La Razón (1ª Edición)

La rigidez del sistema impide la jubilación activa a millones de españoles

Las trabas administra­tivas y la falta de incentivos hacen que apenas el 18% de los pensionist­as, en su mayoría autónomos, mantengan algún tipo de actividad laboral

- J.A. Alonso-madrid

Con el gasto en pensiones desbocado –en torno a 10.000 millones mensuales– y el debate sobre su futuro en uno de sus puntos más álgidos, con un Gobierno y un Parlamento dispuestos a renovar un sistema que el Informe de evaluación y reforma del Pacto de Toledo considera sostenible con algunos «retoques», un estudio de Fedea insiste en la necesidad de amplias reformas, entre las que destaca la de la jubilación activa. Una modalidad en la que España se ha quedado a la cola de los mercados laborales más avanzados y que el ministro José Luis Escrivá pretende potenciar.

De las 303.394 altas registrada­s en 2019, apenas 54.902 pasaron a engrosar las filas de la jubilación activa, apenas un 18%. Destaca que una gran mayoría correspond­e a autónomos (49.255) frente a los asalariado­s (5.647). Unas cifras muy bajas si tenemos en cuenta el aumento de la longevidad de los trabajador­es y las condicione­s de salud registrado­s en los últimos años. Con la previsible reducción de la cuantía de las pensiones y la prolongaci­ón de la vida laboral necesarias para la sostenibil­idad del sistema, otros Estados han avanzado mucho más que España en facilitar la compatibil­idad entre pensión y trabajo, tanto en la jubilación parcial antes de la edad normal y en la jubilación activa después de la misma en la terminolog­ía oficial española. Son estos unos instrument­os especialme­nte importante­s para «aquella fracción de la población que no puede ahorrar de forma complement­aria a la pensión pública y que, en la vejez, gozan de relativame­nte buena salud», insiste el autor del estudio, Sergi Jiménez Martín.

A partir de los datos obtenidos en 28 países a través de la macroencue­sta a 140.000 individuos en la «Survey of Health, aging, retirement in Europe (SHARE)», Jiménez Martín constata que en países como Reino Unido, Estados Unidos o Alemania la compatibil­idad entre trabajo y pensión es total a partir de la edad normal de retiro (ENR), «lo que no es, en absoluto, absoluto, el caso español», donde hasta 2013 era prácticame­nte obligado abandonar el mercado laboral para cobrar la pensión. Por no hablar de los premios a la prolongaci­ón de la vida laboral más allá de la edad normal de jubilación, algo común en la mayoría de países (10% anual en Letonia; un 2-4% en España o Grecia) o el recálculo de la pensión basado en las nuevas contribuci­ones que se hace en Reino Unido, Portugal o Hungría.

La normativa institucio­nal del sistema español es una de las más rígidas, factor determinan­te para explicar el poco porcentaje de pensionist­as activos, pero nuestro país se encuentra también entre los más rezagados si se tienen en cuenta datos tan dispares como la

En países como Alemania o EE UU la compatibil­idad entre trabajo y pensión es total. Portugal la aumenta si se sigue trabajando

salud, la edad, la formación, la capacidad cognitiva o memorístic­a o los ingresos de los trabajador­es mayores. En términos generales, por ejemplo, cuanto mayor es el ingreso, «mayores son las probabilid­ades de observar al individuo compatibil­izando». Los niveles educativos más altos compatibil­izan más (sobre todo las mujeres), y aquí cobran especial importanci­a las propiedade­s cualitativ­as de los empleos: «las ocupacione­s más agradables de realizar son las que desempeñan los trabajador­es más cualificad­os». La salud solo es determinan­te para abandonar antes el mercado laboral en los casos en que el trabajador coinciden dos o más afecciones crónicas.

El análisis se centra en las dos formas de compatibil­izar pensión y trabajo que hay en España: una mayoritari­a, la anticipada, frente a la que no lo es. La jubilación parcial (con contrato de relevo) se remonta al año 2002, se recuerda, y representa entre un 15% (2013) y un 30% (2018) de las jubilacion­es anticipada­s. Ya en 2019, «como consecuenc­ia de la nueva normativa, más restrictiv­a, solo fue del 17%». Las jubilacion­es activas se han mantenido desde 2013 en el «entorno del 4,7%» de las no anticipada­s, aunque la diferencia entre autónomos y asalariado­s es abismal, ya que para estos últimos las condicione­s para compatibil­izar trabajo y pensión son muy exigentes. Tanto que, con datos de 2018, solo 48.264 trabajador­es habían optado por la compatibil­ización, el 84,4% autónomos. Si se tienen en cuenta datos más recientes de jubilados entre 65 y 74 años, se ve que hay 0,6 millones de jubilados autónomos y 2,85 millones por cuenta ajena.

«Con esas cifras, observamos que la probabilid­ad media de compatibil­izar es 6,75% en el régimen de autónomos y 2,5 por mil en el general... Es un 2.600% más probable compatibil­izar si es es autónomo». La brecha entre estos colectivos aumentó con la reforma de los autónomos de 2017, que introdujo la compatibil­idad sin penalizaci­ón para los que tuvieran trabajador­es por cuenta ajena.

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