Hambre, apetito y «antinutrientes» . . . . .
Alimentación vegetariana para equilibrar tu peso y salud
Vamos a ver cómo el Dr. Meltzer no se refiere aquí a elementos formalmente antinutrientes como fitatos, saponinas, oxalatos o avidina, sino a los alimentos cotidianos que pueden aparecer por nuestra despensa y que actúan de forma contraria a nuestros intereses de salud.
CÓMO EVITAR LOS 10 PRINCIPALES ALIMENTOS ANTINUTRIENTES
Nos imaginamos que sabemos comer correctamente, aun cuando no sepamos el efecto que cada alimento ejerce sobre nuestro cuerpo y en nuestra salud. En los productos envasados aparecen informaciones a menudo confusas. Al dorso de los cada vez más relucientes envases vemos gráficos e informaciones, pero casi nunca leemos la letra pequeña. A no ser que se trate de la fecha de caducidad, el resto de in- formaciones no parece preocupamos. A veces nos fijamos en las populares pirámides de los alimentos, gráfico popularizado por las autoridades sanitarias norteamericanas (FDA) que ha ido modificando con el paso de los años. Esta pirámide de los alimentos recomendados sugiere diez raciones de pan, cereales y pasta al día... Pero la dieta norteamericana estándar está dominada por antinutrientes.
Todos los alimentos contienen una serie de componentes químicos, de nutrientes: son los elementos vitales que, como indica su nombre, nos alimentan. Los podemos reunir en tres categorías: nutrientes, fitonutrientes y conutrientes.
Los nutrientes esenciales, como las
vitaminas, minerales y aminoácidos (componentes básicos de las proteínas) contribuyen a la estructura de las células y al funcionamiento fisiológico. Los
fitonutrientes, como los flavonoides y carotenos, son antioxidantes y protegen el cuerpo de enfermedades como el cáncer y de los efectos perjudiciales de los radicales libres. Los conutrientes, como las enzimas y la fibra, también ofrecen unos beneficios de salud considerables.
En cambio, los antinutrientes hacen exactamente lo contrario: disminuyen y debilitan. La única cosa que aumentan es el nivel de estrés oxidante. Para empezar, escasean de elementos nutritivos, o bien han sido despojados de los componentes positivos en el proceso de refinamiento. Por ejemplo, el pan blanco pierde mucho contenido en vitaminas y fibra respecto al auténtico pan integral, elaborado con levadura madre natural.
Además, el organismo debe utilizar su propia reserva de nutrientes vitales para metabolizarlos y eliminarlos, como por ejemplo en el caso ya comentado del azúcar blanco.
Los antinutrientes afectan el metabolismo al «robar» y desbaratar la
utilización eficaz de los propios nutrientes corporales y como consecuencia debilitan el sistema inmunológico, aceleran el proceso de envejecimiento y te ponen en riesgo de enfermedad. Por todo ello se puede decir que los antinutrientes alteran el equilibrio cuerpo-mente.
ANTINUTRIENTES, HÍGADO Y RIÑONES
El hígado es el responsable de metabolizar todo lo que consumes, incluso los alimentos grasos, sabores artificiales, carnes con exceso de colesterol y acidez, marisco, chucherías y refrescos. (En concreto, el hígado utiliza el sistema de enzimas citocromo P450 para reducir o hidrolizar el impacto tóxico de los antinutrientes). Al aumentar la carga tóxica del hígado, los antinutrientes agotan este órgano vital.
El hígado «piensa», sabe lo que le va bien y lo que le va mal. Combate los antinutrientes con la desintoxicación, su ingenioso proceso autorregulador, pero el hígado no es invulnerable. Primero, porque queda agotado y la carga del estrés crónico disminuye su eficacia. Y segundo, porque en el proceso de contrarrestar el asalto de los antin- utrientes se generan radicales libres, que aumentan aún más el nivel de estrés del propio hígado.
