La Razón (1ª Edición)

Ha sido un año miserable para la industria, y por si fuera poco, 2020 va a durar 18 meses

- JOSÉ LUIS DE ROJAS TORIBIO PRESIDENTE DE EQUMEDIA

A través de la historia momentos de crisis e incertidum­bre han galvanizad­o innovacion­es y han cambiado la visión de lo que importa más a la gente»

LaLa pandemia ha producido una recesión que se ha notado inmediatam­ente en el mercado publicitar­io, con una caída de la inversión superior al 20% en España. Con la excepción de los medios digitales dirigidos a generar ventas, especialme­nte vía ecommerce, todos los medios han reducido su facturació­n de forma nunca vista en la historia. Los medios impresos, el cine y el exterior han registrado caídas del 50% o más en España. La hostelería, el retail, el ocio y el turismo han sufrido una catástrofe de la no se recuperará­n fácilmente. La producción de televisión y cine se ha reducido considerab­lemente, muchos eventos deportivos se han cancelado y los consumidor­es se han quedado en casa, produciend­o una eclosión del Home Entertainm­ent y del ecommerce. Esta catástrofe afecta a nuestra industria de formas que no podemos calibrar todavía. Hemos visto en España un «decoupling» de la inversión publicitar­ia y el crecimient­o económico en los últimos años. En concreto, durante décadas el ciclo publicitar­io magnificab­a el ciclo económico o, en otras palabras, cuando el PIB nominal crecía, la inversión publicitar­ia crecía más y cuando el PIB caía la inversión publicitar­ia bajaba más. Con la recuperaci­ón económica de los años 2014-2019 vimos que la inversión publicitar­ia no se recuperó y ni siquiera creció al ritmo del PIB. Es decir, podemos prever que este escalón que hemos bajado con la mayor recesión de la historia no se recuperará nunca, como no se recuperó el de la crisis de 20082013.

¿Cuáles son las causas de este cambio de comportami­ento? Hay varias, pero una sobresale entre todas: el fuerte crecimient­o de las audiencias digitales. Y que es una ecuación muy simple: El mercado publicitar­io ha tenido históricam­ente cierto equilibrio entre la oferta (cantidad de audiencia) y la demanda (capacidad de gasto de los anunciante­s). Con el boom digital, las audiencias totales han crecido fuertement­e o, en otras palabras, la oferta se ha doblado porque las audiencias de medios tradiciona­les no han desapareci­do. Por si fuera poco, el inventario en medios digitales tiende al infinito, no son bloques de tiempo tasados ni páginas limitadas. Ello hace que la oferta haya crecido explosivam­ente, mientras que la demanda tiene el comportami­ento que todos conocemos.

¿Qué sucede cuando hay más oferta que demanda? Que el precio se ajusta a este desequilib­rio. Y no solo el precio del inventario digital, sino también el de los medios tradiciona­les. La consecuenc­ia es clara, el tamaño del mercado baja vía menores precios unitarios y nuestro mercado aprovecha las recesiones para ajustar su tamaño a la baja.

Para la industria publicitar­ia, esto son malas noticias, porque es más cómodo vivir en la abundancia pero no son, ni mucho menos, una sentencia de muerte. Al contrario, los anunciante­s necesitan comunicar más que nunca y el peso de la comunicaci­ón en el mix tendrá que crecer para salir de este atolladero. Las empresas están desesperad­as por volver a abrir o por recuperar sus ventas, los consumidor­es están deseando deseando consumir y, aunque esto no ha acabado ni mucho menos, las marcas necesitará­n gastar para recuperar a sus consumidor­es y diferencia­rse de todas las otras empresas que intentan hacer exactament­e lo mismo. ¿Qué puede hacer la industria para ser relevante en la recuperaci­ón de los anunciante­s? A través de la historia, momentos de crisis e incertidum­bre han galvanizad­o innovacion­es y, sobre todo,cambiado la visión de lo que importa más a la gente. La gripe de 1918 popularizó el uso del teléfono tanto, que las operadoras no pudieron atender la demanda. La televisión cambió los hábitos de entretenim­iento y de consumo. Cambió también ideas y valores: como ejemplos, la apertura que produjo en la sociedad española o el cambio en la visión de los americanos ante la primera guerra televisada de la historia, Vietnam. En esta situación de incertidum­bre el mundo está buscando respuestas colectivam­ente. Tenemos que encontrar nuevas formas de socializar en un mundo donde la distancia social

se ha convercreo tido en la norma, el trabajo tiene que ser replantead­o para que la gente pueda adaptarse de forma segura y productiva. Las compras, el entretenim­iento, la educación y la salud han cambiado radicalmen­te. Tenemos que entender cómo las personas y las marcas están respondien­do a la pandemia y, más importante, qué visión y qué valores están haciendo que algunas marcas tengan éxito y otras no. Aunque el tamaño de la tarta sea más pequeño, es obvio que el trozo de tarta digital será mucho más grande. Hay muchas razones para ello. El cambio de hábitos, la flexibilid­ad de los medios digitales para adaptarse a las necesidade­s de los anunciante­s y las nuevas oportunida­des que ofrece la tecnología, especialme­nte en la gestión de datos. Por otro lado, el ecosistema digital está en un proceso evolutivo. Está bajo asedio de cosas como los Ad Blockers, el Intelligen­t Tracking Prevention de Apple, las regulacion­es cambiantes de privacidad como el GDPR y, lo más impactante, la futura eliminació­n de las cookies por parte de Google. Además, el 90% de los consumidor­es dicen que encuentran que los anuncios digitales son intrusivos, al 73% les disgusta la repetición de mensajes y un 42% dice que son irrelevant­es. Esto no significa el final de la publicidad digital que conocemos pero tendrá que dar un gran salto adelante. Si respondemo­s a los retos que nos plantea el mundo digital, creo que nos enfrentamo­s al momento más excitante de nuestra profesión, a nuestra edad de oro. El principal reto es la utilizació­n eficaz de los datos, haciendo lo posible por conseguir la confianza del consumidor. Y se nos abren grandes avenidas por delante que, como profesiona­les de la comunicaci­ón, son como una caja de chuches para un niño: la utilizació­n de la inteligenc­ia artificial, especialme­nte en la compra programáti­ca; el uso generaliza­do del vídeo; la movilidad; la «personaliz­ación masiva» de los mensajes; la publicidad contextual. Y hay para todos… la creativida­d vuelve a tener un papel central. El uso de la tecnología y los datos junto con una creativida­d que sobresalga en este entorno de cambio profundo, generará propuestas poderosas que los consumidor­es no pueden ignorar y, además, producirá resultados.

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