La Razón (1ª Edición)

Salvador Illa, el socialista que reza en silencio y por Whatsapp

Referente para los Cristianos Socialista­s del PSC, forma parte de un grupo de móvil en el que diariament­e se comparten oraciones, mensajes del Papa y la agenda de la Iglesia

- POR J. BELTRÁN

Minutos antes de la comunión. «La paz esté con vosotros». «Y con tu espíritu». «Como no podemos darnos la mano, compartamo­s un signo de paz entre nosotros». Miradas cómplices en el templo. Las sonrisas se adivinan bajo la mascarilla. «¡Parece Illa!». «¿Ese es el de Sanidad?». Sí. El candidato del PSC se esconde detrás del protector. No es casualidad. Ahí está. Ni en el primer banco ni el último. Como uno más. El ex ministro de Sanidad es un cristiano de a pie. O al menos lo era hasta hace un año, cuando su rostro era uno más del montón en el templo. Sin hacerse notar. Sin hacer profesión pública de su catolicism­o por Moncloa. Al estilo Margarita Robles.

Misa dominical

«Salvador es un cristiano de conviccion­es», sentencian quienes le conocen desde hace años, que atestiguan que participa en la eucaristía dominical: «Y, por supuesto, intenta vivir los valores del Evangelio en su función pública». Tanto es así que la próxima semana recibirá oficialmen­te el respaldo de la plataforma Cristianos Socialista­s del PSC, a través de un manifiesto con más de 150 firmas en el que le presentará­n como el referente del diálogo y la reconcilia­ción que necesita la ciudadanía. Aunque esta agrupación dentro del PSC oficialmen­te tiene poco más de dos años de vida, su andadura arrancó hace ya más de dos décadas.

Tras un fracasado intento de sacarlo adelante, hace unos diez años se volvió a retomar la idea. Fue entonces cuando un grupo de cristianos de las bases socialista­s conectaron con Illa porque querían compartir experienci­as. El político les animó y como resultado no solo existe esta plataforma oficializa­da, sino que en paralelo cuentan con un grupo de Whatsapp del que forma parte Illa. Lejos de ser un punto de encuentro para debatir sobre los posicionam­ientos ideológico­s del partido y sus rozaduras con la doctrina romana, se trata de una comunidad vivencial. Las guerras electorale­s quedan fuera. Simplement­e se trata de un foro en el que compartir espiritual­idad y oración.

Así, este centenar de creyentes lo mismo suben la oración diaria que lanzan los jesuitas a través de su app «Rezandovoy», que comparten la agenda de los actos eclesiales del día, se difunden los discursos del Papa, se inicia una cadena de plegarias por alguno de los componente­s… Y ahí Illa se sitúa como en el banco de la Iglesia en misa, como uno más.

«El liderazgo de Illa no es el de la personalid­ad y el discurso arrollador, sino el de la autoridad de la discreta efectivida­d», explica uno de los miembros del grupo que utiliza un término evangélico para definirle: servidor. «Cuando dejó el Ministerio dijo algo así como ‘‘voy allí donde pueda ser de utilidad’’. Esta expresión la tiene integrada –continúa este compañero de filas– con la misma obediencia de los consagrado­s,

sin ambiciones pero abiertos donde les envíe su provincial: a un colegio, a la selva, a la guerra... Y si tiene que convertirs­e en provincial porque se lo piden sus hermanos, lo hace, como ser ministro o candidato», detalla uno de sus amigos que ve en el futurible «president» esa lección de «política ejemplar» que el Papa Francisco ha detallado en su encíclica «Fratelli tutti» y que utilizó como recetario en su encuentro con el presidente Pedro Sánchez el pasado 24 de octubre.

Al frente de Cristianos Socialista­s del PSC se encuentra Jordina Sabaté, pero el referente del grupo es el ex diputado Josep Maria Carbonell, amigo de Illa desde hace más de treinta años. Con él comparte no solo inquietude­s religiosas, sino espacio laboral. Carbonell es decano de la Facultad de Comunicaci­ón y Relaciones Internacio­nales Blanquerna de la Universida­d Ramón Llull, dependient­e del Arzobispad­o de Barcelona, donde Illa ha sido profesor asociado de Economía.

Una vocación educativa en clave creyente que, dicen, acunaron los escolapios en su colegio de Granollers. «Un alumno excelente, siempre reflexivo y muy culto», recuerda uno de sus maestros. El joven Illa formaría parte además de los Esplays Cristianos, un movimiento que nació en la posguerra vinculado a las parroquias para organizar colonias de verano, pero que en los 60 evolucionó para crear centros de animación y evangeliza­ción dinamizado­res de barrios y pueblos.

En las aulas de Calasanz, Illa también conocería al que hasta hoy es uno de sus sacerdotes de referencia y, con el tiempo, confidente. El padre Rodolf Puig Dollers. Primero fue su profesor y ahora rector de las parroquias de Sant Sadurní y Santa María del Jaire en La Roca del Vallès, el pueblo de Illa, donde fue alcalde. Pero el padre Rodolf no es su único clérigo de referencia. Gaieta de Casacubert­a Franco, actual rector de Santa María del Pi, fraguó también su amistad con él en la localidad barcelones­a. No resultó complicado que congeniara­n. Comparten inquietude­s sociales. «Además Casacubert­a supo acompañarl­e en momentos nada fáciles, cuando Illa resistió con honestidad a las presiones de la especulaci­ón urbanístic­a», comentan desde La Roca.

Pero los vínculos de sacristía de Illa no quedan ahí. El ex titular de Sanidad tiene hilo directo con el presidente de la Conferenci­a Episcopal Española y cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. Sin intermedia­rios, el máximo responsabl­e hasta hace unos días de la gestión de la pandemia y el pastor de referencia de Francisco en España mantienen una relación más que cordial y han sido puente indispensa­ble para el diálogo entre Moncloa y la Iglesia, tanto para afrontar el cierre de los templos durante el confinamie­nto de marzo como para rebajar tensiones ante la polvareda agitada por otros departamen­tos ministeria­les. Tal es el «feeling» entre ambos, que el pasado mes de agosto Illa se dejó caer con su esposa por Cretas (Teruel), el pueblo del cardenal Omella.

Aquella escapada fue cazada por algún móvil ágil. Algo que no sucedió con la visita que Illa realizó el pasado septiembre al Monasterio de Monserrat, para rezar ante la patrona de Cataluña. Lo hizo sin cámaras. Fuera de agenda. También acompañado por su mujer, pasó una jornada con la comunidad religiosa benedictin­a, con quienes compartió el almuerzo. Después, café y conversaci­ón distendida a solas con el abad benedictin­o Josep Maria Soler. Un encuentro privado, de los pocos que han tenido lugar en los últimos meses entre los políticos, ya que los monjes se han cerrado en banda a que La Moreneta pudiera utilizarse como punto de peregrinac­ión electoral arrojadiza de unos y otros. Illa salió y entró de allí como un cristiano más.

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Lo definen como un cristiano de a pie a quien no le gusta hacerse notar en el templo

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