Para desactivar las toxinas que entran en el cuerpo, el hígado necesita una provisión constante de nutrientes muy valiosos. Este arsenal nutritivo incluye las vitaminas B1, B2, B3 y B6, ácido fólico, magnesio, selenio, fosfatidilcolina (conocida también como «lecitina») y zinc. Cuantos más antinutrientes tenga el cuerpo, tanto más habrás de apoyar el hígado en su arsenal para desintoxicarlos. Pero cuanto más se confía en el hígado y su arsenal, menos oportunidad habrá de que los valiosos nutrientes cumplan su objetivo.
Por su parte, los riñones mantienen el equilibrio ácido-alcalino de los fluidos corporales. Todos funcionan mejor en un medio alcalino: el plasma sanguíneo, los fluidos de la columna vertebral y de las articulaciones, y también las células. Pero algunos antinutrientes acidifican demasiado el torrente sanguíneo y «producen estrés» en los riñones, con lo que les alteran su acción equilibradora.
Los antinutrientes son basura, producen toxinas y radicales libres y causan daños estructurales a las células. Potencian la disfunción de los órganos…
LIMPIEMOS EL CUERPO DE ANTINUTRIENTES
En realidad, no se puede decir ni una sola cosa buena de los antinutrientes. Eliminarlos de la dieta ayuda mucho a aliviar el estrés oxidante de la vida moderna, por eso es lógico que procuremos esforzamos para mantener limpias las partes del «motor» del organismo (sangre, hígado, riñones y bazo) sin los desechos, grasa y suciedad que los antinutrientes puedan, depositar. Los órganos vitales son frecuentes puntos de depósito para esos demonios que debilitan y que incluso pueden penetrar en huesos y músculos. Pero puedes dar un respiro al hígado y a los riñones. Veamos cómo.
DECIR «NO» A LOS ANTINUTRIENTES
Suele ser habitual que en ese «top ten» de antinutrientes pueda aparecer alguno de tus alimentos preferidos.
Pero mirémoslo de otra forma: los antinutrientes provocan estrés oxidante. Generan fatiga, ansiedad, depresión, embotamiento mental y paralización emocional... todos los síntomas del agotamiento. Dan como resultado unos ritmos de alimentación peligrosos, e invitan al desequilibrio del metabolismo al agotar el hígado, los riñones, el páncreas y las glándulas suprarrenales…
No es fácil suprimir alimentos básicos de la alimentación convencional, como la leche, las hamburguesas, los helados, el café o la cerveza, y sustituirlos por otros alimentos alternativos y saludables, como la leche de arroz o de avena, las hamburguesas de verduras y tofu, las ensaladas de fruta y las infusiones de plantas. Pero puedes encontrar tus productos preferidos en esta lista de los diez principales alimentos antinutrientes, y después comprueba lo que realmente le están haciendo a tu cuerpo.
Azúcar blanco
El azúcar blanco, la sacarosa, agota el hígado, desequilibra las glándulas suprarrenales, pone a prueba los nervios y reduce la vitamina B. Contribuye a las alergias, la artritis, el síndrome premenstrual y las fluctuaciones hormonales anormales en mujeres y hombres. Es la principal causa de la hipoglucemia funcional (poco azúcar en la sangre). Acelera la aparición de diabetes en los adultos (exceso de azúcar en la sangre). Es el causante más común de fatiga crónica y de inestabilidad del metabolismo al hacer que el nivel de energía corporal llegue a su punto más alto y después caiga en picado.
Los dulces azucarados se relacionan con el placer. Piensa en toda la terminología cariñosa que atribuirnos al mero concepto de azúcar, desde «dulce» hasta «bombón». Los dulces han quedado completamente ligados a la felicidad y, con frecuencia, constituyen una gran parte de las «dietas de mamá y papá». ¿Todo el azúcar es igual? Algunos dulces y galletas son mejores que otros? Sigamos la trayectoria del azúcar blanco refinado en los sistemas corporales.
