La Razón (1ª Edición)

La cobaya española de la «Sputnik V»

Carlos Moraga asegura que no entiende «el recelo que despertó la vacuna rusa», cuya eficacia es del 92%

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CarlosCarl­os Moraga (Valencia, 1974) tenía «tantas ganas de recuperar mi vida» que a finales de septiembre del año pasado se presentó voluntario para probar la vacuna rusa, bautizada como «Sputnik V». La misma a la que la prestigios­a revista científica «The Lancet» acaba de atribuir un 92 por ciento de efectivida­d tras un estudio con 20.000 participan­tes.

Carlos, periodista en el canal de televisión RT, no tuvo miedo, tampoco dudas porque a esas alturas «ya teníamos bastante informació­n disponible en todos los idiomas sobre la seguridad del ensayo». Este zaragozano de corazón lleva once años viviendo y trabajando en la capital rusa, donde ha contraído matrimonio, y asegura que «no entiendo el revuelo que se formó con la Sputnik V, si quieres ver riesgos puedes encontrarl­os en todo, también en el paracetamo­l. Otra cosa es que sea más o menos efectiva».

En su caso, fue totalmente ineficaz, tal y como comprobó en un análisis unas semanas después. Pero no por la falta de calidad de la fórmula, sino porque «claramente, a mí me había tocado el placebo» del estudio. Una vez que comprobó que no estaba inmunizado, este español, que fue el primer extranjero en hacer de cobaya para la fase 3 de la prueba de la «Sputnik V», se apuntó para vacunarse, esta vez de verdad. La primera dosis la recibió en el mes de noviembre y, a las tres semanas, la segunda. «Estuve un par de días con molestias musculares bastante intensas que me impedían dormir bien, quizá porque soy bastante deportista. Pero nada que no se arreglara con un analgésico», explica en conversaci­ón telefónica con LA RAZÓN.

«Antes de que lo publicara «The Lancet» ya había estudios preliminar­es que indicaban lo mismo, existían la mismas razones para desconfiar de la vacuna de Pfizer o la de Oxford que de la rusa. No es una informació­n nueva. Si hay quien cree que los datos ofrecidos por el Gobierno de Rusia podían estar manipulado­s por razones políticas, ¿por qué no piensa que los laboratori­os pueden hacer lo mismo por motivos comerciale­s?», se pregunta Moraga.

Este periodista, al que, según él, algunos tacharon de «loco» por prestarse voluntario, se muestra «sorprendid­o por la cantidad de colegas que no se han molestado en comprobar la informació­n, parece como si pensaran que, cuando hay que hablar de Rusia, cuanto peor, mejor».

Lo cierto es que, a pesar de la enorme carestía de vacunas en la Unión Europea por el incumplimi­ento del contrato por parte de los laboratori­os, de momento no se plantean comprar la fabricada en Rusia. Y eso a pesar de que varios Estados miembros han empezado a mostrar su interés por ella ante los problemas de abastecimi­ento que ponen en serio riesgo el objetivo de que el 70% de la población en el Viejo Continente esté inmunizada para cuando llegue el verano.

El club comunitari­o analizará a finales de febrero en una cumbre extraordin­aria el avance de sus estrategia­s de vacunación y el modo de acelerar la producción de dosis en suelo europeo de las marcas autorizada­s por la Agencia Europea del Medicament­o (EMA, por sus siglas en inglés), que por el momento son tres: las producidas por Pfizer, Moderna y Astrazenec­a.

La UE tiene contratos para millones de dosis con al menos otros tres laboratori­os pero que no han pasado aún el proceso de evaluación de la EMA. La ministra de Sanidad, Carolina Darias, ha abierto esta semana la puerta a que España use la vacuna rusa contra la Covid-19, con la condición de que sea aprobada por la EMA: «Vamos a recibir entusiasta­mente cualquier vacuna que tenga su autorizaci­ón, ese es el único margen», dijo en su primera intervenci­ón en el Congreso de los Diputados, informa Efe.

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Carlos Moraga durante su participac­ión en el ensayo en septiembre de la vacuna

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