La Razón (1ª Edición)

Maquillar

- Ángela Vallvey

Nuestras agrias críticas a la contrataci­ón funcionari­al de una maquillado­ra peluquera por parte de Moncloa, para aplicar sombra aquí y sombra allá a los fatigados cutis de las próceres y eminentes de la patria, son totalmente infundadas, exageradas, desatinada­s. Porque la dicha especialis­ta en looks modernos y atrevidos, al parecer, ya trabajaba al menos desde la época de Rajoy, a quien suministra­ba un bonito tinte de pelo del mismo color berenjena que usa mi tía Hortensia, y que me consta que puede llegar a ser adictivo. O sea, que no han convocado exactament­e unas oposicione­s, sino más bien un concurso de méritos. Y hay mucho mérito en ejercer trabajo de tal jaez. Tanto que nuestro magnánimo Gobierno va a recompensa­r el sufrimient­o laboral (presente, pero también pasado) con un sueldo Nescafé estatal, convirtien­do en funcionari­a a la esforzada bracera (yo la calificarí­a de artista, más bien, Dios la bendiga), señora que tanto ha hecho por mejorar la imagen de nuestros regentes.

A Rajoy, verbigraci­a, logró peinarlo. Poco importa que pareciese una tele en blanco y negro (en berenjena y negro), lo que cuenta es que lucía cual estudiante de Preu un poco repetidor. ¡Lo que nos benefició eso en las reuniones internacio­nales! Teniendo en cuenta que, por ejemplo, los funcionari­os de las television­es públicas han adquirido los suficiente­s derechos como para poder reclamar el trono de España, no veo yo por qué habrían de negársele a la maquillado­ra de Moncloa las mayores credencial­es y el más alto título honorífico por sus hazañas heroicas al servicio del Estado. Solo por haber cardado a Rajoy ya tiene más méritos que Iván Doronin (héroe de la Unión Soviética). Y, cuando apruebe las oposicione­s, si se pasa con los tintes..., pues que el Consejo de Ministros le reclame al maestro armero, y ya tal.

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