La entRevIsta
HA FIRMADO SILLAS Y LÁMPARAS, FRASCOS DE PERFUME, VAJILLAS, MESAS, MUCHOS SOFÁS, IDENTIDADES CORPORATIVAS Y UN ESTADIO DE FÚTBOL, ‘GADGETS HI-TECH’, UN COCHE ECOLÓGICO E INCLUSO UN SUBMARINO. HABLAMOS CON UNO DE LOS DISEÑADORES MÁS RESPETADOS –Y PROLÍFICO
Con Jean-Marie Massaud, uno de los diseñadores más prolíficos y respetados del mundo
Puede que el eco no amplifique su apellido en el panteón del diseño mundial, pero, dejando de lado un currículum realmente impresionante, tiene a su favor un talento tan genuino como polivalente, el orgullo que nace del (buen) oficio y ser el único dueño de su destino. Y eso a pesar de una timidez confesada y atrevida. Charlando es casi tan bueno como proyectando, y tiene las cosas igual de claras. Tengo entendido que, de pequeño, usted quería ser inventor, ¿por qué? No lo sé exactamente, imagino que por las mismas razones que otros niños sueñan con ser astronauta, bombero o policía. Estaba fascinado con las enciclopedias y con la gente que inventaba cosas. Y, así, tras el Bachillerato, entré en una escuela de preparación para futuros ingenieros aeronáuticos en Toulouse. El trabajo con estructuras, resistencias y demás no me resultó demasiado interesante, la verdad, pero me puso en el camino del diseño y acabé mudándome a París para estudiar diseño industrial en la ENSCI-Les Ateliers. Curiosamente, nada más salir de la escuela proyecté un submarino para Yamaha Offshore, pero he hecho de todo en estos 25 años… Y, desde esa perspectiva privilegiada, ¿qué significa en verdad ser diseñador? Para la mayoría, el concepto “diseño” está asociado a la idea de belleza; para mí, “diseño” significa mejorar las condiciones de vida de la gente, sea en el terreno que sea. Como hizo
Steve Jobs, que me parece un excelente ejemplo. Voilà! Tiene todos los premios importantes –el Compasso d’Oro, el Red Dot y muchos otros– y ha trabajado con compañías del prestigio de Cassina, Poliform o Axor, pero nunca se ha dejado atraer por el imán de la fama… Siempre he sido muy tímido, lo que me ha alejado de la côté mediática de la profesión, del show. En 2010 decidí dejar la arquitectura, sobre todo por el ritmo de vida que exigía: un día en Tokio, al siguiente en México D.F. y de allí a Nueva York. Poco después decidí también reducir mis colaboraciones a unas pocas compañías con las que existen unas sinergias verdaderamente fuertes, como Cappellini o Dedon, y no aceptar proyectos que no me planteasen auténticos retos,
como el coche ecológico Me.We para Toyota. Samsung, por ejemplo, me propuso ser el director creativo de todas sus divisiones, y rechacé la oferta. Tengo la suerte de que los royalties de mis diseños me lo permiten. Ahora vivo en Saint-Paul-deVence, en la Provenza, y voy a París para trabajar en mi estudio tres días a la semana, nunca más. Prefiero una vida equilibrada a los clientes internacionales y las vueltas al mundo, que refuerzan el ego, pero no le hacen a uno mejor diseñador. Su trabajo tiene una innegable dimensión social. ¿Cuál es, o debería ser, el compromiso del diseño con la sociedad? Para mí es esencial observar el contexto en el que uno trabaja, identificar los múltiples desafíos que propone –sociales, económicos, ecológicos, urbanísticos, industriales, etc.– y aportar soluciones creativas, simples y sintéticas a esos problemas. Estamos al servicio de la sociedad, de una cierta idea de progreso. ¿Qué es lo más satisfactorio que un creador puede ofrecerle a la gente? Experiencias de vida accesibles. Presenta en este Salone una nueva colección, Dean, para Dedon, a la que siempre es fiel. ¿Qué tienen esas pocas marcas con las que sigue colaborando? Es imprescindible para mí compartir cierto punto de vista, así como una serie de valores, a la hora de embarcarme en una aventura creativa. En el caso de Dedon, compartimos, en primer lugar, la filosofía de easy life que hay detrás de ella, y, por otro lado, se trata de una colección de sillas inspirada en el diseño aerodinámico de los barcos de la Copa América de vela, que apuesta por la innovación técnica y que nos ha costado dos años desarrollar. Retos, siempre retos. Colaborar debe ser una connivencia tan placentera como productiva, otra cosa no me interesa. ¿Y nunca ha pensado en crear su propia marca? Sí, y, de hecho, estamos a punto de lanzar ’M con una colección de zapatos que se presentará este junio en Pitti Uomo, en Florencia. Yo no seré siempre el centro de atención de la marca, por eso no lleva mi nombre; no soy Philippe Starck ni Paul Smith.