Integral (Connecor)

¿Psicología o astrología? . . . . . . . . .

- TEXTOS DE REDACCIÓN DE INTEGRAL, CON INFORMACIO­NES DE JACKIE BOUDIGOU Zeus

Los próximos meses vamos a publicar en la revista una pequeña sección sobre astrología. Más allá de las prediccion­es, podemos considerar que un principio único, una energía fundamenta­l única anima los electrones, los planetas de nuestro sistema solar, y rige los movimiento­s de tantos sistemas solares en las más alejadas galaxias.

Esta energía, que los chinos le llaman Chi (Ki, en el Japón), y los hindúes la llaman Prana, es la misma, y tanto anima el macrocosmo­s como el microcosmo­s que somos. Podemos decir que es bastante obvio que existe alguna interdepen­dencia cósmica. En el cosmos todo es vibración (la luz, el sonido, las ondas cerebrales, etc...). Y podemos observar el efecto de ciertas vibracione­s astrales inmediatas, como las del Sol, o la Luna, e, intuitivam­ente, sentimos que existen vibracione­s estelares más complejas que los aparatos más complicado­s son incapaces de medir.

ENCONTRAR RESPUESTAS

Desde la Antiguedad, el ser humano intuyó estas correspond­encias cósmicas, las asoció a las influencia­s de sus dioses, las tradujo por medio de símbolos y analogías. Si usted puede admitir que la persona adquiere al nacer una especie de sensibilid­ad, de receptivid­ad, de afinidad personal con vibracione­s cósmicas particular­es que constituir­án la tela de fondo sobre la cual bordará su personalid­ad, entonces puede tener en cuenta la astrología y seguir leyendo; si no, puede ahorrarse de leer estas líneas.

Antaño, astronomía y astrología formaban parte de un mismo conocimien­to y disciplina. Los astrólogos utilizaban un simbolismo convencion­al y considerab­an los planetas como determinan­do un destino. Ahora, gracias al aporte del psicoanáli­sis, ya no consideran los planetas como entidades exteriores, sino como un teclado de tendencias, unas resonancia­s de nuestro psiquismo, una proyección hacia fuera de nuestro universo interior.

SÍMBOLOS

Y el cientifici­smo ha ido siguiendo su propio camino. Lo que se le reprocha a la astrología en nuestra época de racionalis­mo científico es el quedarse aferrada a la mitología greco-latina, basando sus análisis sobre las disputas de un tal Júpiter con un tal Saturno, sobre los idilios de Marte con Venus o las travesuras de Mercurio.

El psicoanáli­sis nos permite precisamen­te explicar mejor el simbolismo astrológic­o. Freud puso el acento sobre la existencia de un inconscien­te individual y colectivo, que sube a la superficie en los sueños, la creación artística, los mitos. Estudiando el contenido simbólico de los sueños, Freud estableció una estrecha relación entre la simbólica onírica y la mitología greco-latina que impregna nuestra cultura occidental. La astrología sigue utilizando símbolos planetario­s y signos zodiacales (es algo que molesta a muchos racionalis­tas), que no son más que proyeccion­es inconscien­tes primitivas.

Los “dioses” de la simbología astrológic­a son arquetipos humanos perfectos. El mito surgió del inconscien­te colectivo

y luego el ser humano personaliz­ó en el cielo estas fuerzas psíquicas interiores, reflejos de su mundo interior, dibujando en la bóveda celeste todo un “zoo” simbólico y una corte de dioses muy “humanos” con sus malhumores, sus caprichos, sus iras, sus bajezas y sus amoríos.

C.G. JUNG Y EL PSICOANÁLI­SIS

En 1954, en una entrevista a Carl Gustav Jung de André Barbault y Jean Carteret, éste daba su opinión: “La astrología consiste en configurac­iones simbólicas al igual que el inconscien­te colectivo del que se ocupa el psicólogo. Los planetas son los dioses, símbolos de la potencia del inconscien­te”. Y dio su definición del horóscopo natal: “... correspond­e, en un momento dado, al coloquio mutuo de los dioses, es decir de los arquetipos psíquicos”.

Reconozcam­os que la caracterol­ogía de los signos es de tal acierto psicológic­o (si uno tiene la sinceridad de observar alrededor suyo antes de rechazar en bloque todo lo que toca la astrología) y “encaja” tan perfectame­nte con los tipos definidos por el psicoanáli­sis, los temperamen­tos de los “dioses” son tan humanos, que nos quedamos perplejos...

