Un científico español resuelve un enigma pictórico con casi dos siglos de antigüedad
El doctor Javier Burgos encuentra el sexto retrato de las «Monomanías» de Géricault, uno de los genios del romanticismo. Esto apunta a que podrían existir otros cuatro todavía extraviados
Sus primeras palabras fueron prácticamente unas disculpas: «No soy un experto en arte y mucho menos en Géricault» y, sin embargo, de algún modo sí lo es. A fin de cuentas, acaba de encontrar una de las obras perdidas del maestro del romanticismo y su descubrimiento ha sido publicado en una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo: «The Lancet». Si bien es cierto que el doctor Javier Burgos no lo es en artes, sino ciencias. Su formación es la de biólogo y tras un doctorado y muchos años de investigación y docencia en distintas universidades terminó por especializarse en la neurobiología de la enfermedad de Alzhéimer. Sus últimos años los ha dedicado al mundo de la gestión de recursos científicos y ahora detenta el cargo de director general de Investigación y Alta Inspección Sanitaria de la Comunidad Valenciana. A su imponente figura, tanto por su altura, como por su bagaje académico, se une ahora un extraño logro, el de rescatar del olvido un cuadro clave en la historia de la psiquiatría.
Su autor, el pintor francés Théodore Géricault, saltó a la fama en 1819 por la famosa y desgarradora «Balsa de la medusa», una macabra y escarbada oda a la esperanza que no tardó en convertirse en un completo icono de la pintura romántica francesa. Sin embargo, los retratos que interesaba a Burgos eran mucho menos conocidos. Apenas tres años después de su obra magna, Géricault se enfrentó a un encargo ciertamente extraño. Un psiquiatra llamado Étienne-jean
Georget le hizo llamar con el propósito de que retratara a algunos de sus enfermos. Cuenta la historia que, a su muerte, Georget dividió los 10 retratos en dos paquetes que legó a sus discípulos: Lachèze y Maréchal, pero antes de que se encontrara este sexto la comunidad de expertos estaba dividida. Una parte defendía que solo había cinco y que la otra media decena no era más que un mito. Otros, sin embargo aceptaban la existencia de los diez, pero creían que los que faltaban no eran pacientes diferentes, sino los mismos ya curados de su mal.
Hubo otros indicios que llevaron al doctor Burgos a pensar que los cinco que faltaban debían ser de nuevos pacientes. «El mismo Georget en ese libro dice que la locura es incurable», y añade Burgos: «Estos retratos los pinta en el invierno de 1822 a 1823 y Géricault murió en enero de 1824, por lo que había poco espacio de tiempo para curar a los pacientes». Todo parecía apuntar a que los cinco que faltaban, en caso de existir, eran de sujetos completamente nuevos.
Lo improbable
La primera buena pista no llegó hasta un año y medio después. Era una noche de verano y Burgos estaba viendo las obras de una exposición que tuvo lugar en 2013 en el Museo de Arte de Ravenna, Italia. «Estaba a punto de irme a dormir cuando de repente veo el vídeo promocional y hay un fotograma en el que paro porque reconozco un cuadro de Géricault: «El médico jefe del asilo de Buffón». Ese médico era Pinel, uno de los dos maestros de Georget. Sé cuánto mide aquel cuadro porque lo conozco y a su lado veo otro que me cuadra con lo que busco, tanto por su tamaño como por su composición». En él se retrataba a un hombre cabizbajo, con la cara iluminada entre tinieblas y cuyas manos no eran visibles.
Tras una infinidad de correos, el científico logró hacerse de forma definitiva con un listado de los cuadros de la exposición. «En la segunda página aparecían dos obras de Géricault. Uno era “El médico jefe del asilo de Buffón” y el otro se titulaba “Retrato de un hombre: El hombre melancólico”». No solo encajaba el tamaño y la composición, sino que el tema parecía confirmado por aquel título ¿podía tratarse de una de las monomanías? Como dice el propio Burgos: «El artículo de The Lancet está escrito sugiriendo (como hacemos los científicos) que sea una de las monomanías perdidas, pero todo cuadra, blanco y en botella». Contra todo pronóstico, lo improbable se había vuelto realidad y necesitaba comprobarlo con sus propios ojos.