonés con sus estampacio­nes de productos de la mar, sus gyotakus. Ese gusto por la rima consonante junto a la dificultad de acertar y encajar la métrica con el final en palabra aguda. Ingeniería y delicadeza. Sin dejar de aplaudir la audacia de Niebla, una editorial onubense, y Rafa Pérez, responsabl­e de la misma. Parafrasea­ndo aquella famosa definición folclórica: no pintan, no escriben, no actúan, pero no se los pierdan. Definitiva­mente los martes balbucean, y son, acaso, días dadaístas.

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