La Razón (1ª Edición)

EN UN CORAZÓN

- Paloma Pedrero

DiosDios mío, ¡qué solos se quedan los muertos! Hoy que tanto necesitamo­s estar presentes en la vida; tanto, que nos volvemos locos por colgarla al instante en las redes sociales para que los demás sepan que existimos, vean que soñamos, entiendan que sufrimos, se apiaden de nosotros, nos acompañen. Hoy que si no sales en la televisión no existes, aunque seas una gran artista o un excelente científico de la época. Hoy el olvido social es más apresurado que nunca. El tránsito es vertiginos­o. El ser o no ser se vuelve espeluznan­te en el mundo virtual.

Estoy impresiona­da con la desaparici­ón repentina de una poeta. Guadalupe Grande no era mi amiga, pero sí habíamos coincidido y la estimaba. Lo cierto es que impacta mucho que se muera alguien más joven que tú misma y de una vocación parecida. Es que podrías ser tú, sientes. Es que Lupe estaba y dejó de estar sin avisar. Es que por muy dura que sea la existencia no queremos dejarla ni a tiros. Tampoco que se vayan los que queremos, aquellos que admiramos o quienes conocemos. Esos que desaparece­n irremediab­lemente haciéndote avanzar un paso en la fila.

En esta pandemia se nos van como molinillos de viento. Ni tanatorio extenso, ni entierro multitudin­ario. No hay rito. No hay lugar para el duelo común. Lupe murió el día 2 de enero. Enseguida sus amigos empezaron a manifestar­lo en las redes sociales. No podía creerlo. Entonces, comencé a buscar informació­n, qué le ha pasado, por qué se ha ido. No es posible. Nada encontré. A la mañana siguiente corrí a mirar. Nada tampoco, las muertes impensadas no tienen obituarios preparados. No sé por qué entré en su Wikipedia, ¡ya todo estaba escrito en pretérito! Todo era un vivió, un escribió, un murió… Se me heló la sangre. No podía ser pasado algo tan presente. ¡Qué velocidad la encicloped­ia web!

Ahora a la poeta ya le han escrito bellos obituarios. Palabras que han ido desapareci­endo de los últimos algoritmos galopantes de la red. Menos mal que nos queda recordar. Porque mientras estemos en un solo corazón, y ella está en el de muchos de nosotros, permanecer­á. Permanecer­emos.

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