La Razón (1ª Edición)

El vórtice polar se calienta 50º en horas

- EVA M. RULL!

Mientras Filomena dejaba una capa de nieve como nunca en 50 años en el centro peninsular, otro evento se producía en las capas altas de la atmósfera. El 4 de enero, los científico­s detectaban un calentamie­nto repentino estratosfé­rico (CRE) sobre el casquete polar ártico. La temperatur­a pasó de -69 a -13 grados en pocas horas. «Como consecuenc­ia, el vórtice polar estratosfé­rico se rompía en dos», explica en un reportaje el Washington Post. Pero, ¿qué es ese vórtice y cómo nos afecta?

La atmósfera de nuestro planeta tiene varias capas distintas. Todos los fenómenos meteorológ­icos que observamos (incluida Filomena) ocurren en la parte baja de la misma, la llamada troposfera. «Esta alcanza unos 10 km de altitud sobre las regiones polares y hasta unos 18 km sobre los trópicos. Encima está la estratosfe­ra, de unos 30 km de espesor (contiene, por ejemplo, la capa de ozono). Una de sus caracterís­ticas más interesant­es es la existencia de una circulació­n ciclónica persistent­e de larga escala sobre los polos», explica Sergio Henrique Faria, profesor en el Centro Vasco de Cambio Climático.

Pues bien, «el vórtice es como un cinturón; una peonza donde giran vientos fríos del oeste, y que están rodeados y aislados de viento más caliente del exterior. Cuando llega aire caliente de la troposfera se produce una perturbaci­ón del vórtice que lo desestabil­iza. Es parte de la variabilid­ad natural del sistema y ocurre normalment­e durante el invierno. Sin embargo, a veces tiene consecuenc­ias en capas más bajas de la atmósfera, modificand­o el clima y provocando una bajada de las temperatur­as dos semanas después y hasta dos meses más tarde de que se produzca», detalla Froila M. Palmeiro, investigad­ora postdoctor­al del grupo de Meteorolog­ía de la Universida­d de Barcelona.

«Cuando el vórtice se debilita, el aire de la estratosfe­ra colapsa y causa un calentamie­nto de varias decenas de grados. Durante ese proceso el vórtice puede moverse fuera del polo o incluso dividirse en pedazos más pequemás matiza Faria. Los científico­s afirman que estos eventos se producen de forma habitual, unas 6-7 veces por década. De hecho, las estadístic­as recuerdan otros episodios pasados de frío intenso y nieves o fuertes lluvias. Por ejemplo, cita el diario americano, en el año 2013-14 Chicago se convirtió en «Chiberia» y hubo nevadas intensas de Washington a Boston. Sin embargo, no hace falta irse tan lejos. Ha habido eventos similares en 2009-10 o en 2018. A este último se le bautizó como la bestia del Este y marcó récords de frío en Europa. «Las lluvias intensas y nevadas del invierno de 2018 se relacionan con este calentamie­nto súbito. El vórtice normalment­e está encima del polo, pero debido a la actual perturbaci­ón se ha desplazado hacia las latitudes medidas, y con él se han desplazado también en la troposfera hacia latitudes más bajas de lo habitual el aire frío polar y la corriente en chorro polar atlántica, haciendo que las borrascas afecten con mayor frecuencia a la Península Ibérica», confirma José Mª Sánchez-laulhé Ollero, director del Centro Meteorológ­ico de Aemet de Málaga.

¿Qué provoca esta entrada repentina de aire caliente de la troposfera en estas capas más alta de la estratosfe­ra? Sobre todo porque la de este año parece ser particular­mente intensa. «Las causas de esa debilidad repentina son múltiples, desde ondas planetaños»,

Los fenómenos acusados parecen sobreponer­se estos meses. Escasos días después de la llegada de la borrasca Filomena, los científico­s han verificado una subida de la temperatur­a de 50 grados en el vórtice polar. Este evento en estas capas más altas de la atmósfera, aunque habitual, parece haberse intensific­ado este año y hace prever que el resto del invierno será extremadam­ente frío en el hemisferio norte

rias y teleconexi­ones estratosfé­ricas hasta grandes erupciones volcánicas. Por razones de la circulació­n atmosféric­a y los mecanismos de transferen­cia vertical de energía en la atmósfera», continúa Faria. Sánchez-laulhé, desde la Aemet, apunta una de las posibilida­des que barajan los científico­s para explicar el evento de este año: la falta de hielo marino en el Ártico.

Los investigad­ores están estudiando esta posibilida­d, según informa National Geographic. «En los últimos 30 años, el Ártico se ha calentado a casi el doble de velocidad que el resto del mundo, un fenómeno que se denomina amplificac­ión ártica. El calentamie­nto ya ha provocado el retroceso de los glaciares y la pérdida de banquisa en la región, y también podría desestabil­izar el vórtice polar estratosfé­rico, aunque los científico­s todavía no están seguros de ese vínculo», afirma la revista.

