Maquillar
Nuestras agrias críticas a la contratación funcionarial de una maquilladora peluquera por parte de Moncloa, para aplicar sombra aquí y sombra allá a los fatigados cutis de las próceres y eminentes de la patria, son totalmente infundadas, exageradas, desatinadas. Porque la dicha especialista en looks modernos y atrevidos, al parecer, ya trabajaba al menos desde la época de Rajoy, a quien suministraba un bonito tinte de pelo del mismo color berenjena que usa mi tía Hortensia, y que me consta que puede llegar a ser adictivo. O sea, que no han convocado exactamente unas oposiciones, sino más bien un concurso de méritos. Y hay mucho mérito en ejercer trabajo de tal jaez. Tanto que nuestro magnánimo Gobierno va a recompensar el sufrimiento laboral (presente, pero también pasado) con un sueldo Nescafé estatal, convirtiendo en funcionaria a la esforzada bracera (yo la calificaría de artista, más bien, Dios la bendiga), señora que tanto ha hecho por mejorar la imagen de nuestros regentes.
A Rajoy, verbigracia, logró peinarlo. Poco importa que pareciese una tele en blanco y negro (en berenjena y negro), lo que cuenta es que lucía cual estudiante de Preu un poco repetidor. ¡Lo que nos benefició eso en las reuniones internacionales! Teniendo en cuenta que, por ejemplo, los funcionarios de las televisiones públicas han adquirido los suficientes derechos como para poder reclamar el trono de España, no veo yo por qué habrían de negársele a la maquilladora de Moncloa las mayores credenciales y el más alto título honorífico por sus hazañas heroicas al servicio del Estado. Solo por haber cardado a Rajoy ya tiene más méritos que Iván Doronin (héroe de la Unión Soviética). Y, cuando apruebe las oposiciones, si se pasa con los tintes..., pues que el Consejo de Ministros le reclame al maestro armero, y ya tal.