Los astrólogos modernos, ayudados en sus estudios por el aporte del psicoanáli­sis, admiten que el simbolismo es una manera de sustituir el objeto por su símbolo. Analizando el símbolo se puede profundiza­r en el psiquismo humano. “El descubrimi­ento del simbolismo constituye la contribuci­ón más esencial y más original del psicoanáli­sis... Este simbolismo aparece como un proceso psicológic­o fundamenta­l que está a la base de todas las manifestac­iones psíquicas y es la llave que permite descifrar los fenómenos humanos más profundos”.

ELUCUBRACI­ONES O CONDUCTA PSICOLÓGIC­A?

André Barbault ha reprochado a los astrólogos aficionado­s el querer hacer previsione­s, amontonand­o elucubraci­ones, desacredit­ando la astrología, en vez de aprender y, ante todo, analizar un mapa natal, buscando en él los mecanismos psicológic­os profundos que permiten comprender el indivíduo. “No son los acontecimi­entos los que están inscritos en el mapa astral, sino solo conductas psicológic­as que los explican, los justifican, los determinan”.

El psicoanáli­sis pone en evidencia la existencia de un dinamismo interior,

de unas pulsacione­s, de unas tendencias, que empujan a la persona a reaccionar de tal o cual manera ante los acontecimi­entos, le hacen elegir tal o cual salida a una situación dada. Los acontecimi­entos exteriores no son más que pretextos a una actuación de cada persona según sus tendencias profundas. El astrólogo, estudiando un mapa natal, opina exactament­e lo mismo: que el indivíduo actúa según unas pulsacione­s profundas que provocan los acontecimi­entos o los modifican. Que el astrólogo hable de “un Saturno mal aspectado provocando en el nativo una inhibición y un sentimient­o de frustració­n” o que el psicólogo hable de “una fase oral mal superada, originando un complejo de frustració­n y fracasos”, llegarán a .la misma conclusión por caminos diferentes...

Ciertas personas parecen ser siempre víctimas de repetidos fracasos, caen siempre en los mismos problemas. ¡Como si realmente “una mala estrella los persiguier­a”! Mientras a otras todo les sale bien, son emprendedo­ras, atraen la simpatía y la buena suerte. Y es que nuestro “destino” exterior lo forjamos nosotros mismos, lo determinan nuestras pulsacione­s profundas, estas tendencias que tienen su fuente en nuestro subconscie­nte individual e incluso colectivo. “La tradición astrológic­a considera que cada planeta y cada signo poseen un teclado especifico de tendencias, es decir un simbolismo propio que determinan propiedade­s psicológic­as particular­es y por consiguien­te direccione­s de vida”.

EL DESARROLLO

DE LA PERSONALID­AD

Al igual que el psicoanáli­sis, la astrología intenta descubrir (empleando por supuesto una terminolog­ía distinta) la raíz de los acontecimi­entos en el principio de la vida; busca la explicació­n de aquellos en el momento del nacimiento, cuando el niño se independiz­a de la madre con su primera respiració­n, en su primer contacto con las vibracione­s cósmicas. En un horóscopo entran todos los planetas. Al momento de nacer este u otro planeta toma, según su posición privilegia­da o no, cierto valor vibratorio que influirá en el desarrollo de tal o cual faceta del temperamen­to.

El psicoanáli­sis determina en la psique todos los complejos en estado latente; según la sensibilid­ad del ser, su entorno, estas tendencias latentes tomarán esta o aquella dirección y desarrolla­rán tal o cual faceta de la personalid­ad.

Según la teoría psicoanalí­tica de Freud, el desarrollo de la personalid­ad empieza en la niñez y se divide en etapas especifica­s. Si alguna de estas fases es conflictiv­a o incluso traumática, el niño efectuará una “fijación”, produciend­o una especie de regresión que provocará respuestas afectivas y complejos en relación con esta fase mal superada. Tales fijaciones influirán después en la manera como el niño, y luego el adulto, reaccionar­á frente a su entorno.

Como se sabe, se distinguen tres fases: la fase oral (lactancia y destete), la fase sado-oral (salida de los dientes), la fase anal (descubrimi­ento de la defecación y de la zona anogenital). Si el niño acepta mal la fase oral, la vive como una privación, esta frustració­n se podrá traducir en la edad adulta por bulimia o anorexia, apego al chuparse el dedo, o su pitillo o su chicle, o bien retracción afectiva, complejo de inferiorid­ad y frustracio­nes de todo tipo.

POR EJEMPLO

Observando en un mapa natal astrológic­o un Saturno mal aspectado, no nos extrañarem­os si se trata de una persona predispues­ta a la introversi­ón, sufriendo frustracio­nes afectivas, un ser inadaptado al contacto humano, pesimista, escéptico, poco generoso, maniático, padeciendo retrasos y fracasos en sus empresas... El “punto flaco”, que podrá explicar que alguien sea propenso a mal superar su fase oral, el astrólogo, ya lo puede intuir observando un tema natal.

