LA ENTREVISTA
Hablamos de diseño, disciplinas, escuelas e iconos con el creativo danés Henrik Pedersen
Lo mejor del conocimiento a priori es que, cuando falla, nos hace ponernos en guardia contra nuestra autocomplacencia. Es cierto que las entrevistas a distancia son bien distintas de las presenciales, pero, igual que no todos los cisnes son blancos, no todos los encuentros virtuales son fríos y superficiales, como demuestra éste. ¿Cómo definirías un producto firmado por Henrik Pedersen? Ante todo, mi intención es siempre la de ser totalmente honesto a lo largo de todo el proceso, sin importar si la pieza es exclusiva o económica. Una diferencia que hace radicalmente distinto el objetivo, pero no cambia en absoluto el proceso. En un caso, uno tiene que añadir elementos y detalles que aporten personalidad y valor; en el otro, yo trato de armonizar la eficiencia de producción y el cuidado del aspecto, eligiendo materiales o métodos de montaje atractivos. Además de ‘honesto’, ¿qué otros adjetivos te describen profesional y personalmente? En lo profesional, diría que creativo, con sentido comercial, trabajador, obstinado, si de verdad creo que tengo razón, y bueno con las proporciones y la ergonomía. En lo personal, abierto, de trato fácil, decididamente informal, dialogante y demasiado enganchado al trabajo… Tengo entendido que cambiaste el diseño de moda por el industrial, ¿en qué se parecen y qué diferencia ambas disciplinas?
En lo básico no hay demasiada diferencia –sobre todo en lo que al proceso de diseño se refiere–, como tampoco la hay con el diseño gráfico o el de interiores. Las herramientas creativas y los procesos son muy similares. Por supuesto que hay especificidades técnicas, pero el combustible que alimenta el motor del diseño, por decirlo de alguna forma, es el mismo. Se trata de ajustar tus herramientas y visión creativas a un terreno u otro. Y, además, todas estas industrias de diseño –del mobiliario al interiorismo, pero también la moda– tienden a alimentarse entre sí, y también a inspirarse mutuamente. Yo creo firmemente que la mejor base posible para un diseñador es dominar varios de estos campos. Pones al día el concepto clásico de diseño danés –función, función y función con una belleza tan sobria como evidente–, ¿cómo te llevas con la etiqueta? Magníficamente bien, la verdad. Mi gusto está muy depurado, no solo en lo profesional, como diseñador de mobiliario, también en lo personal, como consumidor. Con la arquitectura, los coches o la ropa pienso igual. Volvemos al discurso del comienzo, a la honestidad: no me atraen las cosas espectacularizadas, ni sobre decoradas; me gusta el diseño que equilibra hasta hermanar funcionalidad y estética. Mi mentalidad está formada en la escuela danesa, o mejor dicho, en la escandinava, que valora tanto la ergonomía de una butaca como sus líneas. Y hablando de butacas, se cumplen 10 años de la Imola, que diseñaste para BoConcept, una de tus piezas más conocidas y un icono contemporáneo. ¿Cómo se consigue uno? En primer lugar, no pensando en ello, no proponiéndotelo. De lo contrario, lo más fácil es que fracases. A mí me motiva la búsqueda creativa, sea en el terreno que sea, el proceso que convierte una idea en producto. Sus retos. Ese es mi enganche con este oficio. Así que, una vez he acabado un proyecto, paso al siguiente sin pensar mucho más en él. Y creo que así debe ser. De lo contrario, uno acaba convirtiéndose en otro tipo de diseñador… El que está más preocupado de dejar un sello reconocible que de seguir avanzando profesionalmente… Tú lo has dicho. Con el tiempo y un poco de suerte, el mundo se encargará de reconocer tu esfuerzo. Pero esa no es de ningún modo nuestra tarea. ¿Qué tiene de especial Imola que la distingue de tantos otros asientos? A diferencia de la mayoría de las sillas, en las que las curvas se expresan por lo general como partes de un círculo, las curvas de la Imola fluyen y son cien por cien orgánicas. En realidad, refleja más la fluidez de una pluma que las reglas de la geometría. En estos diez años, tu relación con BoConcept se ha fortalecido hasta el punto de convertirte en uno de sus diseñadores de cabecera… Se trata de una relación fértil y duradera, construida sobre una comprensión común del diseño. Como cualquier persona creativa, y tantos y tan-
“ME GUSTA EL DISEÑO QUE EQUILIBRA HASTA HERMANAR FUNCIONALIDAD Y ESTÉTICA. MI MENTALIDAD ESTÁ FORMADA EN LA ESCUELA ESCANDINAVA”
tos de mis colegas, yo me paso el día trabajando (a veces proyecto hasta en sueños). La inspiración, por llamarlo de algún modo, no se puede apagar. Se trabaja. Y eso conjugado con que uno quiere, con todos los clientes con los que tiene una relación estrecha y a largo plazo, llegar a entender a fondo la marca y dar con la pieza que podría ser su próximo bombazo hace que trabajar 24 horas los 7 días de la semana tenga compensación. ¿Es el tiempo el juez último del (buen) diseño? Me parece más interesante otra pregunta: ¿qué es el buen diseño? Y voy a tratar de contestarla de la forma más simple de la que sea capaz. El que identifica perfectamente y cumple con el objetivo del proyecto. Cuando
eso sucede, rara vez el éxito es esquivo. Un buen diseño para IKEA no tiene nada que ver con un buen diseño para B&B Italia; sus filosofías y escalas son muy distintas, aunque las dos tienen piezas clásicas. No creo que el tiempo sea el juez definitivo, pero sí un buen indicador de si
no.• el camino es el correcto o
“EL BUEN DISEÑO ES EL QUE IDENTIFICA PERFECTAMENTE Y CUMPLE CON EL OBJETIVO DEL PROYECTO, DE LA FIRMA. CUANDO ESTO SUCEDE, EL ÉXITO ESTÁ ASEGURADO”