EL COLCHÓN IDEAL
Aunque oficialmente existen de tres tipos, muelles, látex y espuma (los viscoelásticos forman parte de éste último), suelen ser híbridos porque en sus capas combinan varios materiales y tecnologías.
MUELLES: Su mala fama terminó con la llegada de los ensacados: al contrario que los clásicos bicónicos (o Bonell) y continuos, son más resistentes, no hacen ruido y, al transpirar muy bien, tampoco transmiten calor. Asimismo, como cada uno de sus muelles está recubierto con su propia bolsa de tela, ofrecen independencia de lechos: algo indispensable si se duerme en pareja o hay una gran diferencia de peso entre los durmientes. Se recomienda que, como mínimo, tenga 220 muelles por m2.
LÁTEX: Al tratarse de un material elástico en el que el aire fluye en su interior, tanto los naturales como los sintéticos se adaptan al contorno del cuerpo y precisan bases transpirables, como un somier articulado o de láminas. También se caracterizan por ser termoneutros (la temperatura ambiente no influye en su firmeza) e hipoalergénicos. Fíjate que su núcleo tenga más de 15 cm y una densidad intermedia de 75 kg/m3: una inferior puede pecar de excesivamente mullida y una superior de una firmeza excesiva.
ESPUMA Y VISCOELÁSTICOS: Los primeros, a no ser que tengan una espumación HR (High Resilence) y una densidad mínima de 25 kg/m3, sólo se recomiendan para usos esporádicos: los de baja calidad pecan de poca firmeza y apenas transpiran.
Ahora bien, los viscoelásticos son, sin duda, los más revolucionarios y adaptables del mercado. Su espuma, desarrollada por la NASA en los años setenta, tiene efecto memoria (vuelve a su forma inicial al dejar de presionar su superficie), reacciona al calor corporal (se endurece con el frío y ablanda con el calor), se amolda perfectamente al cuerpo eliminando los puntos de presión en la espalda y articulaciones, transpira y, como los ensacados, son aconsejables para dormir en pareja. Su densidad debe situarse entre los 45 y 80 kg/m3.