Interlineados de una baronesa
Un periodista televisivo quedó con la Baronesa Thyssen. Ella siempre genera interés y esta vez el río suena revuelto por la herencia que legará. Quizá inspirada por Christine Lagarde, quién sabe, Tita deslizó en la charla (a propósito o no) mensajes en cl
Los entreverados de Tita son entrañables y adictivos. Admito –en este artículo recurriré a la primera persona del singular e ignoraré a sabiendas, y con alevosía, una de las normas básicas del periodismo (te pido perdón por ello)– que es mi nueva pasión. La Baronesa Thyssen me enterneció cuando contestó a Miquel Valls que «300 millones dan para mucho». ‘O sea, que no los tienes’, pensé. El contexto de la respuesta es el siguiente: los escarceos hereditarios arreciaron en la familia, así que los de Espejo Público agarraron los bártulos televisivos y se fueron para Andorra. Allí Valls le sacó el tema de su patrimonio.
La joya de la corona orbita en torno a Paul Gauguin. Y Tita usó el preciado ‘Mata Mua’ –del que es propietaria– para ilustrar su drama personal: a veces anda corta de efectivo, pero –infiero– ese sacrificio lo ofrece a cambio de la accesibilidad al arte e –infiero otra vez– del bien común. Es una de las guardianas del interés general en su rol de custodia de una admirable colección que jamás acabará en los pasillos de la vulgar mansión de algún nuevo rico. Y así será, aunque le cueste la liquidez y disgustos con los ministerios de Cultura y Hacienda. El subliminal no está mal. Andaba yo arrellanado con fiebre en mi cama y, supongo que, por el chute de turno, la imaginé suplantando a Fay Wray.
No profundizó más en asuntos dinerarios, así que, a los pocos días, la directora del programa me confió la tarea. La fortuna de Tita transita por debajo del radar, pero su lista de activos es rastreable. Sólo hay que dedicarle tiempo y darle margen a las fuentes adecuadas para calcularla
Ismael García Villarejo
con una desviación aceptable. La colec- ción de arte domina y supone el 85 por ciento del patrimonio (incluyo en esta línea los acuerdos con el Gobierno que inmiscuyen a esas obras); la cartera inmobiliaria supone un 9 por ciento mientras que en productos financieros proyecté – siguiendo el rastro de los papeles de Panamá y suponiendo que la situación que afloró La Sexta en su día no ha variado sustancialmente– el último 6 por ciento. En total, 1.022 millones de euros.
Estos detalles son la clave: su posición de tesorería estaría entre el 4 y el 6 por ciento. Más contexto: los gestores trabajan ahora con el 4,3 por ciento como máximo y van a menos (en encuestas previas, estaban en el 4,5). La baronesa se mete en niveles de fondos de inversión, con una posición media de liquidez del 6 por ciento. La gran diferencia está en el 94 por ciento restante: no se puede vender de un día para el otro y tiene demasiados condicionantes (como los acuerdos con el Gobierno). Así que cuando Tita se queja, a ratos, de carencia de efectivo, entrega un interlineado utilísimo: el arte es una inversión a larguísimo plazo con costes desaforados y necesarios para atar retornos dignos: racanear está contraindicado. Exige, por tanto, infraestrucura y sacrificio: consume capital y tiene más riesgo del que parece.
Probablemente ni Tita ni yo –a través de este artículo– sorprendamos a ningún erudito de las subastas; pero, aunque una minoría de la comunidad financiera domine estas claves, la baronesa, al revindicarse, nos ofreció a la mayoría un manual cifrado de inversión en arte durante una entrevista televisiva que no iba de eso. ¡Tomamos nota! Yo, al menos, iré con la guardia alta a la próxima galería.
Desde que Christine Lagarde lagrimó en directo ante Susanna Griso no se había visto transmutación igual. Mientras la presidenta del BCE habló, por primera vez, sin interlineados para humanizar su fría y distante figura pública; ahora la exmiss, con su simple «300 millones dan para mucho», mandó un telegrama a gestores e inversores para que se interprete como se quiera o pueda. ¡Anhelo una entrevista conjunta!