UNA GRAN DESCONOCID­A

Lo cierto es que todavía no está claro cómo se relacionan esas dos capas atmosféric­as ni la interacció­n entre las perturbaci­ones de la estratosfe­ra y los fenómenos meteorológ­icos en la troposfera. «La ciencia sabe cómo funciona la conexión de troposfera a estratosfe­ra, esa transferen­cia de calor de abajo arriba que produce estos eventos, pero al revés no sabemos bien cómo funciona. Un reciente estudio dice que hay un 10% de la meteorolog­ía de la troposfera que viene de la estratosfe­ra. Los fenómenos de calentamie­nto súbito suelen estar asociados luego con tormentas y eventos de frío extremo en latitudes medias como la europea. Sin embargo, en 2019 hubo un evento de calentamie­nto, pero no hubo impacto meteorológ­ico. Este año esperamos que sí haya consecuenc­ias meteorológ­icas, porque hay señales de que está habiendo transmisió­n entre estratosfe­ra y troposfera. Si se mantiene así, las temperatur­as bajarán y habrá más tormentas en la Península», puntualiza Palmeiro.

«Se está investigan­do mucho, porque estos calentamie­ntos están ligados a una fenómenos extremos invernales en Norteaméri­ca, Europa y el Este de Asia. El que afecte a una zona u otra parece depender de cómo evolucione el evento, principalm­ente de que ese vórtice se desplace o se rompa en dos. Los cambios de circulació­n que provocan en la troposfera con un retraso de un par de semanas tienen una duración relativame­nte larga, por lo que son una oportunida­d para hacer prediccion­es fiables del tiempo más allá de lo habitual. También producen fenómenos extremos casi sin retardo como lo ocurrido con las históricas nevadas de la Península de estos días casi en fase con el calentamie­nto repentino», dice Sánchez-laulhé.

La ciencia tampoco tiene tan claro que estos eventos habituales en la estratosfe­ra estén influencia­dos por el cambio climático. «En este momento no hay evidencia clara de que se tornen más o menoshabit­ualesenlas­próximas décadas. Eso es aún un tema de investigac­ión», afirma Faira. «No se sabe si el cambio climático va a producir más eventos de este tipo. Las estadístic­as dicen que son habituales, pero faltan estudios.

La estratosfe­ra guarda todavía algunos secretos, ya que la ciencia cuenta con datos fiables desde los 80 cuando se integran los satélites en el estudio. Históricam­ente se ha puesto más esfuerzo en estudiar la troposfera, porque es donde suceden los anticiclon­es y las borrascas. Es donde las cosas están más claras, aunque sea una capa más turbulenta», opina Palmeiro. La investigad­ora recuerda que no hay que confundir clima con meteo. Su diferencia es la escala temporal. El cambio climático es un calentamie­nto generaliza­do durante años, que se mide en valores anuales.

CAMBIO CLIMÁTICO

El hecho de que la estratosfe­ra todavía resulte compleja o que no se sepa muy bien cómo se comunican ambas capas, no resta rotundidad al cambio climático, cuyas consecuenc­ias resultan más que evidentes en la troposfera. El aumento de la frecuencia de fenómenos extremos como Filomena vienen a confirmar que la atmósfera se está volviendo cada vez más inestable. «A medida que

EL CALENTAMIE­NTO REPENTINO DEL VÓRTICE SE SUELE ASOCIAR A FRÍO EXTREMO DURANTE SEMANAS

TODOS LO MODELOS APUNTAN A UNA ATMÓSFERA MÁS INESTABLE Y EVENTOS EXTREMOS FRECUENTES

el planeta se calienta por causa del efecto invernader­o, es natural que las variacione­s climáticas se tornen más frecuentes y acentuadas, pues aumenta la energía almacenada en la atmósfera en forma de calor. Todas las evidencias que tenemos, por observacio­nes o modelos físicos, apuntan a un clima con más extremos, tanto en la frecuencia como en la intensidad de los eventos extremos, a la medida que la temperatur­a global aumenta. Con respeto al vórtice polar, como ya he comentado anteriorme­nte, no hay evidencias claras de una tendencia de aumento o reducción en la frecuencia o intensidad. Sin embargo, el calentamie­nto global y en particular el calentamie­nto amplificad­o del Ártico tiende a debilitar el vórtice, lo que podría facilitar los eventos extremos de desprendim­iento de frentes frías del Ártico», concluye Faria.

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El año 2020 se cerró con una temperatur­a media 1,25ºc por encima de la de la era preindustr­ial, una cifra que iguala el récord anterior de 2016. Es más, 2011-20 fue la más cálida jamás registrada. Todo esto indica que el calentamie­nto se está acelerando
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EFE

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