La Razón (1ª Edición)

«De repente, no podía pasar la pelota por encima de la red»

De niño tuvo la presión de ser «el nuevo Nadal». Se lesionó y conoció el lado oscuro del negocio del deporte, pero volvió. Se retira con 27 años

- POR FRANCISCO MARTÍNEZ MADRID

EstaEsta es la historia de Carlos Boluda (Alicante, 27 años), el chico del que todos hablaban, el que soportaba desde pequeño la presión de ser «el nuevo Nadal», porque sus resultados superaban incluso a los que había tenido el balear. Varias marcas importante­s le contrataro­n. Pero con 18 años se dañó una muñeca y nada volvió a ser lo mismo. Todo se juntó: las expectativ­as no alcanzadas, las lesiones... Y descubrió la otra cara del deporte. Cayó y se levantó, volvió a jugar, pero más en el anonimato, por torneos Challenger y Futures. Se retira con 27 años. Seguirá ligado a la raqueta entrenando a Núria Parrizas, que además es su novia.

–¿Ha odiado el tenis, como dice Agassi en su biografía?

–Yo no. He tenido épocas en las que sí he podido decir: «Odio el tenis», pero por cosas que me pasaban. Cuando lo pasaba mal he sufrido demasiado, pero yo al tenis lo amo, si no no me hubiera levantado las veces que lo he hecho. Si lo odiara no querría saber nada y cuando puedo, juego.

–¿Cómo se lleva la presión siendo un niño?

–A ver, a mí me gustaba. Siempre que hablen de uno es bueno, significa que lo haces bien. A mí salir en los periódicos o jugar con la pista llena me encantaba, yo me hacía grande en esas situacione­s, al principio ni notaba la presión, pero cuando te empieza a ir un poco peor, se sufre más, aunque al final si quieres ser bueno tienes que saber convivir con ella. Es inevitable.

–¿Y es evitable la comparació­n con Nadal? Puede que eso tampoco ayude...

–Que haya otro Nadal es imposible. En España hay muy buenos jugadores, un Carreño, un Bautista, un David Ferrer... Si no vienes del mundo del tenis parece que a esta gente no se la conoce. Son buenísimos, pero en España, claro, también es normal, Nadal suena mucho... Las comparacio­nes deberían ser con otro tipo de jugadores, porque lo de Nadal no se va a volver a ver.

–De niño ganó lo que nadie. ¿Cómo era su vida?

–Yo tenía mis patrocinad­ores, pero hasta que fui más mayor nunca supe los contratos económicos. Al final mi vida era la misma. Mi familia es de clase media, vivíamos en Alicante, una ciudad pequeñita, mis pocos amigos... Mi padre no era de: «Tengo un hijo campeón». Al revés. De hecho, mis padres venían a verme a tres torneos contados. Todo era como siempre, ganando o perdiendo.

–¿Haría ahora algo diferente?

–Lo que cambiaría es haber escuchado más a mi padre. También nos quedó un poco grande a todos, a mí el primero, y yo no tuve un buen entorno que me asesorara, y al que más tenía que escuchar que era a mi padre, con 15 años o así, pues no lo escuché.

–Explique lo del entorno...

–Cuando tienes un mánager que sólo mira por su interés es complicado. El mánager que tuve no fue un buen apoyo. Yo lo veía como mi hermano mayor, lo admiraba, y luego fue el primero en alejarse cuando me fue mal.

–Porque sufrió una lesión grave en la muñeca...

–Me lesiono con 18 años y piensas: «Será largo, pero cuando vuelva todo estará normal». Cuando veo que puedo jugar ya sin dolor, estaba contento. Pero de repente mi derecha no estaba, no podía pasar la pelota por encima de la red. Fue más duro eso. Una lesión te para, luego necesitas un poco de ritmo, pero lo coges... Yo es que perdí mi nivel completame­nte. Ver a un chico al que se le daba muy bien tener que empezar de cero, para la cabeza es un golpe duro.

–Y ahí le falló mucha gente...

–Ahí todo el mundo, fue donde se vio a la gente... Gente a la que quería se empezó a alejar, al final te das más cuenta de a quién tienes. Tuve a mi familia, un par de amigos... Y me di cuenta de lo complicado que era este mundo.

–¿Cuánto le costó volver?

–A los 18 me lesiono, con 19 mal, con 20... Hasta que me fui a Madrid y empecé con Óscar Burrieza no disfruté del tenis otra vez, pero simplificá­ndolo mucho. Si hacía un peloteo bien ya era feliz. Si en un Future, torneos en los que con 17 años había hecho finales, ganaba una primera ronda era una alegría máxima.

–Se habla mucho de los tenistas top. ¿Cómo vive uno que se mueve por el 300 del mundo? –Yo estuve el 250. No perdía dinero, pero no ganaba: moviéndote por el circuito Challenger, jugando equipos también, donde entrenas llegando a acuerdos de «mira, te puedo pagar esto, con algo de porcentaje de los premios de los torneos»... Y así podía no perder

Cuando lo pasaba mal he sufrido demasiado, pero yo al tenis lo amo, si no no me hubiera levantado tantas veces como lo he hecho»

dinero. Si alguna semana bajaba a los Futures, tenía que llegar a semifinal o campeón, si no es estar invirtiend­o todo el tiempo. En parte he decidido parar por eso. Para hacer las cosas bien en este deporte yo creo que hay que invertir y lo iba a volver a hacer, con un entrenador nuevo, pero dije: «Empiezo el año 500, si acabo el 300 o así, sería un año bueno tenísticam­ente, pero la inversión es enorme». ¿Me compensaba el sacrificio? Y sin asegurarte nada, porque el tenis está muy duro y a lo mejor acabas el 400.

–De Carlos Alcaraz se dice ahora lo de «nuevo Nadal»...

–Lo conozco y te puedo decir que es muy bueno y no sólo porque juega muy bien a tenis. Si le quieres comparar con Nadal, la cabeza que tiene lo es. Además, su entorno lo lleva por el buen camino, Juan Carlos Ferrero es un diez como persona y como profesiona­l. Tiene todo para ser un fenómeno, luego veremos dónde llega, pero ojalá que lo sea porque además es muy buen chaval.

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