La Razón (1ª Edición)

Los bebés de Filomena «Nada más dar a luz fuimos en metro al hospital con el niño»

En situacione­s excepciona­les suceden cosas increíbles. Carmen y Ula tuvieron a sus bebés sin asistencia médica en el parto debido a la tormenta de nieve, pero contaron con grandes ayudas y una dosis importante de buena suerte

- POR ANA ABIZANDA MADRID

En esta historia hay varios héroes detrás y, aunque no lo parezca, bastante dosis de buena suerte. La casualidad quiso que el bebé de Carmen y Antonio quisiera venir al mundo en una de las peores noches por las que ha atravesado Madrid en las últimas décadas.

Carmen se despertó de madrugada con molestias, aunque no se preocupó porque aún le quedaba una semana para dar a luz. Sin embargo, empezó con contraccio­nes y se dio cuenta de que el bebé se estaba preparando para salir. Eran las 04:00 de la mañana.

El matrimonio se dio cuenta de que había que ir al hospital y decidieron pedir una ambulancia al 112.

En el servicio les dijeron que la mandarían, y esperaron. Pero la situación se complicaba por momentos, los dolores del parto eran cada vez mayores. Fuera, las cosas también estaban cada vez peor. Volvieron a reclamar la ambulancia, y esta vez les confirmaro­n que no había disponibil­idad. Entonces Antonio empezó a llamar a la desesperad­a en busca de un transporte: «Policía, Bomberos, Radiotaxi...» y la respuesta, inasumible en ese momento, era la misma: «No había forma de sacar un coche».

Antonio bajó entonces a la calle para ver si podían ir al hospital en su coche. En esas estaba cuando le llamó Carmen, que le urgía a volver porque el bebé llegaba: «La cabecita estaba asomando». Tuvieron que apañársela­s: «Mi marido me dijo: empuja. Y empujé. En tres minutos había nacido». «Me lo puso en el pecho, nos tapó bien y llamó al hospital para decir que había nacido». «Por suerte, dentro de lo que podía pasar sucedió todo lo mejor posible», afirma Carmen, «yo me encontraba fantástica».

Sin embargo, nuestra historia tiene una segunda parte, cuando otros de los héroes entraron en acción. El doctor Carlos Piñel estaba en el hospital Quirón San José esa madrugada, cuando le pasaron la llamada de Antonio.

El niño acababa de nacer y el padre quería saber qué tenía qué hacer, preocupado por cuándo cortar el cordón, qué hacer con la placenta... «Al ver que pasaba el tiempo y que las asistencia­s no llegaban tenía miedo de que pasara algo, a la madre o al recién nacido», declara el ginecólogo. En los domicilios no hay material apropiado para cortar el cordón: «Si se hace mal el niño se podía desangrar, el riesgo era grande». Así que tomó rápido una decisión: «calculé la distancia hasta el domicilio, 20 minutos andando». Piñel cogió todo el material que le podría hacer falta, al que se sumó una gran ayuda: Jorge, enfermero de urgencias, y Almudena, auxiliar de enfermería.

El bebé había nacido a las 07:00, ellos se pusieron en camino a las 07:20. «Había mucha nieve en la calle», afirma el doctor Piñel, y se lanzaron a la aventura de alcanzar su meta, llegar a la casa lo más rápido posible. cuando llegaron la madre y el bebé estaban haciendo piel con piel y tapados con mantas. «La mamá estaba genial y super entera», asegura el doctor. Entonces cortó el cordón y reconocier­on al bebé, «que estaba bien».

Luego tenían que alumbrar (sacar la placenta), pero era algo complicado «porque Carmen no tenía analgesia». Y se presentó un nuevo problema. Cuando apretaban para sacarla «le dolía, estaba muy adherida». Carlos Piñel explica que este es uno de los principale­s riesgos de un parto domiciliar­io, y hay peligro de que la madre pierda mucha sangre o incluso se desangre.

El médico volvió a llamar al Summa para el traslado, pero era imposible llegar. Así que pensaron cómo ir al hospital, y la solución fue lógica e impensable a la vez: el metro. «Explicamos la situación al matrimonio y nos dijeron que sí».

Yporfinlle­garonalhos­pital,dondeestab­atodoprepa­radoparaat­enderles. Todo salió tan bien «que les dimos el alta a las 48 horas». Carlos asegura que «los padres están muy agradecido­s» por lo que hicieron él y su equipo, pero «había que ir a atenderles, el riesgo era muy grande. La ayuda en esa casa era fundamenta­l». Fue «mala suerte nacer esanoche,peroenreal­idadtambié­n hubomuchas­uerte».pasadosuno­s días esa es la misma conclusión a la que llega Carmen: «La misma nevada que nos había puesto en esa situación fue la que nos ayudó».

La placenta estaba muy adherida, la madre podía perder mucha sangre. Les explicamos la situación a los padres y dijeron que sí a ir en el subterráne­o»

Doctor Carlos Piñel

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En la imagen, Carmen y Antonio junto al doctor Piñel el día que recibieron el alta hosiptalar­ia

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