«SUGAR BLUES», UNA HISTORIA DULCE Y TRISTE
Una vez ingerido, el azúcar blanco es absorbido rápidamente por el torrente sanguíneo. El azúcar de la sangre aumenta inmediatamente, y el impulso energético te produce una euforia temporal. Te sientes bien. Sin embargo, para regular este impulso de azúcar en la sangre, el páncreas segrega rápidamente una gran cantidad de insulina. La insulina disminuye el azúcar en la sangre ‘pero, como el páncreas ha sido forzado a responder con tanta rapidez e intensidad, se descompensa y te vienes abajo. Es el ciclo del azúcar.
El ciclo del azúcar es uno de los ritmos de alimentación más corrientes e insoportables. De hecho, ilustra la noción de ritmo de alimentación negativo, porque literalmente el azúcar hace subir y bajar el metabolismo demasiado deprisa. La disminución rápida del nivel de azúcar en la sangre lleva a la «depresión por el azúcar»: fatiga, ansiedad e irritabilidad siguen al breve arranque de energía. Y la respuesta típica es comer más azúcar, lo que hace que el ciclo se repita.
En contra de lo que se pueda pensar, el azúcar blanco no es natural, sino artificial. Por cierto, del mismo modo que la sacarosa contamina el cuerpo, las fábricas de sacarosa también contaminan el medio ambiente. Desde la misma caña de azúcar, que es una planta que se alimenta de minerales, hasta las técnicas corrientes de cultivo de caña, que emplean grandes cantidades de pesticidas y fertilizantes y agotan la tierra.
Cuando el azúcar de caña integral se transforma en azúcar blanco refinado, se le despoja de los minerales y vitaminas esenciales. Así que, una vez en tu organismo, el azúcar refinado recupera del hígado los nutrientes que le faltan. El hígado tiene que acceder a ello, porque no tiene otra manera de metabolizar y digerir la sacarosa.
Así que el azúcar blanco refinado no solamente priva a tu cuerpo de los nutrientes que pueden encontrarse en los azúcares naturales, sino que también reduce los pocos nutrientes clave que el cuerpo almacena. Con el paso del tiempo, el consumo de alimentos, postres y dulces elaborados con azúcar blanco refinado agota el hígado, causa deficiencias nutricionales y puede dar origen a otros trastornos serios.
El azúcar blanco provoca además debilidad corporal por insuficiencia de calcio, ya que el organismo debe gastar reservas de calcio precisamente en asimilar dicho azúcar. Así que, a pesar de su imagen de «amigo de los niños», de invitación a una fiesta de golosinas y chupa-chups, el azúcar blanco no es bueno. Comer productos cargados de sacarosa, aunque sólo sea un par de veces a la semana, lleva al estrés hepático, suprarrenal y del páncreas, que, a su vez, puede
la hipoglicemia funcional o diabetes que se adquiere en la edad adulta.
El azúcar blanco también tiene la culpa de muchas enfermedades, desde los resfriados comunes y la gripe, bronquitis, infecciones nasales y dificultades digestivas hasta el cáncer de pecho, enfermedad de Alzheimer y candidiasis. Al debilitar el sistema inmunológico, el azúcar aumenta el riesgo de enfermedades e infecciones degenerativas. Además de desequilibrar el páncreas y el hígado, también ataca el sistema nervioso central; literalmente, mata células del cerebro.
¿Hace falta decir más? Evitemos este antinutriente vicioso, seductor, adictivo y omnipresente: caramelos, chocolatinas, pasteles, helados, chuches, donuts, repostería industrial, mermeladas y confituras... y cada vez más alimentos envasados y platos preparados. Evita también los edulcorantes artificiales como el xylitol, manitol, aspartamo y acesulfamo o la sacarina. Y vigila el azúcar blanco refinado presente en el azúcar moreno, turbinado, y el jarabe de maíz de mucha fructosa. Hemos de disfrutar y recreamos en el sabor natural de los alimentos biológicos, pero si quieres una vida (saludable) más dulce, piensa en la miel de abeja o de caña y en las melazas, los siropes de manzana o de arce y otros endulzantes naturales.
