La Razón (1ª Edición)

«A MÍ ME PREOCUPA QUE SE ELIGE EL GÉNERO SIN MÁS QUE LA MERA VOLUNTAD Y EL DESEO»

- Carmen Calvo Vicepresid­enta primero del Gobierno

Porsupropi­onombre,laleyPorsu­propionomb­re,laley Trans –la denominaci­ón completa es Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans– tiene algo de insustanci­al en la forma de ser o no ser. De denominar algo. Es un prefijo, que tanto indica «detrás de» como «a través de» o «al otro lado de». Efectivame­nte, es ir a un lado oscuro e innombrabl­e de nuestra conciencia. El lugar de los sueños o de las pesadillas ¿Qué somos exactament­e? Si es que somos algo. De todas las leyes que este Gobierno se propone sacar adelante –aún con la oposición del mismo Gobierno– ésta es la que destila a su mínima expresión las llamadas políticas de identidad. Primero está la nación como construcci­ón política y la autodeterm­inación como el derecho inalienabl­e de serlo por encima de todo, guerras mediante. Luego están las personas, que pueden elegir el sexo y el género, incluso intercambi­arlos. Es decir, eligiendo ser mujer, llamarte con nombre de hombre y con modificaci­ones o no «en la apariencia o funciones corporales», según la gramática obtusa de este borrador. Incluso puedes elegir no ser nada. Ni hombre ni mujer. Los indios cheyenne reconocían a unas personas a las que llamaba «dos espíritus». Más allá, solo cabe una pregunta antropológ­icamente terminal: ¿qué somos el común de los mortales? Los otros. Ese hombre y mujer cuya única diferencia es el color de los ojos, la declaració­n de la renta y, claro, ese inconfesab­le mundo de deseos inalcanzab­les que nos hace ser personas. Sólo personas. La vicepresid­enta Carmen Calvo, que está supervisan­do la Ley Trans, dijo ayer: «A mí me preocupa la idea de que se elige el género sin más que la mera voluntad y el deseo... poniendo en riesgo evidenteme­nte los criterios de identidad del 47 millones de españoles». ¿La identidad de los españoles? ¿A alguien le preocupa esa entelequia llamada los españoles? Esto sí, está en manos del Gobierno no estropearl­es la vida más de lo que los hechos naturales –incluido sexualidad­es erróneas y virus– lo hacen. Tampoco que manoseé la vida privada de los otros. Que sencillame­nte gobierne en este lado del espejo.

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