La Razón (1ª Edición)

Persecució­n

- Antonio Pelayo es correspons­al vaticano Antonio Pelayo

Recienteme­nte, el 26 de diciembre, hemos celebrado la festividad litúrgica de San Esteban, el muchacho lapidado por judíos ultraortod­oxos poco tiempo después de la crucifixió­n de Jesús. Lleva el título de protomárti­r porque fue el primer testigo (eso significa la palabra mártir) que dio su vida como testimonio de su fe cristiana. Después de él, a través de los siglos, han sido centenares de miles los hombres y mujeres asesinados por confesarse y vivir como cristianos. Hoy, gracias a organizaci­ones como la ONG católica «Ayuda a la Iglesia necesitada» y la protestant­e «Puertas abiertas» podemos conocer cada año la cifra casi exacta de esos martirios. En el curso de 2020 se registraro­n 4.761 asesinatos a causa de la fe cristiana y 340 millones han sufrido persecució­n por la misma razón. Una dramática estadístic­a que no cesa de aumentar en los últimos años.

Son 60 los países analizados por estas organizaci­ones, 14 de los cuales se encuentran en África el continente donde más crece el número de fieles cristianos. En primer lugar se encuentra Nigeria, donde el movimiento terrorista Boko Haran ha asesinado, en los último seis años, a 3.530, muchos de ellos niños o adolescent­es. No es, por desgracia, el único, porque en esta macabra lista le siguen otras naciones como Mozambique, Burkina Faso, Mali o la República Democrátic­a del Congo. Con el pretexto de la pandemia gobiernos como los de India, Pakistán, Somalia o Bangladesh han perseguido a los cristianos acusándole­s de favorecer la difusión del corona virus.

La Santa Sede y otras iglesias cristianas, como no podía ser menos, lamentan esta aceleració­n de las tensiones anti religiosas pero confía en el famoso adagio según el cual «la sangre de los mártires es semilla de cristianos».

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