Carbohidratos refinados
Los carbohidratos complejos, como los que se encuentran en el pan, la pasta y los cereales integrales, son ricos en minerales, vitaminas y enzimas. Pero cuando los cereales integrales se refinan, se les eliminan los nutrientes vitales. Por ejemplo, durante el proceso de molienda del trigo se le extrae el germen, un ingrediente vital, así como la mayor parte del salvado (la fibra que ayuda en los procesos digestivos y ayuda a evitar el estreñimiento). ¿Por qué? A veces, por pura comodidad y economía, al permitir una conservación prolongada con menos precauciones.
El pan blanco, el arroz y la pasta de sopa convencionales, los cereales comerciales (y azucarados!) del desayuno, las galletitas saladas y bollería están «limpios», desde luego: los procesos industriales han «blanqueado» (eliminado) lo más valioso de su valor nutritivo.
En un proceso similar al del azúcar blanco, los carbohidratos «blancos» y refinados agotan las provisiones corporales de las fundamentales vitaminas B y minerales esenciales como el calcio, magnesio y zinc. Afectan las funciones desintoxicantes del hígado y, además, son mucho más bajos en ficausar bra que sus equivalentes integrales. El arroz blanco, que muchos consideran una comida sana, en realidad apenas contiene nutrientes ni fibra.
Los carbohidratos procesados, industrializados, contaminan el cuerpo. No son un alimento «limpio», ya que dejan detrás una mucosidad pastosa que cubre los sistemas respiratorio, nervioso, linfático y digestivo. Esta capa gruesa de sedimento provoca trastornos digestivos como el estreñimiento, colon espástico, síndrome de intestino irritable y diverticulitis.
La harina blanca, tal y como se encuentra en el pan blanco, los macarrones y los cereales industriales de desayuno, también suele ser causa de mucosidades. Como resultado, el sistema linfático obstruido aumenta la propensión a los resfriados, la gripe y las infecciones nasales y de los bronquios.
Pero además, la harina blanca contiene ailoxan, una sustancia que favorece la diabetes. Ni que decir tiene que el consumo excesivo de todos estos carbohidratos, desde la pasta blanca a las galletas con queso, perjudica la capacidad corporal de quemar grasa y lleva a un aumento de peso. Una norma sencilla: evita los alimentos blancos.
Grasas procesadas y saturadas
No es ningún secreto que una dieta rica en grasas es peligrosa para la salud. Los niveles altos de grasa dificultan la circulación y causan enfermedades importantes, como endurecimiento de las arterias, coágulos de sangre, diabetes, derrame cerebral y ataque cardíaco.
Las grasas saturadas y los alimentos demasiado cocinados (que contengan grasas requemadas) también aumentan el riesgo de cánceres (por ejemplo de pecho, de útero y de vesícula biliar). Una dieta de alto contenido en grasas ayuda a la formación de piedras en la vesícula, y altera negativamente la composición química de la bilis, que es esencial para el proceso de desintoxicación del hígado. A un nivel más básico, antes de que el cuerpo alcance alguno de los puntos críticos mencionados, se produce la obesidad.
Pero no todas las grasas se encuentran en zona prohibida. A su favor encontramos que, al estar formadas por ácidos grasos, proporcionan una fuente de energía concentrada.
Las cuatro categorías generales de grasas son:
Grasas saturadas: malas. Las grasas saturadas, generalmente de origen animal, contienen mucho colesterol y se han relacionado con la aparición del cáncer; en particular, cáncer de pecho. Algunos ejemplos de grasas saturadas incluyen: tocino ahumado, carne picada de ternera, mantequilla, queso cremoso, helados con base leche, aceite de coco,
Qaceite de palma, aceites hidrogenados, manteca, salchichas y leche entera.
Grasas monoinsaturadas: buenas. Se ha demostrado que las grasas monoinsaturadas disminuyen los niveles de colesterol. Predominantemente pertenecen al reino vegetal y tienden a limpiar las arterias, en vez de obstruirlas. Almendras, aguacates, el aceite de oliva y los cacahuetes contienen muchas grasas monoinsaturadas (no saturadas).
