Piedras Preciosas
anna raBinowicz San Francisco, EE. UU.
La belleza de los cristales procedentes de la tierra habla del propio orden interno de la materia. Anna Rabinowicz, lo sabe bien. “Amo las piedras –señala– por su antigüedad, exotismo, rareza y los secretos que guardan. Generalmente no descubres la composición y colores hasta que no las abres”. Hace ahora quince años que lanzó la primera colección RabLabs en Nueva York, y antes de sentarse a diseñar, sigue teniendo en cuenta qué hemos perdido en nuestra cotidianeidad y cómo mejorar la vida diaria a través de los objetos. En el inicio investiga las propiedades del material y el curso natural de su formación. Entre sus piedras predilectas, las que parecen resplandecer desde el interior, como un cristal de miel. En cada pieza, todo suma: la formación como diseñadora, su bagaje en ingeniería de aparatos de precisión médica y el valioso conocimiento de los artesanos de Brasil e Italia, con los que colabora desde hace años para innovar en la manufactura. Le inspira el glamur de los años 20 y la opulencia de los 70, del pasado siglo. Y el exuberante lenguaje de Gabriel García Márquez, sus frescos pintados con palabras, o la fantasía exótica y naíf de Henri Rousseau. Profesora de Diseño de producto en la Parsons The New School de Nueva York, y ahora en la Universidad de Stanford, opina que “las Artes Aplicadas añaden significado a los objetos y les insuflan vida. Los objetos mejoran la interacción entre las personas y conforman nuestra memoria”.