Y con el invierno se llenaron los agujeros emocionales
Después de «Otoño», Ali Smith continúa con gran lucidez su peculiar proyecto, que está dividido en las cuatro estaciones del año
Tienen los libros de Ali Smith algo de la técnica del collage, sus páginas están tan llenas de palabras como de su ausencia y son esos aparentes vacíos los que ofrecen las claves de una lectura que ha de estar muy atenta a todas las claves literarias, artísticas y humanas que ofrece la escritora a lo largo de sus novelas. Hay en «Invierno» una referencia que es fascinante y que resulta clave en su desarrollo: se trata de Barbara Hepworth, una artista que es muy conocida por sus conocidas esculturas con agujeros. Seres a los que les falta una parte importante de sí mismos, pero que siguen de pie.
De esa manera es Sophia, la protagonista principal de la obra, su hermana Iris, su hijo Art o la novia de éste, significativamente llamada Lux y amante de Shakespeare. Ella, Lux, llega precisamente precisamente para llenar esos agujeros que remontan al lector a otras historias que nacieron en el libro anterior a este, «Otoño», que ya obtuvo un gran éxito. De ahí los frecuentes saltos temporales que existen, tanto hacia delante como hacia atrás, y los comentarios que cobran sentido. «El invierno es una época que celebra el parentesco entre la infancia y lo divino, entre los niños y los padres».
La estructura del volumen es mucho más compleja de lo que parece de antemano, porque remite al pasado, que conocemos en parte, y a un futuro que no se desvelará, quizá, hasta la «Primavera», pero la lectura es igualmente hermosa, sugerente y poética, como el «Cuento de Navidad» de Dickens.
▲ Lo mejor
Que Ali Smith vuelve a mostrar sus devociones personales: Shakespeare, Keats y Dickens
▼ Lo peor
Nada, la autora continúa su excelente Cuarteto Estacional con la más sombría de las estaciones