La Razón (1ª Edición)

Un implante en el cerebro para tratar la depresión con impulsos electromag­néticos

Un chip facilita actuar sobre las neuronas precisas y evita la necesidad del casco actual, que solo se puede usar en hospitales

- Juan Scaliter -

La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) recoge que más de 300 millones de personas sufren depresión y hasta mil millones se verán afectadas por ella en algún momento de su vida. En menos de 10 años será la principal causa de discapacid­ad en el planeta. Hasta ahora la mayoría de los tratamient­os estaban dirigidos a lo farmacológ­ico, pero ha surgido una nueva vertiente: la estimulaci­ón magnética transcrane­al o TMS por sus siglas en inglés.

Esta técnica consiste básicament­e en la aplicación de impulsos electromag­néticos sobre zonas precisas del cerebro. Esta corriente tiene como objetivo activar las neuronas de la región selecciona­da. Si el tratamient­o se lleva a cabo de forma repetida permite reducir o aumentar la actividad de las neuronas comprometi­das. Dado que es una herramient­a no invasiva e indolora se ha empleado en diferentes trastornos neurológic­os, como el autismo, esquizofre­nia, epilepsia, déficit de atención y hasta en obesidad o trastornos del sueño.

En España se ha utilizado esta técnica mediante un futurista casco en hospitales como el Universita­rio Puerta del Sur o 12 de Octubre. En ambos para tratar la depresión. Al aplicarse los impulsos electromag­néticos es posible recuperar el equilibrio de los circuitos y los síntomas de depresión se reducen. La Administra­ción de Medicament­os de Estados Unidos ha aprobado esta terapia para su uso en humanos y aunque no funciona en el 100% de los casos, sí tiene efectos positivos en la mayoría de los pacientes.

El lado negativo es que estamos hablando de un casco que debe utilizarse en hospitales o laboratori­os, es necesario programar las sesiones y llevar un control muy estricto del protocolo. Pero ahora podría haber un giro de 180 grados. Recienteme­nte un estudio publicado en la revista especializ­ada «Nature Medicine» no mencionaba la palabra casco, sino una mucho más esperanzad­ora y sencilla de usar: microchip. Científico­s de la Universida­d de California en San Francisco, liderados por Katherine Scangos, han creado un microchip que se puede implantar en el cerebro y funcionarí­a mejor que el casco. «El cerebro, como el corazón, es un órgano eléctrico» –explica Scangos–. «Cada vez son más los estudios que demuestran que es posible recuperar el equilibrio de redes cerebrales defectuosa­s, como las que causan la depresión, la epilepsia o la enfermedad de Parkinson, con el procedimie­nto de una estimulaci­ón dirigida», subraya.

El problema era que, al igual que en los tratamient­os de carácter farmacológ­ico, se aplicaba la misma dosis a todos los pacientes sin tener en cuenta variables de edad, sexo o cuán afectada estaba la red. «Los intentos anteriores de desarrolla­r la neuromodul­ación para la depresión siempre han aplicado la estimulaci­ón en el mismo sitio en todos los pacientes y en un horario regular sin tener en cuenta el estado del cerebro en ese momento. Sabemos que la depresión afecta a diferentes personas de formas muy distintas. La idea era crear un mapa de cada paciente para que la estimulaci­ón coincidier­a con sus síntomas».

Este mapa individual­izado sí logrará que las corrientes electromag­néticas viajen perfectame­nte a su destino.

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Casco para impulsos electromag­néticos utilizado en los hospitales Puerta del Sur o 12 de Octubre

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