QGrasas poliinsaturadas: buenas y malas. Las grasas poliinsaturadas han recibido el apodo de «grasas intermedias» porque tienen propiedades positivas y negativas. El problema con las grasas poliinsaturadas es que cuando son expuestas al calor y a la luz del sol generan radicales libres. Los aceites de alazor, girasol y maíz, seguidos del aceite de cacahuete contienen muchas grasas poliinsaturadas.
QÁcidos trans-grasos: malos. Los ácidos trans-grasos son artificiales, y algunos médicos los consideran aún más perjudiciales que las grasas saturadas. Se cree que juegan un papel activo en el endurecimiento de las
Qarterias, y también se consideran un factor de riesgo para las enfermedades del corazón. Aumentan el colesterol malo (LDL), lipoproteína de baja densidad y disminuyen el colesterol beneficioso (HDL), lipoproteína de alta densidad. Los ácidos trans-grasos han sido relacionados, sobre todo, con las afecciones cardiovasculares, pero también con el cáncer, la diabetes y la esterilidad.
Las etiquetas no enumeran los ácidos trans-grasos, pero se encuentran en todos los aceites refinados, margarina, mantequilla de cacahuete (hidrogenada) y otras cremas para untar pan, galletas y pasteles preparados comercialmente y alimentos fritos. Cuando las grasas poliinsaturadas como los aceites de girasol y maíz se calientan, se producen los ácidos trans-grasos.
El aceite de oliva ofrece los mayores beneficios para la salud: contiene muchas grasas monoinsaturadas y no se transforma en ácidos trans-grasos cuando se calienta
Es mejor evitar todos los aceites hidrogenados, pero si estás decidido a utilizar margarina, compra una que no sea hidrogenada.
Aceite de oliva virgen extra. Gracias a su bajo nivel de grasa saturada y su alto contenido en grasas mono y poliinsaturadas, el aceite de oliva ofrece los mayores beneficios para la salud: contiene muchas grasas monoinsaturadas y no se transforma en ácidos trans-grasos cuando se calienta. El aceite de oliva virgen, obtenido de primera presión y en frio, por métodos mecánicos tradicionales, es ligero y fácil de digerir. Su aroma delicado y su sabor mejoran muchos alimentos. El aceite de oliva también contiene valiosos nutrientes.
Vigila las grasas malas. Por desgracia, la tecnología actual (extracción con disolventes, despegar, decolorar, desodorizar y prensado industrial) termina eliminando el valor nutricional de la mayoría de aceites comerciales para cocinar. Estos aceites también están sujetos a presión y altas temperaturas, a veces con la presencia de aluminio, que se ha demostrado que aumenta el riesgo de la enfermedad de Alzheimer. Las margarinas y mantequillas baratas para untar, y los aceites vegetales parcialmente hidrogenados están producidos mediante este proceso.
Las grasas que se encuentran en la carne, manteca y productos lácteos son altas en colesterol. También hay que desconfiar de las etiquetas que anuncien «colesterol cero», porque los productos probablemente contengan ácidos trans-grasos como los de la margarina, sucedáneos de huevo o mantequillas vegetales. Es prudente eliminar todas estas grasas sintéticas.
Comida basura
De manera incomprensible, al final casi le hemos tomado cariño emocional a nuestra comida basura, y el paladar ya no reconoce el auténtico sabor del pan y los alimentos no procesados. No soportamos la idea de despedirnos de ella. Como muchos hemos sido criados con comida basura, ni siquiera nos gusta el sabor de la comida natural.
Es importante que te concedas tiempo a ti mismo para pensar en este dilema cuando te vuelvas a enfrentar a tu dieta poco saludable. El cuerpo desarrolla unos hábitos a lo largo de muchos años de abusos, y como con cualquier otra adicción, no lo cambiaremos de un día para otro. El paladar está acostumbrado a los estimulantes, como el azúcar, la sal y los aditivos que se encuentran en la comida basura.
