La Razón (1ª Edición)

LA SEGUNDA PANDEMIA CON SU PERMISO

- POR JUAN RAMÓN LUCAS

Malena tiene cáncer. También nombre de tango, como le dice su hijo Jesús recordando la novela de Almudena Grandes. Pero, sobre todo, cáncer. En pleno tratamient­o, ha aprendido a navegar en la incertidum­bre y enterrar sus miedos para que ni la abrumen ni la delaten. Pero están ahí. Todas las mañanas, nada más despertars­e, su primer pensamient­o es el cáncer. Tengo cáncer, venga, a por el día. No le pasa solo a ella. Ya le han dicho otras pacientes en quimio que eso es muy común. El cáncer no solo te abrasa por dentro con células enloquecid­as que mutan, se rebelan y devoran a las sanas, también se hace con tu ánimo de una forma lenta pero implacable en un movimiento muy difícil de detectar. No hay escáner que localice la ubicación y el tamaño del miedo.

Ahora, además, la incertidum­bre se refuerza con la posibilida­d de la infección por Covid y la seguridad de que la forma en que se ha colado en la lista de prioridade­s este maldito virus, retrasa diagnóstic­os y tratamient­os de cáncer. «Una segunda pandemia», lee Malena en una revista médica. Y es verdad. Y lo sabe y lo vive. Ella ha tenido suerte y no se interrumpe su quimiotera­pia, pero ir al hospital a recibirla es un añadido de inquietud, una invitación a que se le agiten los temores y le bulla dentro ese miedo efervescen­te y ácido que tienen los que se saben expuestos a una intemperie que puede ser mortal. Lleva dos mascarilla­s, la quirúrgica y una FFP2 encima, pero algunos días nota una especie de ansiedad que le pone nertal viosa. Es el miedo al contagio, a que la cura de una enfermedad le lleve a los dolores de otra. Ahora que su cuerpo es vulnerable, no quiere ponerlo a merced de esta Covid mortal.

Pero hay decenas de miles de pacientes que han empezado tarde su tratamient­o por falta de medios o hasta de diagnóstic­o. Le suena que más de 50.000, y eso son muchos. El retraso de un mes, un solo mes, en un tratamient­o de cáncer aumenta la mortalidad entre un cuatro y un ocho por ciento. Si te la pillan demasiado tarde, y eso ella lo sabe bien porque estuvo cerca, pero tuvo la suerte de que todavía la metástasis no era imbatible, el pronóstico puede ser mucho peor, porque el cáncer estará más avanzado.

Elena, una compañera de trabajo, ha tardado un mes en que le hicieran caso y ahora la prueba de sangre ha sido concluyent­e: esa debilidad y esos puntitos rojos que habían empezado a salirle son la cara visible de un cáncer de sangre, de una leucemia linfobásti­ca aguda que espera le hayan podido diagnostic­ar a tiempo.

El año pasado, dicen las asociacion­es médicas, se diagnostic­ó un 21 por ciento menos de casos de cáncer. Eso es el dramático reflejo del mordisco de la Covid sobre estas patologías o muchas otras , como la esclerosis múltiple, o ya no te digo otro tipo de trastornos como autismo o enfermedad­es mentales. El año pasado se hizo un 30 por ciento menos de citologías y casi un 24 cayó también el número de biopsias. O sea, se diagnostic­a menos, se mide menos la temperatur­a de la salud general

La Covid enferma a las personas, y despliega un abanico de cientos de miles, de millones de pequeñas tragedias individual­es que son también familiares. Pero la Pandemia, y ahí detecta Malena un mal que no sabe si todo el mundo está siendo capaz de ver, castiga a todo el sistema sanitario. A todos los sistemas sanitarios. Y se pregunta si ese mal no será incurable.

Porque lo que sí lo parece es la desatenció­n de quienes tienen la más alta responsabi­lidad. Que no digo que no estén preocupado­s o atentos, cavila para sí Malena, pero que parecen a veces distanciar­se más de lo convenient­e de esta realidad tozuda de la Pandemia y el destrozo global que nos va a dejar medio cojos con la sanidad herida y la economía agonizando. Que no se trata sólo de parar la enfermedad, sino de evitar el desastre. Que nada es ya como antes.

Claro, ella lo ve así porque se le acumulan los miedos, porque es doble víctima de la crisis sanitaria. Quizá sea eso. Aunque también pesa lo difícil que lo tienen los chicos para encontrar trabajo y Jesús para seguir en el suyo, que a ver qué pasa.

Y también escucha en el hospila hospila queja de los médicos de familia, de las enfermeras, asiste a veces a los estallidos de tensión por sobrecarga en las atenciones porque ya no pueden más. Pero siguen. Comprometi­dos y valientes por vocación y porque no tienen más remedio, porque sin ese frente a ver cómo íbamos a salir adelante con todo esto.

Pero por arriba se mueven otros registros. Como si esto sólo fuera parte de un escenario en el que seguimos representa­ndo el mismo papel. Bueno, siguen representa­ndo el mismo papel.

Ella no quiere ser pesimista, pero no le queda más remedio. ¿O no?

La forma en que se ha colado en la lista de prioridade­s este maldito virus, retrasa diagnóstic­os y tratamient­os de cáncer Pero la Pandemia, y ahí detecta Malena un mal que no sabe si todo el mundo está siendo capaz de ver, castiga a todo el sistema sanitario. Y se pregunta si ese mal no será incurable

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