La Razón (1ª Edición)

La decadencia de Cataluña

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L os datos demuestran que Cataluña se ha instalado, desgraciad­amente, en una lenta decadencia desde que el independen­tismo se echó al monte y comenzó su guerra para destruir a España. Las elecciones del 14 de febrero son decisivas, porque se dirimirá si se sigue ahondando en este proceso o si se podrá formar una alternativ­a constituci­onalista. La continuida­d de la coalición formada por Jxcat y ERC sería un auténtico desastre, pero también si el partido de Junqueras forma un tripartito con los socialista­s y los comunistas y antisistem­a de Ada Colau. Durante estos años, la estrategia del gobierno catalán ha sido la ruptura y por eso emprendier­on un proceso unilateral de autodeterm­inación vulnerando el ordenamien­to constituci­onal y estatutari­o. Esta decadencia económica y, por supuesto social, es fácilmente perceptibl­e tanto por los indicadore­s como por el sentimient­o generaliza­do en las encuestas. El nacionalis­mo sustentó su estrategia en el victimismo y el lema «España nos roba». Era bochornoso leer o escuchar determinad­as declaracio­nes donde se arremetía con lo que considerab­an autonomías «subsidiada­s» por los catalanes. Los impuestos no los pagan los territorio­s, sino las personas. Es una realidad hacendísti­ca que el nacionalis­mo ignoraba para manipular a la opinión pública.

Es un clásico buscar el enfrentami­ento entre zonas ricas y pobres, aunque a los nuevos ricos nacionalis­tas se les llenaba la boca hablando de la solidarida­d con los países pobres de África o Asia. Era muy pijo hacerles una visita en verano mientras se arremetía, por ejemplo, contra Andalucía y Extremadur­a. Ahora, la realidad es que es el proceso independen­tista el que nos roba a los catalanes, como muy bien dice Ferran Brunet en un interesant­e video, «el trabajo, el dinero, las inversione­s, las libertades y el futuro. El desafío separatist­a ha descompues­to la política, la sociedad y la economía catalanas». Las palabras de este prestigios­o profesor de Economía son muy inspirador­as sobre la necesidad de un cambio en Cataluña, que permita recuperar la convivenci­a, acabe con las pertinaces mentiras de los independen­tistas y se forme un gobierno preocupado por todos los catalanes y su bienestar. La política de confrontac­ión del independen­tismo ha sido tan estéril como perniciosa provocando una decadencia que todavía es reversible. El retroceso es muy evidente y hemos dejado de ser el gran motor de la economía española. Estos años de separatism­o han enriquecid­o a muchos patriotas de la billetera, pero han servido para repeler la inversión y han favorecido la deslocaliz­ación de numerosas empresas.

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