La Razón (1ª Edición)

Guillermo el «cazaherede­ros»: «He entregado hasta 2,5 millones de euros a sucesores desconocid­os»

Este abogado se dedica a buscar por todo el mundo personas que no sabían que les correspond­ía una herencia: «La mayoría piensa que es broma», afirma

- POR ÁNGEL NIETO LORASQUE

Imagínese que le llaman por teléfono para decirle que es el destinatar­io de una herencia multimillo­naria. Lo primero que pensará es que se trata de una broma, de una estrategia de publicidad de alguna compañía telefónica o algún banco con ganas de que invierta sus ahorros en algunos de sus productos. Quizá cuelgue o puede que la curiosidad le tiente ante semejante suculenta propuesta como para poner fin a la conversaci­ón con un extraño. Al otro lado del teléfono está Guillermo Navarro, de 42 años, que lejos de ser un comercial embaucador es un abogado que lleva más de dos décadas buscando herederos por todo el mundo para entregarle­s legados ignotos.

Si todavía se mantienen al habla, le explicará que un familiar remoto del que no tenía constancia de su existencia ha fallecido y que es a usted a quien le toca disfrutar disfrutar de sus posesiones. Guillermo es lo que podría denominars­e la otra cara de la moneda del famoso cobrador del frac, le persigue para entregarle un buen pellizco. «El número de este tipo de casos sobre el total de trámites hereditari­os supone un porcentaje muy pequeño y es en el que mi despacho está especializ­ado. Y es que hay ocasiones en las que un heredero no es consciente de que en algún lugar del planeta hay alguien, un primo lejano, un hermano desconocid­o o un padre que ni sabían que existía que, tras su muerte, ha dejado un importante patrimonio para él. Ahí es donde comienza nuestro trabajo», dice.

La mayoría de las veces, Guillermo tiene constancia de estos casos a través de las comunidade­s de vecinos que alertan de que uno de los suyos ha fallecido sin herederos conocidos y temen que la casa caiga en manos de okupas o que necesitan que alguien se haga cargo de los pagos ordinarios de la vivienda. También hay otros que les llegan a través de intervenqu­e ciones del Estado, el cual aparece cuando no hay sucesor de hasta cuarto grado, es decir, primos. A raíz de ahí, comienza la labor de investigac­ión de los «chicos de Guillermo». Y es que, en su bufete, además de abogados hay investigad­ores y genealogis­tas para dar con el familiar perdido al que le espera una fortuna. Todos ellos, él incluido, se desplazan al país sea para contactar con ellos. De hecho ha estado varias veces en Venezuela y Argentina. Ahora tiene un caso en Pakistán.

A lo largo de sus 21 años de profesión, ha resuelto más de 3.000 casos y localizado a más de 6.000 herederos que ahora gozan de un patrimonio con el que jamás habrían pensado contar. «Tenemos un porcentaje de éxito del 98%», subraya. También los hay que optan por rechazar «la dote» porque no pueden asumir los costes que implica «o bien porque no quieren saber nada de sus ancestros».

¿Y cuál es la reacción de las personas a las que se le comunica que le correspond­e un legado que desconocía? «Lo más frecuente es la sorpresa y escepticis­mo porque piensan que les estás engañando. También están los que desde el principio se alegran y aceptan y otros muy negativos que hasta te cuelgan el teléfono. Algunos no nos han abierto siquiera la puerta de casa porque creían que les íbamos a timar», reconoce Navarro.

El perfil de los «herederos por sorpresa» suele responder a personas de avanzada edad, «aunque también le hemos dado alguna alegría a algún treintañer­o». En su historial de anécdotas, Guillermo desmenuza con precisión uno de los casos más espectacul­ares en los que ha trabajado. «Un hombre había dejado dos millones y medios de euros en patrimonio y, después de la investigac­ión, descubrimo­s que solo había un heredero. Al principio, cuando se lo comunicamo­s, mostró mucha incredulid­ad. Se trataba de un varón de unos setenta años y el testador, un familiar lejano, un primo si no recuerdo mal, del que llevaba sin tener noticias desde hacía más de 15 años. Al final aceptó», relata.

No suele ser común, según confiesa Guillermo, que exista sólo un heredero cuando se trata de un testamento «perdido», «ya que siempre salen varios familiares lejanos que por ley les correspond­e». Otra de las vivencias profesiona­les que destaca es la del descubrimi­ento de la existencia de un hijo del fallecido del que la familia no tenía constancia. «Cuando dimos con las mujeres a las que le correspond­ía el legado y comenzamos el proceso apareció un hombre que contaba como hijo del fallecido pero que la familia ‘‘oficial’’’ desconocía. Al parecer, había tenido una doble vida», relata Navarro antes de concluir la entrevista y de volver a su mesa de trabajo donde le aguardan varios nombres de ciudadanos a los que quizá hoy les comunique que son ricos.

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ALBERTO R. ROLDÁN Guillermo Navarro, de 42 años, lleva más de dos décadas buscando herederos

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