LA ENTREVISTA
SU MAESTRÍA EN EL DOMINIO DE LÍNEAS SOLO APARENTEMENTE SIMPLES, SU REDEFINICIÓN DEL CONCEPTO DE CONFORT, SU OBSESIÓN POR EL DETALLE O SU DECIDIDA APUESTA POR LA SOSTENIBILIDAD HACEN DEL BRASILEÑO UNO DE LOS GRANDES ARQUITECTOS DE NUESTRO TIEMPO, AUNQUE EN
Descubre la filosofía del gran arquitecto Màrcio Kogan
Entrevistar” no es el verbo adecuado para describir el encuentro con Màrcio Kogan (São Paulo, 1952); sería más preciso utilizar “conversar”, que introduce la dimensión de placer en la concurrencia de los interlocutores y su intercambio de ideas. Con él se pasa de João Baptista Vilanova Artigas a Pier Paolo Pasolini, o del urbanismo a la política, para acabar hablando de poesía. Y hasta se encuentra uno respondiendo a sus preguntas en lugar de plantearle las que ha preparado para él. Extremadamente cordial y comunicativo, tan lúcido como culto, generoso con el tiempo en una larga jornada de encuentro con la prensa, estas líneas no son sino un breve resumen de una conversación animada, y enriquecedora que a uno le gustaría que el lector disfrute tanto como él. ¿Cuándo supiste que la arquitectura era lo tuyo? Diría que ya de niño. Mi padre, Aron Kogan, fue un arquitecto e ingeniero del movimiento modernista, y desde muy pequeño, a mediados de los cincuenta, me llevaba con él a sus visitas de obra. Murió cuando yo tenía apenas ocho años, pero la arquitectura quedó en mi corazón. Aunque, según creo, estuviste a punto de cambiar de tercio… Bueno… Estudié en la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Presbiteriana Mackenzie de São Paulo, pero me enamoré del cine y durante años compaginé ambas cosas. Hice una quincena de cortometrajes con un compañero de la facultad y luego socio en el estudio, Isay Weinfield. Ganamos varios premios internacio- nales –uno de ellos aquí en España, en Huelva–, y llegué a dudar a qué dedicarme. Pero, en 1988, después de coproducir y codirigir con él un largometraje de ficción, Fogo e pãixao –un auténtico desastre–, y arruinarme, decidí centrarme en la arquitectura. ¿Tienen algo en común ambas disciplinas? Hay muchos elementos del lenguaje cinematográfico que yo he trasladado a mi arquitectura, como el desarrollo de las proporciones –muy conectado con la composición de planos y encuadres–, la importancia capital de la luz, e incluso la búsqueda de transmitir emociones. Ahora, hay una cosa imposible de transferir a la arquitectura del cine: el humor. La arquitectura, siempre demasiado seria, está completamente vacía de espíritu cómico. Simplemente no pegan. En alguna ocasión, en mis clases o conferencias a estudiantes, me han preguntado las razones de este desencuentro, y nunca he sido capaz de explicarlas, pero realmente es así. Tu concepción del oficio es absolutamente global: trabajas todas las escalas, desde el proyecto arquitectónico al detalle del interiorismo, e incluso has diseñado equipamiento doméstico y piezas de mobiliario.
“HAY MUCHOS ELEMENTOS DEL LENGUAJE CINEMATOGRÁFICO QUE YO HE TRASLADADO A MI ARQUITECTURA”
La arquitectura es por definición multidisciplinar. En la facultad uno aprende a integrar conocimientos de arte, diseño, diseño gráfico, paisajismo, urbanismo… distintas perspectivas complementarias que yo promuevo en mi estudio. No importa en qué trabajamos –puede ser un edificio o una pieza de mobiliario–, sino el diálogo que establecemos para desarrollar nuestras ideas lo más satisfactoriamente posible. Por otra parte, y después de ver, las primeras veces que entregamos proyectos exclusivamente de arquitectura, hace ya muchos años, como muchos clientes amueblaban de forma desastrosa sus casas, decidimos controlar de principio a fin todo el proceso. ¿Mies van der Rohe sería tu modelo a seguir? Sin duda. Admiro muchísimo las proporciones de sus proyectos. En mi opinión, el Pabellón Alemán de Barcelona es la gran obra maestra de la historia de la arquitectura. Pero no puedo olvidar a Niemeyer y a los modernistas brasileños, entre poetas y filósofos de la arquitectura: Vilanova Artigas, una influencia no solo profesional, también política, el pionero Lúcio Costa, y por supuesto Lina Bo Bardi, que merece mucha más notoriedad de la que tiene.
Progresivamente, el concepto de tu estudio, MK27, ha ido evolucionando hacía una práctica de trabajo en equipo. ¿Cómo trabajáis? Sí, con el tiempo el estudio ha desarrollado un sistema democrático, casi socialista, con sus cualidades y defectos. Somos una veintena larga de arquitectos, muchos más talentosos que productivos –aunque no les gusta que lo diga–, de modo que llevamos a cabo procesos de diseño grupales y quienes participan en ellos son coautores de los proyectos. Siempre luchamos para que en las publicaciones todos los nombres aparezcan en los créditos, y no solo el mío, ya que siempre trabajamos en equipo. En el caso de los dos proyectos madrileños con Caledonian, Somosaguas y Valdemarín, los he llevado a cabo con Suzana Goglowski. Y para que veas hasta qué punto es así, cuando entra un proyecto especial o ganamos un concurso importante, cerramos el estudio durante un día y nos dividimos en equipos. Cada uno desarrolla una propuesta, y al final del día, cada grupo tiene diez minutos para presentar su trabajo. Podemos decantarnos por una, descartarlas todas o combinar elementos de varias. Es una experiencia muy interesante, no solo creativa, también de punto de vista. Y ya que hablamos de puntos de vista, yo definiría tu trabajo como una victoria épica sobre el espacio. ¿Estás de acuerdo? Te lo agradezco, pero dejémoslo, en
tentativa..• todo caso, en
“LA ARQUITECTURA ES POR DEFINICIÓN MULTIDISCIPLINAR. INTEGRA DISTINTAS PERSPECTIVAS COMPLEMENTARIAS QUE YO PROMUEVO EN MI ESTUDIO”