Al principio, el zumo fresco de zanahorias o de sandía puede resultar poco apetitoso. Pero el comer bien durante 21 días, sólo tres semanas, cambiará la disposición de tu cuerpo y éste empezará a recuperar sabores y a desear frutas, verduras y cereales integrales.
Productos lácteos y huevos
Las proteínas de la leche tienen tantos antinutrientes como las proteínas de la carne, y producen auto anticuerpos (que atacan los tejidos que los producen) asociados con lupus, escleroder-
ma y otras afecciones del tejido conjuntivo y autoinmunológico.
Al estimular demasiado las vías respiratorias superiores, los productos lácteos provocan una segregación excesiva de mucosidad. La capa resultante de limo biológico causa todo tipo de problemas. Impide que el cuerpo rechace los virus, y puede producir infecciones del oído y nasales, bronquitis, amigdalitis, dolor de garganta y resfriados comunes. La mucosidad en el tracto intestinal pone en peligro las funciones digestivas, originando afecciones como la intolerancia a la lactosa y diarrea.
Las alergias alimentarias sin diagnosticar (responsables de muchos males, desde el asma a la fatiga) pueden tener su origen en los productos lácteos. Hoy se sabe, por ejemplo, que existe una relación directa entre la leche homogeneizada UHT como principal factor coadyuvante de determinados tipos de alergia.
¿Compras leche? Se sigue promocionando mucho la leche, sobre todo para los adolescentes y mujeres en la edad de la menopausia, porque proporciona el calcio esencial para reforzar los huesos.
La industria de los productos lácteos quiere que creas que la pérdida de masa ósea se debe a una disminución de la cantidad de calcio diario, y ha reunido a personas famosas para hacer campaña. En realidad defienden un sistema de producción con poco futuro. No compres el mito lácteo de que la leche previene la osteoporosis. Se ha demostrado científicamente que el consumo excesivo de productos lácteos y carne aumenta el contenido ácido del cuerpo. En otras palabras, los productos lácteos y la carne hacen que disminuya el calcio de la estructura ósea, así que podemos desconfiar, con fundamento, de la publicidad. Hoy sabemos que la humilde col kale contiene más calcio que la leche. Y no es la única, la relación de alimentos con calcio fácilmente asimilable es impresionante.
CONSUMO DE HUEVOS = PRODUCCIÓN DE FLEMA
Los huevos son un alimento aún más alérgeno que las proteínas lácteas. No podría enumerar los niños que he tratado en mi consulta de médico de familia, a los que se les había recetado un tratamiento antibiótico de manera innecesaria, cuando en realidad sólo tenían alergia a los huevos. La clara de huevo o proteína de albúmina es su- mamente alergénica, especialmente en los niños. Cada año, muchos niños van al pediatra por infecciones en los oídos y dolores de garganta causados por alergias a la albúmina. Epidemias enteras de resfriados y gripe están mal diagnosticadas.
A estas alturas todo el mundo debería saber que las yemas de los huevos contienen mucho colesterol, pero los huevos también tienen el dudoso honor de ser el alimento que produce más mucosidad.
Provocan la congestión nasal y linfática, así como todos los demás problemas relacionados con la flema que hemos dicho antes para los productos lácteos.
Hay que consumir los menos huevos posibles. Si tienes niños pequeños, proporciónales las proteínas que necesitan para crecer sanos utilizando alternativas como la leche de arroz o de avena, leche de almendra o leche de soja. Añade levadura de cerveza (o de remolacha) para un valor nutritivo aún mayor.
Si lo aliñamos bien, el tofu revuelto puede ser un excelente sustituto de los huevos revueltos. Algunos otros derivados de la soja, si son ecológicos y están bien preparados, pueden contrarrestar el consumo excesivo de proteínas provocado por el abuso de los productos lácteos. Eliminando los huevos y los productos lácteos de tu dieta diaria, puedes reducir de manera espectacular el riesgo de resfriados y gripe (infecciones respiratorias superiores que agotan la energía del cuerpo).
