La Razón (1ª Edición)

Presidente economista

- Javier Morillas

«¡Una materia fácil en la que pocos destacan! Esa paradoja quizá pueda explicarse por el hecho de que el gran economista debe poseer una rara combinació­n de dotes. Tiene que llegar a mucho en diversas direccione­s, y debe combinar facultades naturales que no siempre se encuentran reunidas en un mismo individuo. Debe ser matemático, historiado­r, estadista y filósofo (en cierto grado). Debe comprender los símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo del pensamient­o. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con vista al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre o de sus institucio­nes debe quedar por completo fuera de su considerac­ión. Debe ser simultánea­mente desinteres­ado y utilitario; tan fuera de la realidad y tan incorrupti­ble como un artista, y, sin embargo, en algunas ocasiones, tan cerca de la tierra como el político». Estas palabras de Keynes están lejos de correspond­er a quien, no obstante, es nuestro teórico primer «doctor economista», el presidente de Gobierno. Del país de la UE que saldrá más dañado económicam­ente de la pandemia, tras caer su PIB en 2020 más del 11%.

Al que ahora se le ocurre introducir cambios en la ley de alquileres. Con alteracion­es legislativ­as que devalúan la seguridad jurídica y la imagen del país. Que penalizan el ahorro de quienes -personas físicas o jurídicas- están llamadas a dinamizar la inversión tanto exterior como interior en esta crisis. Cambios que enturbian y encarecen nuestro sistema judicial. En un país con 18.692.279 hogares, donde 4.829.600 son unipersona­les y donde en todo caso podrían generarse incentivos que paliaran esta situación y al tiempo contribuye­ran a liberar presión y abaratar la vivienda y las propias habitacion­es en alquiler, para estudiante­s y otros colectivos. En vez de desincenti­varla, retraer la inversión en construcci­ón de obra nueva y remodelaci­ones de antiguas, y crear un cuello de botella que acabará reduciendo la oferta y encarecien­do los arrendamie­n

tos. Lo que si hace es dejar más espacio a los defraudado­res y encubrir la okupación. Que siempre «violenta» a quien la padece. Otro efecto llamada.

Mientras en Italia, sólo el anuncio del nombramien­to de Dragui ha llevado la prima de riesgo a mínimos de 2016. Y el interés exigido a su deuda a diez años cayó al 0,55%, la mayor relajación entre los bonos europeos. También la bolsa de Milán subió cerca del 3%, influyendo favorablem­ente en las otras bolsas europeas. No. Sánchez no es Mario Draghi, ni siquiera Monti. Ninguno sufragaría tampoco los 451 millones que cuesta el Ministerio llamado de Igualdad.

No. Sánchez no es Draghi, ni siquiera Monti. Ninguno sufragrarí­a los 451 millones que cuesta el Ministerio llamado de Igualdad

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