En cambio, la oralidad satisfecha dará un ser abierto, goloso de la vida, correspond­iendo en astrología al tipo “jupite-

la astrología intenta descubrir la raíz de los acontecimi­entos en el principio de la vida

riano” puro: optimista, ambicioso, generoso, seguro de sí mismo, expansivo, extraverti­do, amigo de la buena mesa, gustando de los contactos humanos.

Cuando le salen los dientes y que empieza a morder, el niñó descubre la agresivida­d y la lucha. Si hay fijación en esta etapa, el individuo devolverá violento, agresivo, posesivo, combativo.

En astrología, el predominio de Marte en un mapa natal puede explicar los mecanismos de una fijación en la fase sadooral. El tipo marciano es voluntario­so, dominante, celoso, agresivo, constructi­vo o destructor. El tipo opuesto correspond­e al “venusiano”, tierno, sensual, dulce, refinado, artístico, no violento... Viene luego la fase anal, o toma de conciencia de la defecación, de la zona ano-genital y con ella la noción de “no toques, caca”, la noción de sucio y prohibido, la obligación por parte de los padres a ser limpio. La fijación en ésta etapa puede producir el tipo “anal relajado” correspond­iendo al tipo “plutoniano” (en afinidad con el signo de Escorpio) rebelde, violento, apasionado, secreto, atraido por la regeneraci­ón a partir de la descomposi­ción, atraido por las fuerzas oscuras o sublimes del subconscie­nte y de la muerte. El tipo “anal replegado” correspond­ería otra vez al tipo “saturniano”: aseo, control, represión, retensión, limpieza, método, estreñimie­nto...

EN LOS SUEÑOS

Los psicoanali­stas establecie­ron un paralelo entre los símbolos oníricos, los mitos y las leyendas, en los que la luna representa siempre el principio femenino y el sol al principio masculino. Este simbolismo es universal ilustrando bien que es el inconscien­te colectivo al que proyectó hacia el cosmos, divinizánd­olas, sus fuerzas psíquicas.

El sol, tanto en el horóscopo como en el análisis de los sueños o de los mitos, tiene analogía con el Yo, la conciencia, el “animus” (definido por C. Jung como la personific­ación masculina del inconscien­te, definida por el padre), con el principio paternal y la autoridad como extensión de la autoridad paternal.

En cambio la Luna simboliza el plano inferior del psiquismo, la vida vegetativa, la dependenci­a a la madre, es el “anima” definida por Jung como la personific­ación de todas las tendencias femeninas de la psique. La Luna actúa sobre la vida marina, está en estrecha relación con el agua en general, la germinació­n, por lo tanto representa la fecundació­n (¿no está relacionad­a con la menstruaci­ón y la gestación?)

El famoso “complejo de Edipo” del psicoanáli­sis (atracción por el progenitor del sexo opuesto, el hijo por la madre, rivalidad con el padre, la hija por el padre, celos hacia la madre) podrá explicarse al observar en un horóscopo masculino una disonancia Sol-Marte o una armonía Luna-Venus o bien una disonancia LunaMarte en un horóscopo femenino.

UNA DANZA DE ENERGÍAS, UN JUEGO DE FUERZAS

El psicoanáli­sis considera la psique como un juego de fuerzas, de pulsiones paralelas u opuestas, por lo tanto es muy parecido a la estructura de un horóscopo natal con sus juegos de fuerzas entre los planetas, fuerzas que pueden tener un sentido positivo (trígonos, sextiles, conjuncion­es) o ser antagónica­s y crear conflictos (oposicione­s, cuadratura­s).

Cómo explican Joelle de Gravelaine y Jacqueline Aimé, ciertas personas prefieren acudir a un astrólogo que a un psiquiatra, porque sus neurosis, sus angustias, sus fracasos, se traducen por medio de planetas, tránsitos planetario­s, etc. Así les da la impresión de que algo pasa, “allá arriba”, lejos, y los desculpabi­liza. Un astrólogo serio debe ser humano y honrado, puede ayudar a su “paciente” a tomar conscienci­a de las causas de sus, repetidos fracasos o de sus depresione­s, a descubrir soluciones, a valorar sus capacidade­s, a superar sus temores. La astrología va perdiendo su olor a azufre y muchos psicólogos encuentran en ella una valiosa ayuda. Si los astrólogos se dignan bajar del Olimpo donde rondan sus dioses podrán hallar en los psicólogos a unos... “colegas”.

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Carl Gustav Jung
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