Proteínas cárnicas
Como ya hemos dicho al describir los perjuicios de los productos lácteos, las proteínas animales depositan una sobrecarga tóxica de ácido que filtra el calcio de los huesos y predispone el cuerpo a la osteoporosis, la artritis y el reumatismo.
Las proteínas de la carne se empiezan a estudiar valorándolas como potencialmente cancerígenas. En todo caso aumentan el riesgo de padecer cáncer de colon, páncreas, mama y próstata. Además de su alto contenido en grasas saturadas, se les añaden conservantes artificiales y otras sustancias químicas que alientan a comer demasiado y no contienen nada de fibra.
Como la industria alimentaria siempre está cambiando de onda, hoy en día mucha gente se está animando a abandonar el consumo de carnes rojas y de cerdo en favor de la carne más magra de pollo y pescado. No les convenceremos de lo contrario, pero hay que tener presente que el pescado (en particular el marisco) también contiene colesterol y grasas saturadas.
DE LA CONTAMINACIÓN A LOS EFECTOS SUTILES
Mucho pescado contiene una elevada cantidad de mercurio, un metal pesado tóxico, antinutriente, que perjudica los tejidos de los nervios, del hígado y del cerebro.
El riesgo de contaminación es en estos momentos una de las mayores preocupaciones con el pescado y el marisco. Las sustancias industriales y químicas de nuestras vías fluviales son absorbidas por los peces a través de su piel en el torrente sanguíneo, y terminan en los tejidos musculares. Como los peces grandes se comen los más pequeños, la contaminación se concentra cada vez más. Con frecuencia, el salmón, el pescado blanco y el pez espada contienen altos niveles de PCB y otros pesticidas.
Pero –incluso si se dejase de lado la terrorífica crianza a la que son sometidos– la proteína de pollo tampoco es mejor, puesto que causa desequilibrios hormonales en ambos sexos, y puede aumentar el riesgo de cáncer de mama y de próstata. Hoy en día disponemos de abundante información sobre los efectos perjudiciales de las proteínas animales, como periódicamente publicamos en la revista.
Desde un punto de vista integral, o de una panorámica más completa y holística, otra de las razones más convincentes para no comer proteínas animales tiene que ver con el impacto adverso que la carne ejerce sobre tu espíritu. El yoga, una disciplina de 5.000 años de antigüedad, enseña que la carne sofoca y retrasa tu desarrollo espiritual. Y cada persona puede, por supuesto, aceptar estas cuestiones a su debido momento. Para empezar, examina sinceramente cómo te sientes antes, durante y después de comer proteínas de carne.
Refrescos industriales
Hoy en día los refrescos con cafeína son un fenómeno cultural. En la cultura anglosajona son comparados con las bebidas alcohólicas, clasificándolas de «soft drinks», pero están lejos de ser bebidas «suaves». Por su alto contenido en fósforo y ácido fosfórico, infiltran los fluidos corporales y corroen las paredes del estómago, afectan el equilibrio alcalino-ácido de los riñones y se «comen» el hígado como Hannibal Lecter. Los refrescos también esconden cafeína, azúcar refinado y sustancias químicas artificiales cuyos efectos en la salud son, como mínimo, inútiles.
Cafeína
Aunque en los últimos tiempos aparecen estudios relativizando los perjuicios de la cafeína, se sabe que sobreexcita los nervios y las glándulas. Drena el sistema suprarrenal, perjudica la glándula tiroides y puede ocacipio sionar arritmias cardíacas. Durante la menopausia femenina y masculina, la cafeína juega su papel: los quistes y bultos en los pechos son corrientes en las mujeres, mientras que los hombres padecen problemas de próstata.
El consumo crónico de cafeína causa un ritmo de alimentación disfuncional parecido al del ciclo del azúcar: una subida de la energía nerviosa, seguida de una drástica caída hacia un estado depresivo o irritable. Pueden darse dolores de cabeza, palpitaciones del corazón e insomnio. Las personas propensas a la ansiedad y el estrés son particularmente sensibles a los efectos de la cafeína.
Sin embargo, como con cualquier otra adicción, resulta difícil dejar la cafeína, porque los síntomas de abstinencia suelen resultar dolorosos, y al prin- el estado depresivo y de ansiedad puede empeorar. De hecho, el café con leche y azúcar representa un triple ataque a la salud: cafeína, producto lácteo y sacarosa. Así que despiértate y huele el café de java, pero no lo bebas.
Las personas propensas a la ansiedad y el estrés son particularmente sensibles a los efectos de la cafeína.
Alcohol
La ingestión de alcohol agota el nivel del aminoácido triptófano. Normalmente, el triptófano se convierte en serotonina, un importante neurotransmisor y tranquilizante natural responsable de aumentar y estabilizar el estado de humor. Pero el alcohol afecta al metabolismo de la serotonina. Cuando el nivel de triptófano disminuye por el consumo de alcohol, los niveles de serotonina también disminuyen, conduciendo a la depresión.
Como el alcohol perjudica la microflora intestinal, produce una mala absorción de grasas, carbohidratos y proteínas. El alcohol también disminuye el azúcar en la sangre, aumentando así el ansia de dulces. Como antinutriente clásico, reduce las vitaminas A, B, y C, ácido fólico, magnesio y zinc. Las
personas que beben mucho y están preocupadas por su peso, a menudo intentan reducirlo de su dieta, ya que el alcohol aporta una cantidad significativa de calorías vacías. En todo caso, esas personas mostrarán déficit en vitamina E, selenio y minerales.
Se dice que el alcohol «mata los tejidos vivos y conserva los tejidos muertos»: toda una imagen de actuación de esta droga legal que acelera el envejecimiento, eleva el nivel de radicales libres y aumenta el estrés oxidante que nos envejece. Tratándose de alcohol, «poco» es «demasiado» y siempre conviene evitarlo.
Resveratrol. El beneficioso antioxidante resveratrol que contiene la uva podemos obtenerlo fácilmente comiéndola o disfrutando del mosto, su incomparable jugo, tan beneficioso para el organismo.
Sal
El salero puede llegar a ser un arma mortal. El cuerpo puede mantener un metabolismo y un sistema inmunológico eficaces mediante una proporción apropiada de potasio y sodio, pero una ingestión excesiva de sal (cloruro sódico) expulsa el potasio. Este desequilibrio afecta al plasma y a los fluidos de las articulaciones y de la columna vertebral.
Las frutas y las verduras, como parte de una dieta de limpieza a base de alimentos crudos, pueden suministrar una proporción de potasio y sodio de cien a uno, pero la mayoría de personas toma más sal que potasio en sus dietas, y una proporción de potasio y sodio de seis a uno se considera óptima. Una mayoría de norteamericanos —y cada vez más europeos— toman una proporción de sal y potasio de dos a uno...
Demasiada sal a expensas del potasio da como resultado una presión sanguínea alta, pero también conduce al edema y a la retención de agua, especialmente en las mujeres durante la última mitad del ciclo menstrual. La ingestión excesiva de sal provoca estrés renal, desequilibrando de nuevo el equilibrio natural ácido-alcalino del organismo. La sal también altera la digestión y se la relaciona con el cáncer de estómago.
El ansia de sal, ejemplificada por los atracones de patatas chips y la pasión por los frutos secos tostados y salados, constituye uno de los ritmos de alimentación más corrientes. Aunque el cuerpo humano puede obtener la cantidad necesaria de sal de forma natural comiendo frutas, verduras, cereales integrales y alubias, entre el cincuenta y el ochenta por ciento del sodio de la dieta de los norteamericanos proviene de añadir sal a la comida durante su cocción.
En resumen: reduce los alimentos que entran dentro de esta hasta de los diez principales antinutrientes y al instante reducirás los niveles de estrés oxidante. Sigue leyendo, veremos más información sobre mis dos fórmulas para eliminar estrés y superar el agotamiento.